Atiende el teléfono con parsimonia. Saluda. Agradece el llamado y, casi de inmediato, comienza a hablar. Un tsunami de palabras sale de su boca. Pareciera que su vida se dirime a la misma velocidad con la que habla. Mordaz, inteligente y por sobre todo crítico de un país atado a un eterno destino de avances y retrocesos, Enrique Pinti volverá a los escenarios tucumanos con "Pingo argentino", el espectáculo con el que está recorriendo todo el país. Dice que está contento de volver a la provincia después de cuatro años y confiesa su ansiedad por el próximo estreno de la comedia musical "Hairspray", que lo tendrá como protagonista. Claro, también habló de la situación argentina, del kirchnerismo y de la televisión que tantas veces lo maltrató.
- Usted es, en el teatro, una suerte de rey Midas... Todo lo que hace lo convierte en éxito...
- Hasta ahora no me puedo quejar. Hay otros Midas más productivos que yo. No sé si en el teatro, pero sí en la televisión, donde hay Midas grandes como Susana Giménez, Marcelo Tinelli, Adrián Suar... Esos sí son Midas de verdad. Yo soy un "miditas". Pero de verdad, debo reconocer que soy un hombre afortunado porque mis esfuerzos han dado resultado. Hay otras personas que se esfuerzan pero no consiguen el éxito que yo logré desde 1987, cuando estrené "Salsa criolla".
- ¿Cuál es su fórmula para el éxito?
- Hacer que la gente se sienta identificada con las cosas que yo digo. Parecería que hay un pensamiento de la clase media que coincide con mi manera de ver las cosas. No es que siempre estén de acuerdo con todo lo que yo digo, pero sí es una identificación en cuanto a mentalidad. El problema de la clase media no es tanto la pérdida del poder adquisitivo o la caída paulatina en los niveles de pobreza más absolutos. El problema real es de índole educativo cultural. Por eso yo trato de captar a gente de distintos niveles sociales. Claro hay muchos que no pueden venir al teatro porque no pueden pagar la entrada, pero cuando me escuchan hablar por radio o por televisión, o leen lo que escribo en "La Nación", me paran en la calle y me dicen: "¡qué bien lo que dijo!"
- Usted, que hace de todo... ¿cómo se define? Monologuista, actor, humorista, analista político...
- Yo me defino como un hombre de teatro. Mi actividad de monologuista fue saliendo un poco por las circunstancias. Pertenezco al movimiento del teatro independiente de la década del 50 y comienzos del 60, que logró modificar bastante la realidad cultural del teatro en la Argentina. Siempre quise ser actor. Pero, desde los 18 años, comencé a ver al teatro como un reflejo de la realidad. No sólo como una forma de arte puro o de entretenimiento.
- ¿Le sigue siendo esquivo a la televisión?
- Sí, bastante. Creo que la televisión y yo no nos llevamos bien. De todas maneras, en una época, me hicieron muchas ofertas para hacer televisión. Pero yo siempre consideré que no era oportuno hacer en la pantalla chica lo mismo que hacía en el teatro. Porque de alguna forma, si la gente puede ver gratis lo que uno hace en sobre las tablas, no va al teatro. Y yo, la verdad, soy más conservador en eso. El teatro me dio todo. En cambio, la televisión siempre me ha tratado como el c... Los canales siempre pensaron que yo no era buen actor. Lo único que conseguí, en mis intentos por conquistar la televisión y el cine, fue desprecio. El teatro me abrió las puertas y me dio todo. Por eso la televisión no tiene buena prensa conmigo. Aunque debo reconocer que la uso, con mucho gusto y fina voluntad. Voy a todos los programas para hablar de mis obras. Y cuando me llaman para hacer ficción, lo cual sucede muy escasas veces, hago el trabajo de muy buena gana y lo disfruto mucho. Por otro lado, pienso que en la televisión actual no se respeta ni los horarios y, por lo tanto, sería un gran dolor de ?traste? trabajar ante las cámaras. A los 68 años yo no me puedo hacer de regalo este presente griego. No podría aguantar que, de pronto, me den la posibilidad de trabajar y el rating me mate. La televisión es un abismo muy peligroso que no me interesa probar.
