"La televisión, lamentablemente, se ha transformado en un miembro más de la familia en muchos hogares del mundo. En algunos casos puede estar prendida todo el día. Cuando se despiertan la prenden y a veces se quedan dormidos con la televisión prendida. He escuchado a muchas madres decir que mientras amamantaban a sus bebés miraban distintos programas y por supuesto no había ningún intercambio con el hijo. En muchas casas se come con el televisor prendido y no se habla en la mesa y hasta los chicos hacen sus deberes para el colegio con el televisor prendido", advierte Sara Zusman de Arbiser.
Los efectos de esta exposición directa desde muy pequeños pueden ser múltiples: la adicción a este tipo de estímulos, una pobre verbalización, un vocabulario limitado y dificultades en el futuro para manejarse con la letra escrita, la lectura y la capacidad de reflexión. "De acuerdo con ese modelo todo debe ser rápido -como la velocidad con que llegan las imágenes-, entonces, todo lo que cuesta esfuerzo es descartado en el proceso de aprendizaje", enfatiza la experta.
Los chicos expuestos a la televisión por tiempo prolongado sin la correcta interacción con otras personas juegan menos, son más sedentarios y propensos a la obesidad y a fobias diversas. "Terminan aislándose, y esta pérdida de capacidad creativa es la que genera el aburrimiento, que cada vez es más frecuente en nuestra cultura", sostiene.