"Ahora es muy co­mún ver grupos de chi­cas que se aga­rran a las pi­ñas en cualquier parte"

"Ahora es muy co­mún ver grupos de chi­cas que se aga­rran a las pi­ñas en cualquier parte"

Las especialistas sostienen que resolver situaciones con peleas es algo que se aprende y que ocurre con "naturalidad" entre las mujeres.

MUY VIOLENTAS. Las chicas reconocen que las rivalidades entre pares conducen a discusiones verbales y que, muchas veces, terminan con golpes.  MUY VIOLENTAS. Las chicas reconocen que las rivalidades entre pares conducen a discusiones verbales y que, muchas veces, terminan con golpes.
30 Marzo 2009

Son las 4 de la mañana. Un grupo de jovencitas discute acaloradamente fuera de un boliche; en menos de un segundo se levanta una mano a la que no se le reconoce dueña y lanza un empujón. Se caen, se pegan, se tiran de los pelos... y en el griterío que surge alrededor no se distingue si alienta o pretende calmar los ánimos. Una sale corriendo y desaparece en la oscuridad de la noche. Terminó el show.
"Ahora es muy común ver chicas que se agarran a la piñas y no importa dónde ni por qué. Hay bandas de colegios que se juntan en bares del centro y comienzan a molestarse hasta que se arma", cuenta Gabriela, de 18 años.
"A mí el sábado casi me golpean mientras estaba en un boliche. Pasé al lado de una chica que me miró y de la nada me dijo: ?¿Qué te pasa?, ¿qué estás mirando?? Por suerte unos chicos que estaban ahí le dijeron que se calmara y yo salí rápido", relata Velia, de 16 años. Según ella, este tipo de situaciones le genera temor, porque nunca se sabe qué es lo que puede suceder.

Celos y competencia
Las causas que pueden ocasionar un enfrentamiento son casi siempre las mismas, comentan las adolescentes. "Rivalidades entre colegios o escuelas; por los novios o el chico que a otra le gusta o porque alguien miró mal", aseguran.
"En el colegio un grupo de chicas de mi curso comenzó a amenazarme diciéndome que me iban a golpear", cuenta María José, de 17 años. Según la joven fue porque ella pensaba diferente y a las otras eso les molestaba.
"Ellas querían imponer cómo se iba a hacer un sketch para la semana del colegio, y mis amigas y yo queríamos otra cosa", explica. "Les conté a las autoridades pero no hicieron nada", relata la adolescente.
La violencia entre mujeres es un fenómeno que aumenta, pero de manera silenciosa. "No todo llega al juzgado; seguramente hay una cifra negra que no se denuncia porque se caracteriza por la invisibilidad, la naturalización, la insensibilización y el encubrimiento. Habrá casos de los que ni siquiera los padres se enteran", comenta Nora Wexler, jueza de menores.
Muchas veces las peleas entre mujeres quedan en eso, en grescas callejeras, en piñas a la salida de un boliche o de una escuela, en un video filmado con celular por un grupo de curiosos que luego lo suben a alguna página web. "Hay que empezar a pensar que las conductas violentas de los jóvenes no son autónomas, ni están generadas por el hecho de atravesar la adolescencia. Estos actos se moldean sobre valores co-construidos por la contribución de ideas y conductas de los adultos", asevera Wexler.

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En la escuela
Los excesos se registran principalmente entre las adolescentes. Los establecimientos de educación sirven, muchas veces, de plataforma de lanzamiento y perfeccionamiento de estas conductas violentas. "Lo tremendo es que en la escuela la violencia no es percibida por sus protagonistas como un acto de agresividad sino como un modo de trato habitual y cotidiano. Cuantas veces hemos visto chicos a la salida de la escuela que se pegan, se dan patadas y trompadas. ¿Acaso es una conducta desviada de las chicas o es que está agotado el modelo pedagógico?", se pregunta la magistrada.
Bullying es el nombre con el que se conoce este fenómeno de abuso de poder dentro de las escuelas, que se define como acoso, hostigamiento o cualquier forma de maltrato producido entre estudiantes. "La escuela, donde se da el proceso educativo, socializador, formativo, hoy ha mostrado ineficacia simbólica (impotencia frente a los conflictos), falta de anclaje referencial y exclusión social", asevera la jueza de menores.
"Las adolescentes también forman pandillas. Provienen de hogares con graves problemas; con su integración a las bandas quieren probar la igualdad entre los sexos o incluso su superioridad, y terminan constituyendo una subcultura predelictiva", asegura Wexler.

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