La estación Mitre interpretó una polifonía social

La estación Mitre interpretó una polifonía social

Miles de personas colmaron la Estación Mitre para participar del concierto popular con el que comenzaron los festejos por el Día de la Independencia. La Orquesta Sinfónica Nacional deleitó a los presentes con El Bolero, de Ravel

FIGURAS DE LA NOCHE. Estrella (con bufanda) fue muy elogiado por sus interpretaciones, al igual que el director Pedro Ignacio Calderón (de corbata moñito). FIGURAS DE LA NOCHE. Estrella (con bufanda) fue muy elogiado por sus interpretaciones, al igual que el director Pedro Ignacio Calderón (de corbata moñito).
09 Julio 2010
"Escuchá ese tema". Una mujer, vestida con jogging y de zapatillas, la codeó a una amiga y le susurró esta frase, con tono cómplice. La escena sucedió exactamente a las 21, cuando la Orquesta Sinfónica Nacional comenzó a deleitar con El Bolero, de Maurice Ravel, a las miles personas que anoche colmaron la Estación Mitre para asistir al concierto popular con el que han empezado los festejos por el 194 aniversario de la declaración de la independencia argentina.

Sin duda, los más de 15 minutos que duró la interpretación de la obra de Ravel constituyeron el momento más atractivo y cautivador de la noche. El silencio, que en otros tramos había resultado difícil de conseguir, hasta se apoderó del público. "Es que se van sumando los instrumentos", comentó a LA GACETA Paulina Grondona, que escuchaba con tono reflexivo, como no podía ser de otra manera tratándose de alguien que en los años 70 integró el Coro de Profesores de Música de Tucumán.

El director de la orquesta, Pedro Ignacio Calderón, lucía feliz y, con sus gestos, parecía dialogar con los músicos. Tal entusiasmo generó la composición de Ravel que Calderón dispuso que luego tocaran el Himno Nacional. Unas 2.000 personas que ocupaban las sillas colocadas sobre los andenes se pusieron de pie y cantaron con decisión. Otras tantas se unieron sus voces.

Calderón aprovechó el impulso y la alegría popular para brindar un final a toda orquesta (nunca mejor dicha la expresión): fuera de programa, sus músicos animaron aún más el espectáculo con La Marcha Radetzky, composición orquestal de Johann Strauss, mientras el propio Calderón ya dirigía hasta al mismo público, al que le indicaba cuándo debía hacer palmas.

Perón, Bach y Yupanqui

Anteriormente, la misma orquesta había interpretado una serie de piezas del repertorio nacional, como "Huella y gato" (Julián Aguirre), "El gaucho con botas nuevas" (Gilardo Gilardi) y "Dos canciones populares". Asimismo, había acompañado al tucumano Miguel Angel Estrella, gran impulsor de hermanar la buena música con lo popular, cuando en el piano demostró su talento al tocar "Zamba de Vargas" y "Dos palomitas". El concierto mutó el paisaje de la plaza Alberdi. Mucho antes de las 19, había una larga cola de gente que bregaba por ingresar a la estación, que se transformó en un centro cultural que, además, expresaba una verdadera polifonía social. El espectáculo -debido al lugar que tuvo como escenario y debido a la concurrencia- constituyó una indiscutida novedad respecto de las tradicionales galas en el Teatro San Martín con las que años anteriores solía recibirse el 9 de julio.

Bajo la dirección general del tucumano Ricardo Sbrocco, la bienvenida estuvo a cargo de la orquesta conformada por alumnos de las escuelas secundarias Benjamín Aráoz y Yerba Buena, así como con los coros de las escuelas Benjamín Matienzo y San Pablo, que forman parte del programa nacional para el Bicentenario.

Contando al Coro Polifónico Nacional, dirigido por Roberto Luvini, cerca de 260 músicos pasaron por el escenario. El entusiasmo popular disimuló los problemas de un lugar no acondicionado acústicamente y el hecho de que el concierto estuvo detenido más de 20 minutos por desperfectos en uno de los transformadores que alimentaba eléctricamente el escenario.

Para un reconocido peronista como Estrella fue la síntesis perfecta: calor popular, música y ferrocarriles. Por eso, emocionado, recordó a LA GACETA su firme creencia en la idea (de Atahualpa Yupanqui) según el cual si los seres humanos escucharan a Johann Sebastian Bach todos los días serían más dignos. "Ni bien llegaba a mi casa (en París), él se sentaba al lado del piano y me decía: ?changuito, limpiame el alma: tocá Bach?", rememoró.

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