El músico que hizo cantar el "Aleluya" al mundo

Directores e instrumentistas locales destacaron algunas de las virtudes del gran autor del "El Mesías", de cuya muerte se cumplen hoy 250 años. Un alemán que supo combinar las características distintivas de la música de Italia e Inglaterra.

EL PASO DEL TIEMPO. De niño, Haendel mostró una gran capacidad como intérprete, y en la juventud empezó a destacarse también como compositor. EL PASO DEL TIEMPO. De niño, Haendel mostró una gran capacidad como intérprete, y en la juventud empezó a destacarse también como compositor.
14 Abril 2009

“En el ambiente coral, cuando hay alegría se canta el ‘Aleluya’”, contó María Eugenia de Chazal, directora del Coro de Niños y Jóvenes de la UNT. Para confirmarlo, recordó que hace dos semanas, cuando terminó la votación en Tucumán entre 150 directores de coros de todo el país que eligieron las autoridades de la entidad, cantaron esa pieza todos juntos. “Al oír eso, se te paran los pelos de punta”, graficó.
Juan Pablo Cadierno, director del Coro Universitario, aseguró que las de Georg Friedrich Haendel son las obras corales más impresionantes. “No compuso ninguna para hacer a capella, como todos los autores de su época, sino con acompañamiento de orquesta”, dijo.
Para De Chazal, Haendel es un paradigma. “Se lo elige siempre que hay que hacer una interpretación vocal, porque tenía una forma muy especial de componer, con obras llenas de adornos que lleva siempre a desarrollar una base importante para la habilidad vocal”, contó De Chazal, quien recordó que cantó piezas del alemán como integrante de coros, y que ahora lo enseña y dirige con niños y adolescentes.
La directora coral definió las obras de Haendel como “diáfanas, cantables, maravillosas y lindas”, y explicó que no hay muchas de ellas conocidas debido a que por el estilo de composición, no hay demasiadas piezas difíciles de interpretar.
“Ahora se está volviendo un poco a lo barroco, con cantantes como el tucumano Franco Fagioli o Cecilia Bartoli; lo que pasa es que son obras para contraltos, que debe hacer un contratenor, y no hay muchos buenos”, señaló.
En aquella época (principios de 1700), las mujeres no tenían mucha participación en la vida pública y cultural de Europa, y eran hombres los que se encargaban de las voces agudas. “Por eso Franco tiene trabajo para rato”, dijo quien lo dirigió cuando el reconocido contratenor era niño.
Cadierno, en tanto, explicó que Haendel le puso un plus a la composición del período barroco. “Era alemán, pero absorbió dos culturas musicales muy fuertes, como la inglesa y la italiana, que dejaron sus rasgos distintivos en su obra”, remarcó.
El director coral consideró que la obra de Haendel no está demasiado difundida por el sentido con el que tanto él como sus congéneres escribía música. “No pensaban en la posteridad, sino que componían según sus necesidades; es por eso que tiene una obra tan grande de la que sobresalen unas cuantas piezas”, explicó.
Cadierno se refirió así a la necesidad de los compositores de aquel momento a trabajar según los requerimientos de sus mecenas de ocasión, que les solicitaban piezas para sus casamientos, coronaciones, fiestas especiales, etcétera.

En diálogo con la orquesta
“Haendel y Johann Sebastian Bach son el punto de partida para la música del instrumentista moderno”, aseguró el pianista Oscar Buriek, quien interpretó obras de Haendel sobre todo para orquesta de cámara.
El contó que, en realidad, no hay muchas composiciones del alemán para piano, aunque sí para órgano, que es típico del barroco. “Hay poco para piano solo. Son piezas en las que sin llegar a mostrar a un organista virtuoso, como en el romanticismo, Haendel compuso muchos solos, pero siempre en diálogo con la orquesta”, explicó.

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ANALISIS

El mayor y el menor

 

Por Roberto Espinosa - Redacción de LA GACETA

Ambos nacieron en Alemania en 1685, con un mes de diferencia. Uno, en Halle el 21 de febrero. El otro, en Eisenach el 21 de marzo. El mayor se instaló en Hamburgo y luego en Italia, donde comenzó a cincelar su renombre. Regresó a Hannover y de allí saltó a Londres, donde sus óperas italianas desestabilizaron la flema inglesa. Exito, dinero, amoríos, intrigas. Luego vinieron algunos oratorios. En 1741, con “El Mesías” se acercó más al cielo.
El menor nunca salió de su país. Vio morir a 14 de sus 21 hijos. La austeridad, la pobreza, el equilibrio, el diálogo con Dios sellaron sus pentagramas. Era un hombre de pueblo. La música era el manantial de su alma. El menor lo admiró siempre, tanto que enterado de que su colega tocaba en una ciudad vecina, viajó a pie porque no tenía plata y llegó un día posterior al del concierto. Mientras el mayor fue uno de los músicos más célebres de su tiempo, el menor gozó de una discreta popularidad en su terruño.
La muerte derrotó al insigne Georg Friedrich Haendel hace 250 años y el silencio se tragó una gran parte de su música. Tras su partida, nueve años antes que el mayor, la inmortalidad premió a Johann Sebastian Bach. Se deduce entonces que a veces la fama es puro cuento.

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