Que no se naturalice la violencia en el fútbol

Hace 7 Hs

El  fútbol tucumano, esta vez en su participación regional, ha vuelto a ser noticia, pero lamentablemente no por una gesta deportiva. El reciente encuentro entre San Pablo y Tucumán Central, por los cuartos de final del torneo Federal Amateur, quedó desdibujado por la violencia, los insultos y un sinfín de polémicas arbitrales que mutaron en serios incidentes al cierre del partido. La victoria visitante por 2 a 1, un resultado que definía un pase de ronda, quedó sepultada por el arrojo de escombros al campo de juego, por las balas de goma y por la indignación generalizada de jugadores e hinchas locales. La pregunta que surge es: ¿hasta cuándo seguiremos normalizando situaciones como la descripta en nuestras canchas?

Lo que describen las crónicas del partido son un escenario de caos. Un penal discutido, una expulsión y fallos arbitrales polémicos fueron el detonante para una reacción desmedida contra el juez y su terna. Las imágenes del final, con  fuerzas de seguridad escoltando a quienes deben impartir justicia no sólo son tristes, sino también un desatino.

Es crucial entender que el enojo, la frustración por un resultado adverso o un fallo injusto, forman parte de un deporte tan popular como es el fútbol. Lo que no es aceptable es que esto se traduzca sistemáticamente en agresiones físicas o verbales, en amenazas y en la normalización de la violencia como respuesta. Los clubes y sus dirigentes tienen la responsabilidad ineludible de educar a sus parcialidades, de sancionarlos llegado el caso y de canalizar los reclamos por las vías institucionales y legales. La violencia en el campo de juego y en las tribunas es un cáncer que socava los cimientos del deporte y aleja a las familias de los estadios.

En este contexto de ebullición, la figura del jugador Ignacio López, referente de San Pablo, brilla como un oasis de sensatez. Su gesto de separar a los hinchas enardecidos y acompañar al equipo rival al túnel, saludando a cada uno de ellos, es un acto de caballerosidad que merece ser resaltado. Sus palabras (“más allá del partido, está el ser humano. Somos colegas y la culpa no la tienen ellos, sino los que manejan todo esto”), resumen una ética deportiva que debería ser la norma y no la excepción. López demostró que la rivalidad termina con el pitazo final y que el respeto al colega está por encima de cualquier coyuntura.

Lo sucedido en el rugby recientemente es elocuente y sirve como un espejo en el que el fútbol debería mirarse. La Unión de Rugby de Tucumán aplicó una sanción ejemplar a Tucumán Rugby por incidentes similares en la final del Regional del NOA: fechas de suspensión de cancha y tareas de acción social. Esta resolución envía un mensaje claro: el accionar del público es responsabilidad institucional y los límites del “folclore” se trazan en los tribunales disciplinarios con severidad.

Es imperativo que el fútbol tome nota. Si con educar al fanático no alcanza, las sanciones ejemplares pueden llevar a disuadir estas conductas. La tibieza ante la violencia descontrolada sólo genera más hechos similares. El ejemplo del rugby demuestra que, con voluntad política y un apego irrestricto a las normas, se puede trazar una línea divisoria clara entre la pasión y el caos.

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