Se dice de él

Se dice de él

"No murió joven como Gardel ni como Evita. Así lo vimos gordo, enfermo y con el respirador a mano, pero continuamos amándolo", destaca la psicoanalista Marta Gerez Ambertín. El periodista porteño Hugo Biondi sostiene que Sandro nunca fue prohibido, pero "tampoco rindió tributo a los perseguidores". Un guitarrista tucumano, Pablo González Jazey, destaca sus versiones de temas de Sinatra.

GARRA Y SENSUALIDAD. El fervoroso Gitano, en plena actuación, en un recital que hizo en los años setenta. TELAM GARRA Y SENSUALIDAD. El fervoroso Gitano, en plena actuación, en un recital que hizo en los años setenta. TELAM
05 Enero 2010
Adiós, Roberto
Punto de vista. Por Hugo Biondi - Periodista porteño


Sandro fue un artista que derribó varios prejuicios de la música popular. Roberto Sánchez, un hombre que supo capear la enajenación de la fama. Manejó con sano equilibrio persona y personaje, y cuando los rockeros se percataron de esto, lo reconocieron como pionero del género. Su estilo y propuesta en lo que fue su década de oro (digamos del 65 al 75) no se ajustaban a ninguno de los que por entonces eran antagónicos modelos en pugna.
Porque no era un artista comprometido, pero tampoco funcional a la distracción, y aunque orillara en sus faldas, las letras de sus canciones eran elaboradas, su voz potente y personal y sus shows nunca rozaron la improvisación y mucho menos la vulgaridad. Levantó un impenetrable muro en su casa de Banfield, pero tuvo el delicado guiño de construir un balcón a la calle, para agradecer a "sus chicas", quienes en procesión casi religiosa acudían hasta allí para saludarlo en cada cumpleaños.
Nunca fue prohibido en un país de prohibiciones, pero jamás rindió tributo a los perseguidores; aunque fue varias veces tentado, y sin sutilezas, como actúan los gobiernos prepotentes.
Por eso su público, muchísimo más amplio que el referido, le guardó absoluta fidelidad, como solo lo merecen los artistas coherentes. Supo, cuando ya la vida le avisaba, reírse de su propio mito, al que tanto cuidó. Mucho más y mejor que a su propio organismo.

Una huella indeleble
Punto de vista. Por Roberto Buffo - Pianista y director sinfónico

Sandro fue indudablemente un ídolo de la canción popular argentina en los 70. Algunos temas cantados por él se incorporaron al inconciente colectivo popular lo cual ya es todo un logro.
Fue muy famoso, filmó películas y grabó extensamente. Quizás su música nos suene "cursi" o perimida después de tantos años y después de tanto rock nacional pero dejó una huella indeleble.
La fidelidad de sus fans que se daban cita cada vez que era su cumpleaños en su casa de Banfield demuestra que ya es parte de la historia musical popular argentina.

Sencillo y querendón
Punto de vista. Por Pablo González Jazey - Guitarrista tucumano

De chico había escuchado a Sandro, creo que por la radio, pero no me enganchó su onda melódica. Varios años después, lo redescubrí gracias al disco Tango IV de Charly García y Pedro Aznar y quedé impresionado.
Cantaba un rock'n roll y lo interpretaba con la fuerza arrolladora de Little Richard.  Entonces busqué entre sus discos y encontré sus versiones de los clásicos de Frank Sinatra y Neil Diamond acompañado por una big band y  era otra interpretación de gran calidad. Cuando me ponía al tanto de sus numerosas producciones de discos, películas, espectáculos, etc; justo por esos días, vi en un canal de TV que le hacían un reportaje y Sandro, el genial rockanrollero, intérprete melódico, crooner y actor, aparecía como un tipo sencillo y querendón que iba a hacer las compras  por su barrio y charlaba normalmente con sus vecinos. ¡Un ídolo!

Un sueño que seguiremos soñando
Marta Gerez Ambertin - Doctora en Psicología

Sandro supo -y fue su magia- conservarse joven, seductor y romántico en la fantasía de sus admiradores. Pese a los kilos de más, a su compañera de años, al deterioro de la enfermedad continuó siendo? Sandro.
Como si todos hubiéramos aceptado que era a Roberto Sánchez que le pasaban los años, le aumentaba el abdomen y tenía esposa. Sandro era otra cosa: "el gitano de fuego". Y, convengamos, el hombre no hizo nada extraordinario: siguió viviendo en Banfield, no se sometió a confesiones ridículas o truculentas, al espeluznante exhibicionismo de bajezas de todo tipo que hoy permiten obtener 15 minutos de ¿fama?, no alardeó de sus muchas amantes ni se llenó de botox como Berlusconi, ni apareció con guardaespaldas, dedos llenos de joyas o autos espectaculares. Nada de toda esa tontería le fue necesaria. No murió joven, como Gardel ni como Evita; así, lo vimos gordo, enfermo y con el respirador a mano? pero continuamos amándolo. Es Roberto Sánchez quien ha muerto. Sandro, como Gardel, como Evita, es un sueño que seguiremos soñando, una fantasía instalada para siempre en el imaginario argentino. Y tras ese sueño se escapa, sin embargo, una lágrima.

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