El inicio del juicio por la tragedia de Cromagnon movilizó también a Skay Beilinson. Pero él prefiere no emitir juicios de valor, sino esperar que termine el dolor. “Se ha dicho tanto y hubo tanta confusión, tanta mala leche, que quedó todo metido en un grado de locura bastante raro”, dice cuidando cada palabra. “Espero que pueda salir a la luz todo lo que ha pasado, que puedan determinarse responsablidades y que de una vez por todas podamos salir de este lugar de tanto dolor”, reclama.
El violero dice que lo ocurrido la noche del 30 de diciembre de 2004 fue muy duro para todo, y que modificó radicalmente la escena rockera argentina. “Pasó algo muy serio, sobre todo en los semilleros para grupos nuevos, donde tenían posiblidades de emerger, de que aparecieran otros grupos. Todo eso se cortó de manera feroz”, dice, y aclara que eso repercute directamente en la situación de la movida. “Cuesta encontrar lo nuevo dentro del rock, pero soy optimista; siempre hubo momentos de picos de creatividad, y mesetas en las que parece que no pasa nada. Y seguramente en algún lugar debe estar gestándose música interesante para el futuro”, arriesga con esperanzas.
Skay no mira mucha televisión, no tiene computadora en su casa, ni teléfono celular, y tampoco escucha mucha música, según dice. “En general soy de escuchar poco, pero cuando nos juntamos y ponemos música suelo recurrir a los clásicos, que son una fuente inagotable de frescura y belleza”, señala.