Los invasores ingleses fueron expulsados por los porteños

Santiago de Liniers, con las milicias que armó en Montevideo, condujo la reconquista.

EL TESORO PUBLICO. El óleo de Francisco Fortuny muestra a los ingleses frente al Cabildo de Luján, colocando en una carreta los caudales del Virreinato. EL TESORO PUBLICO. El óleo de Francisco Fortuny muestra a los ingleses frente al Cabildo de Luján, colocando en una carreta los caudales del Virreinato.
15 Abril 2010
Empezaba enero de 1806, cuando una expedición británica se apoderó de la colonia holandesa de El Cabo, al sur de Africa. La fuerza, al mando del mayor general David Baird, tenía órdenes de continuar rumbo a la India. Pero el comodoro Home Popham, quien comandaba las naves de escolta, convenció a Baird de que sería sencillo apoderarse de Montevideo o de Buenos Aires, si le facilitaba sus tropas. El mayor general aceptó.

Así, el 14 de abril zarparon de El Cabo seis barcos de guerra mandados por Popham, más cinco transportes. Por disposición de Baird, el brigadier William Carr Beresford estaba al frente de las tropas. Estas fueron reforzadas en Santa Elena, con lo que llegaron a 1600 soldados. La fuerza puso proa al Río de la Plata. En el cabo Santa María, capturaron a una goleta inglesa e interrogaron al piloto. Este aseguró a Popham que Buenos Aires estaba indefensa y que tenía abundantes caudales. Luego, otros informes lo decidieron -contra la opinión de Beresford- a atacar esa ciudad y no la de Montevideo.

El 9 de junio, los vigías de Montevideo divisaron las naves. A pedido del gobernador Pascual Ruiz de Huidobro, el virrey de Buenos Aires, marqués Rafael de Sobremonte, le envió las escasas fuerzas veteranas de que disponía. No sospechaba que, el 23 de junio, los ingleses desembarcarían sobre la costa porteña, en Quilmes.

Recién el 26, unos 500 hombres mal armados trataron de cortarles el avance, pero fueron rápidamente superados. A todo esto, el virrey mandó los caudales públicos a Luján. Cuando supo que los ingleses habían cruzado el Riachuelo y que -superado otro intento de resistencia en el Paso de Barracas- se dirigían directamente a la capital, el marqués dejó la ciudad con su familia y otros oficiales. Se trasladó primero a Luján y, al saber que los ingleses iban en búsqueda del tesoro, partió a Córdoba. Pensaba organizar desde allí la resistencia.

El 27, el ejército de Beresford entró en Buenos Aires, con banderas desplegadas y paso victorioso. Por orden que había dejado Sobremonte, la autoridad militar porteña firmó una capitulación en el Fuerte, y el jefe inglés asumió el gobierno. Se alzó con los fondos de Luján y adoptó varias disposiciones para congraciarse con los habitantes. Entre ellas, decretó la libertad de comercio.

Pero, bajo la aparente calma inicial, los vecinos se sentían humillados y ansiosos por expulsar a los invasores. El comerciante Martín de Alzaga financió el alocado proyecto de los catalanes Sentenach y Esteve, de abrir túneles que permitieran volar con explosivos el Fuerte y el cuartel. Aunque la excavación se inició, al poco tiempo fue abandonada. En la campaña, Juan Martín de Pueyrredón logró armar una tropa de 700 hombres, que fueron batidos por los ingleses en la chacra de Perdriel, el 1 de agosto.

Correspondería al capitán de navío Santiago de Liniers, francés al servicio de España y comandante de la Ensenada de Barragán, concebir y ejecutar el plan acertado. Se trasladó a Montevideo, donde logró reunir una fuerza de 1.300 hombres, quienes marcharon por tierra hasta Colonia. Allí se embarcaron en una flotilla que mandaba el capitán Juan Gutiérrez de la Concha. Cruzaron el río y desembarcaron por la zona del actual Tigre.

A pesar de la sudestada y de la fuerte lluvia, llegaron a los corrales de Miserere (plaza Once de hoy). Desde ese punto, Liniers requirió a Beresford que se rindiese, intimación que éste rechazó.

Las tropas rioplatenses avanzaron resueltamente hasta apoderarse del Retiro, logrando el repliegue de los ingleses a la Plaza Mayor (hoy de Mayo). Liniers inició la arremetida final el 12 de agosto por la mañana. En la Plaza, los británicos resistieron el nutrido fuego en los altos del Cabildo, en la azotea de la Recova y en el pórtico de la Catedral, pero debieron ceder ante el ataque de las seis columnas convergentes de las fuerzas de Liniers.

Beresford dispuso entonces la retirada hasta el Fuerte, en el que concentró toda su tropa. Pero, vista la furia con que lo atacaban los reconquistadores -que hasta traían escalas para trepar a la muralla- no tuvo más remedio que izar la bandera de parlamento. Custodiado por algunos oficiales porteños, Beresford se dirigió a los arcos del Cabildo. Allí aguardaba Liniers, a quien entregó su espada. El vencedor se la devolvió caballerescamente. A las 3 de la tarde, los británicos salieron del Fuerte y entregaron sus armas, banderas y estandartes.

Las bajas inglesas fueron de unos 300 hombres, entre muertos y heridos, y las de los reconquistadores llegaron a unos 200.

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