
BUENAS VECINAS. Elvira Avila perdió lo que tenía; sin embargo, se dio maña para ayudar a Elsa y a su hijo Luis. LA GACETA/INES QUINTEROS ORIO

Dos vecinas del barrio Barrancas del Salí se armaron de valor y gracias a la ayuda mutua lograron evitar una tragedia, como consecuencia de la tormenta que cayó ayer en la provincia.
Elsa Pertussi dormía plácidamente. A las 6.30, el ruido de los primeros goterones de agua que caían con fuerza en el techo de zinc de su vivienda la despertó. Pensó que se trataba de una tormenta más de verano y no se preocupó demasiado. Sin embargo, en cuestión de minutos -no más de 10, según explicó- las fuertes ráfagas de viento dieron lugar al diluvio y de inmediato sobrevino el desastre. "Un pacará se cayó encima de mi casa y el brazo de mi hijo, que tiene 13 años, quedó atrapado en el árbol...", contó Elsa, de 62 años. Al escuchar los gritos desesperados de la mujer, la vecina Elvira Avila acudió al instante y socorrió a Luis que estaba debajo del pacará. "Fui a ayudar al niño y me cayó una rama encima. Ahora me duele un poco el brazo pero, gracias a Dios, pudimos sacarlo".
La casilla de Elsa está ubicada a 30 metros del río y perdió prácticamente todo. El viento hizo volar el techo de chapas y el árbol le dio el golpe de gracia. La casa de Elvira, en tanto, es de material, pero el temporal no discriminó. "El vendaval arrancó las chapas y rompió una de las paredes, mientras el agua no dejaba de entrar, perdimos todo...", afirmó.
Elsa, Elvira y dos menores -ante el temor de no vivir para contar lo sucedido- llegaron descalzos hasta el Albergue Municipal ubicado en el Autódromo del Parque 9 de Julio. Allí, la Dirección de Familia y Desarrollo Comunitario hizo un relevamiento para asistir a los afectados por la tormenta, en su mayoría de los barrios Alejandro Heredia y El Salvador.
Personal de la Dirección de Salud Municipal entregó abrigo, colchones y remedios. "Tomamos café para calentar el cuerpo, me controlaron la presión y me dieron una pastilla para mi infección renal. Estoy un poco mareada", contó Elsa. Elvira y Luis también recibieron tranquilizantes.
La solidaridad fue la protagonista del día, y no sólo en el caso de estas vecinas. El marido de Elsa, por temor a sufrir robos, se quedó en el lugar a cuidar lo poco que quedó del aguacero.