- ¿La creatividad en la TV ha muerto?
- No. La creatividad jamás morirá. Se hacen cosas muy lindas, no sólo en la ficción, sino también desde el punto de vista de la producción. A veces sucede que el contenido de algunos productos es patético, pero no están mal hechos. Uno ve la apertura de "Bailando por un sueño" y queda asombrado. Está a la altura de cualquier producción del mundo. Por supuesto, después viene todo el conventillo, que a la gente le gusta. Para eso también hace falta creatividad.
- ¿Bailaría por un sueño?
- No, para nada. Eso sería un gran papelón. Haría el ridículo. Tal vez sería jurado, aunque exigiría que me paguen mucha plata.
- ¿Qué cosas le quitan el sueño?
- Me quita el sueño el estilo presidencial, el kirchnerismo. Yo no creo en la confrontación permanente. Creo que hay que guardarla para cuando no hay más remedio. Y hoy se la usa todos los días. Me parece que se ha enfocado mal el problema con el campo, más allá de que nadie es un santo ni un demonio. Pero el planteo está mal. Y eso me deprime porque este gobierno recién comienza. Y si a los tres meses tenemos una crisis como esta, vamos mal. Me parece terrible que la Argentina tenga -por razones ajenas al gobierno- una prosperidad que aún no está derramada en la sociedad. En la Argentina aún existen casos vergonzosos de desnutrición y pobreza. Entonces, a mi me quita el sueño esta situación en la que cada cosa es una guerra. Y que esa guerra desata inconvenientes que molestan a todos, como el humo y los cortes de rutas. Y todos estamos como rehenes.
- ¿Qué pasaría si todo empezara a ir bien?
- La gente a veces me dice: "¿y si el país se enderezara?". Primero, para que el país se enderece faltan muchos años. Pero supongamos que entre en una senda de cierto grado de realización. Eso siempre va a traer otros inconvenientes. En Suiza, por ejemplo, hablaría del aburrimiento que significa vivir ahí, del exceso de previsión. La realidad me nutre permanentemente.
- ¿Cuál es la palabra que menos le gusta?
- Hay una que me pone los pelos de punta: tortura. No puedo creer que un ser humano sea capaz de torturar físicamente a la gente. Moralmente y psicológicamente, sí porque, en el fondo, todos somos unos torturadores y ejercemos una neurosis terrible. Uno, sin darse cuenta, suele torturar a la gente con lo que dice. Pero, yo no me refiero a eso. Me refiero a esa tortura física sistemática que se aplica para que alguien hable y que está tan establecida en nuestra sociedad al igual que en otros países. Que en estos momentos, la primera democracia del mundo, ejercida por Estados Unidos, haya legalizado la tortura en el Congreso, me molesta mucho. Y también me molesta que Hilary Clinton, una persona en la que yo creía firmemente, se haya puesto republicana para ganar más votos. Me defraudó. Sobre todo cuando dijo que la primera prioridad de su gobierno será destruir Irán.
- ¿Es de los que sientan a ver pasar el cadáver del enemigo?
- La verdad, no me siento. Pero pasan... Yo sé perfectamente que todo se paga acá, en esta vida. Por eso, cuando se hacen muchas atrocidades, hay que esperar, que ya pasarán los cadáveres.
- ¿Que reflexión le merece el incidente que generó la caricatura de la Presidenta realizada por Hermenegildo Sábat ?
- Es una fuerte equivocación. Hermenegildo Sábat tiene una historia como caricaturista. De hecho, ha satirizado a los militares y funcionarios de la dictadura militar. No es una persona antiprogresista ni antidemocrática. Tampoco le estaba diciendo a la señora Presidenta que se calle la boca, porque él no es quien para decirlo. Lo que intentó decir Sábat con su caricatura es que cada vez que la Presidenta habla, genera discordia. Es decir, que elige mal las palabras siendo una señora de gran vocabulario y mucha cultura. Por eso, que ella diga en medio de la plaza que la caricatura de Sábat es un mensaje cuasi mafioso es algo que a mí me implica y me molesta. Me parece una equivocación suprema.