Papeles, botellas y pañales esparcidos en el pasto. Juegos y caminerías destruídos. Calles llenas de agua y sectores con el césped alto. En el parque 9 de Julio hay zonas que cayeron en el descuido, mientras que otras aparecen renovadas y en buen estado.
El lago San Miguel es el sector más sucio y arruinado. Los desperdicios mezclados con algas y musgos que flotan en el espejo obligan a los patos a esforzarse para nadar. Los niños pescan y juegan junto con sus padres en medio de la basura y del barro. Las vallas que rodean el lago se ven inseguras y en algunas partes fueron arrancadas. El remedio fue remendar con hierros pero tan delgados y poco estéticos que no brindan seguridad y afean el paseo.
“Este es el lugar más visitado y peor cuidado”, señaló Rosana Vázquez. “Lo que más temor me da es que la baranda está en pésimo estado y hay vidrios tirados. Esto es un peligro. Aquí ya murió ahogado un niño el año pasado”, dijo.
Esteban Solórzano lamentó que no se haya recuperado la confitería del lago, que se derrumbó en enero. “Ni siquiera sacaron los escombros”, se quejó. Mientras vendía pochoclo a los niños, Julio Romano contó que el principal problema del parque es la gente. “Pasan al lado de un tacho, pero tiran la basura al piso”, señaló.
Muchos de los que paseaban ayer en el parque se quejaron por la falta de baños públicos y por la falta de iluminación de algunos sectores. Varias farolas perdieron sus focos a causa de las pedradas y dejaron vastas zonas a oscuras. La mayoría de las fuentes ya no tiene ni siquiera los grifos a través de los cuales fluía el agua que les daba vida. Las grandes superficies de césped, en algunos sectores, pierden su belleza porque denotan que en el último corte que se hizo los yuyos no fueron retirados.
Daniel Banegas, un mendocino que recorría el lugar junto a su esposa, criticó el estado de la caminería y de los canteros con flores. “Lo que más lamento es que no funcione el reloj de flores. Me dijeron que este es el principal paseo tucumano y no lo parece; le falta mantenimiento”, opinó.
El Rosedal ha quedado como una de las zonas favoritas para los visitantes, que disfrutan de un paisaje colorido y perfumado. No obstante, la pérgola está sucia y llena de graffitis. Las áreas cercanas a los bares se muestran en buen estado.
El subsecretario de Servicios Públicos municipal, Alfredo Toscano, reconoció que las 50 personas que trabajan a diario en el mantenimiento no dan abasto para limpiar la basura que tira la gente, sobre todo los fines de semana.