Excéntrico e insobornable

Excéntrico e insobornable

Un genio de los trebejos. Un análisis de Roberto Espinosa, Redacción LA GACETA.

19 Enero 2008
Sus ágiles piernas parecían las de un conejo asustado cuando trataba de huir del periodista y el fotógrafo de LA GACETA. Partió a la calle Córdoba a comprar zapatos, acompañado por el trebejista tucumano José Heras Abeleira. En el negocio, volvieron a abordarlo y Bobby Fischer le preguntó a su ladero:

- ¿Quiénes son estos?
- Periodistas amigos.

- Ah... está bien, pero nada de notas.

El periodista dijo: "Solamente lo acompañaremos a elegir sus compras".
- Nada, hoy no... fuera.

Corriendo, cruzó la esquina de Córdoba y 25 de Mayo y tomó un taxi aquel 9 de noviembre de 1971.
Introvertido, caprichoso, excéntrico, insobornable, Bobby Fischer no se destacó como otros prodigios en la infancia, pese a su coeficiente intelectual de 184. A los 12 años, se negó a ir a la escuela. Se le plantó a su madre: "Prefiero ser el mejor del mundo en ajedrez que uno más entre muchos en cualquier carrera".
A los 13 años, destrozó al ajedrecista norteamericano Donald Byrne con la que luego llamaron "partida del siglo". Años después, cuando debía participar en las eliminatorias para el Campeonato Mundial, Sam Blanker, un millonario aficionado al juego, se ofreció a pagarle el viaje a Portoroz, ?a condición de que dijera que nunca hubiese podido ganar este torneo sin su ayuda. "Si gano un torneo, lo gano yo solo. Yo soy el que juega. Nadie me ayuda. Gano yo con mi talento", respondió.
Se comparó su juego con las sonatas de Mozart y las fugas de Bach, y a su figura esquizoide con Hamlet. "Lo que sé desde chico es que uno debe tener confianza en sí mismo, pero esta confianza debe estar fundada en los hechos. Mi inconsciente está dedicado al ajedrez todo el tiempo. Incluso, cuando no estoy estudiando o sentado delante de un tablero, se me ocurren cientos de ideas nuevas", afirmaba.
Fischer rompió la supremacía soviética en el ajedrez, oxigenó el juego ciencia y desafió al mundo con algunas extravagancias. "Genio. Es una palabra. ¿Qué significa realmente? Si gano, soy un genio. Si pierdo, no lo soy. El ajedrez es la vida. En ambos casos dependen de uno", decía.
Acosado por la soledad y por sus fantasmas, Bobby Fischer cerró ayer el tablero de la vida en Islandia. Seguramente, se quedó con ganas de darle jaque mate a la muerte.

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