Gabriela Massuh nació en Tucumán, estudió Letras en la UBA y se doctoró en la universidad alemana de Nüremberg. Ejerció la docencia universitaria, el periodismo cultural y tradujo clásicos alemanes; actualmente es la directora del Instituto Goethe de Buenos Aires. El libro que aquí comentamos es su primera novela. Este último dato es el más llamativo dentro de la biografía de la autora, porque al terminar de leer La intemperie el lector tendrá la impresión de que a esta obra la precede una producción literaria vastísima. La sensación no se desprende del salto tardío a la ficción de la dueña de una trayectoria destacada dentro del mundo cultural. Lo sorprendente es que el texto tiene las características propias de las páginas que derivan de largos procesos de destilación, de un manejo perfecto de las técnicas narrativas.
La protagonista plasma en su diario íntimo, entre diciembre de 2002 y julio de 2004, el dolor que le genera una ruptura amorosa. Lo hace a través de un relato fragmentado en el que se reflejan, como contrapartida de su sufrimiento, inquietudes intelectuales, avatares laborales, problemas familiares, cambios en su vida social y la tragedia de un país -la Argentina- que parece hundirse irremediablemente.
Los géneros se superponen y los ángulos para abordar la historia se multiplican; la autora apela al ensayo, a la poesía, a acotaciones aparentemente menores.
Cuando se avanza en la lectura las piezas parecen conformar un rompecabezas, pero al poco tiempo el lector se percata de que hay huecos que no se llenarán y que esto es lo que ocurre siempre en la realidad. En las lagunas, en lo que no puede definirse acabadamente, en aquello que nunca puede terminarse de entender o de justificar, se esconde gran parte de lo que afecta la vida de la protagonista. "Lo que se siente en el preciso instante en que te dicen ?no es con vos? es, cómo expresarlo, una inefable necesidad de ganar tiempo, de que el momento que constituye el cuadro de la separación sea eterno para que sea irreal. Eternizar la despedida", escribe en su diario.
La novela está poblada de reflexiones particularmente lúcidas y de frases conmovedoras que enfocan las más diversas cuestiones. Pueden referirse a la Feria del Libro y a las ferias de arte ("?esta fiesta de la estadística es nada más que una cortina de humo que impide ver la situación real de la cultura: el estado de los museos, el descuido del patrimonio, la nula protección del libro argentino, la falta de políticas de lectura?"). O a la situación de la juventud actual ("Esta generación nació saturada de la retórica de los padres; por eso nunca exige tener razón. No busca sentido porque nada lo tiene o porque hay tantos sentidos como habitantes en el planeta? Para esta generación ya no hay qué recordar, porque la memoria está vacía de contenidos"). O reflejar una sensación de desconcierto ("Perdimos una guerra, sólo que no se sabe contra quién y por qué").
La intemperie es una gran novela. Nos enfrenta con preguntas que nunca pueden encontrar respuestas adecuadas o con respuestas que no pueden comprenderse. Y, sin embargo, nos hace sentir que lo importante es simplemente formular las primeras y aceptar las segundas, sin aspirar a entenderlas.© LA GACETA