Hace pocos días, causaron profunda impresión en la opinión pública las características de un suceso ocurrido en la zona sur de esta capital. Como se recordará, una señora cuya hija de año y medio estaba jugando en el fondo de su casa, la encontró aparentemente ahogada en una pequeña pileta de lona. Desesperada, la alzó en brazos y salió a la calle cuando acertaba a pasar un móvil de la Policía, que las condujo velozmente al Hospital de Niños.
Ocurrió que, en el trayecto, uno de los agentes tomó a la criatura y empezó a practicarle respiración boca a boca, junto con masajes de reanimación. Logró que la niña devolviera el agua ingerida y empezara a mostrar signos vitales. Actualmente, la pequeña se va recuperando en el Hospital, al parecer sin secuelas.
Esta historia de feliz desenlace aporta dos elocuentes materiales para la reflexión de todos. En primer lugar, la necesidad de que los adultos ejerzan una vigilancia que no se distraiga ni un segundo, cuando un niño se encuentre, no digamos ante una pileta llena, sino en cualquier lugar donde exista una mínima cantidad de agua acumulada. Bastan escasos centímetros de líquido para que una criatura se ahogue, como lo demuestra la experiencia tan penosa como reiterada. Y, por cierto, debe procurarse además que todo menor aprenda a nadar lo antes posible, aparte de proveerle la protección de salvavidas.
La segunda lección del suceso, no cede en importancia a la que acabamos de apuntar, y merece una detenida consideración. La pequeña accidentada pudo salvarse, porque al cabo Cristián Reyes se le ocurrió aplicarle las técnicas de resucitación que había visto en el cine. Evidentemente, esto marca la necesidad de ahondar en tal recurso. En la nota que dedicamos al tema en la edición del domingo último, el director del Hospital de Niños y el director de Emergencias de la Provincia hicieron hincapié en el hecho de que muchas muertes por accidente podrían evitarse, si la población estuviera instruida masivamente acerca de las formas de socorro que deben aplicarse ante sucesos de esa índole. Se trata de circunstancias donde cada segundo cuenta, y donde no es posible esperar la asistencia de médicos o enfermeros, que resultaría fatalmente tardía.
Uno de los profesionales entrevistados subrayó que las técnicas de la denominada "resucitación cardio pulmonar" son muy sencillas, y la American Heart Association las ha normatizado internacionalmente, de modo que pueden ser aplicadas por cualquier persona. Su naturaleza es tan simple, afirmó, que "en una sola clase se puede aprender a salvar personas".
Tucumán ha empezado a andar por ese camino. Según el director de Emergencias fueron capacitadas 100.000 personas voluntarias, además de policías y agentes de tránsito. Pero sucede que la capacitación debe ir mucho más allá. Es preciso que también se familiaricen con los citados recursos, por ejemplo los conductores de colectivos y de taxis, que por su tarea muchas veces se ven enfrentados a situaciones donde resulta vital la acción de un resucitador. Para generalizar realmente esto en toda la población, se debiera empezar por instruir a los alumnos de absolutamente todos los establecimientos, tanto estatales como privados, a lo largo y ancho de la provincia de Tucumán. Sería la manera de que las técnicas de referencia se les hagan tan familiares como cualquier acto de la vida diaria y que, consecuentemente, estén en condiciones de aplicarlas con eficacia ante las emergencias. Sabemos, por las declaraciones del mencionado funcionario, que el problema que obstaculiza el carácter masivo de tal difusión, es la falta de recursos y la falta de capacitadores. Son dos cuestiones que el poder público debiera solucionar sin pérdida de tiempo. Se trata de salvar vidas.