Sor Emmanuelle,la monja rebelde, murió a los 99 años

Para los franceses era como la Madre Teresa.

HONORES. Sarkozy y su esposa Carla Brun, en la ceremonia fúnebre. REUTER HONORES. Sarkozy y su esposa Carla Brun, en la ceremonia fúnebre. REUTER
23 Octubre 2008

PARIS.- El presidente Nicolas Sarkozy, su esposa, Carla Bruni, y personalidades de varios países asistieron ayer en la catedral capitalina a la misa en memoria de sor Emmanuelle, que murió el lunes, a los 99 años, en su natal Callian, cerca de Cannes, en la Costa Azul, La pequeña monja rebelde adquirió en vida entre los franceses prácticamente el estatus de santa. Era para muchos una segunda Madre Teresa, que dedicaba su vida a los más pobres de entre los pobres.
Nacida en Bruselas el 16 de noviembre de 1908, Madeleine Cinquin, su verdadero nombre, pasó parte de su niñez en París y dedicó gran parte de su vida a ayudar a los recolectores de basura de la capital egipcia, donde la llamaban “hermanita de los traperos”.

Un pequeño cuarto
A los 20 años y tras estudiar Filosofía en la Sorbona, Madeleine tomó los hábitos en contra la voluntad de sus padres. Ingresó a la Congregación Notre Dame de Sion y ocupó décadas de su vida como docente en Turquía, Túnez y Egipto. Recién a la edad en la que muchos se retiran, esta mujer encontró su verdadera profesión: en lugar de retornar al convento volvió a El Cairo junto a los recolectores de basura y vivió una habitación de cuatro metros cuadrados. Luego comenzarían los viajes por todo el mundo para recaudar fondos para beneficencia.
Si bien siempre se mantuvo fiel a la Iglesia, muchas veces se mostró contraria a ciertas posturas extremas: apoyaba el uso del preservativo y creía que los curas debían poder casarse. En una ocasión le escribió al papa Juan Pablo II pidiéndole un permiso oficial para promover métodos de contracepción. Nunca recibió respuesta.
A su retorno definitivo a Francia, a los 85 años, se convirtió en un referente moral en los medios de comunicación. Sarkozy la condecoró en enero “Grand officier” de la Legión de Honor.
La monja fue también un símbolo de la tolerancia interreligiosa. “Un musulmán no es automáticamente un fanático o alguien predispuesto a la violencia. He conocido miles. A todas las personas, especialmente siendo jóvenes, les puede pasar dejarse llevar por instintos primitivos”, señaló. Supo distanciarse claramente de la posición del filósofo francés Jean Paul Sartre, de calificar “al otro” como el infierno. “El otro no es el infierno; es el paraíso”, decía. Es el título de uno de sus libros. (DPA)

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