COMUNICACION. Un chico ciego utiliza el lenguaje de señas para decirle a La Mona de qué lugar de Córdoba viene. FOTO LA GACETA / DANIEL FERNANDEZ
En boliches, fiestas, casamientos y cumpleaños bailé y canté muchas veces sus canciones. Lo vi cientos de veces en en televisión, junto a los famosos; un personaje sin igual y un fenómeno de la música popular que pasa todas las barreras culturales. Personal invitó a LA?GACETA a cubrir el regreso de Los Fabulosos Cadillacs, en Córdoba. Esa fue mi misión y ya estaba satisfecho con esta tarea periodística.
Sin embargo, nos enteramos de que Carlos "La Mona" Jiménez tocaba el domingo a la madrugada. Con los demás colegas armamos la agenda para ir a ver su recital.
La idea sólo era verlo desde un costado, pero nunca me imaginé que estaría sobre el escenario mismo, junto a él, presenciando en vivo su show. Fui testigo directo del carisma que emana de su ser; ese carisma del que tanto hablan los rockeros que lo conocen y que van a verlo en sus shows.
Es increíble la íntima relación que tiene con su público. Desarrolló con ellos un lenguaje de señas, como el de los sordomudos, para que le digan de qué zona de Córdoba son. Les enseña cómo se dice Villa María, Alberdi, Dean Funes con las manos y ellos lo aprenden. En el recital va nombrando los barrios con sólo verles las manos.
En pleno recital me abrazó y me preguntó: “¿qué van a tomar?”, como si estuviese en el living de su casa. Los ídolos populares, cuánto más grandes son, más humildes deben ser. A La Mona, aunque la vistan de seda, siempre será Carlos, aquel mismo chico que a los 15 años debutó con El Cuarteto Berna y soñaba con ser un ídolo, amado por su público. A cuatro décadas del aquel sueño, no sólo se ganó el cariño de su gente, sino también el de los rockeros.








