El 2 de setiembre se cumplieron diez años de la muerte del Dr. Frankl. Este hombre, médico de profesión -doctorado en Medicina y en Filosofía- supo conocer los horrores de los campos de exterminio nazi en la Segunda Guerra Mundial, y previamente, toda la lenta y progresiva estigmatización social que recibía por su condición de judío. El legado del Dr. Frankl ha trascendido ampliamente los límites de su Austria natal: la Logoterapia, creada por él, es hoy conocida y difundida en todos los países del mundo, desde Japón a Estados Unidos, desde Noruega a Chile. Su inquebrantable esperanza en el hombre y su constante apelación a las fuerzas de renovación del espíritu humano caracterizan su extensa obra, que cuenta con más de 47 libros editados y cientos de conferencias dictadas en todo el mundo. Uno de sus libros más conocidos -y best seller durante años- es El hombre en busca del sentido, donde relata su vivencia en los campos de concentración.
Nacido en el SudMähren (lo que antiguamente fue territorio del Imperio Austrohúngaro) el 26 de marzo de 1905, hijo mayor del matrimonio constituido por Elsa Wiener y Gabriel Frankl; desde muy chico se vio interpelado por grandes interrogantes acerca del sentido profundo de la vida. El mismo recordaría más tarde como un hecho crucial en su vida lo siguiente: "recuerdo bien la reacción que tuve a los trece años, cuando, frecuentando el instituto, fui sometido a un aprendizaje reductivo. Nuestro profesor de Ciencias Naturales estaba explicando que la vida, en último término, no era sino un proceso de combustión, un proceso de oxidación. Entonces me puse en pie de un salto y exclamé: ?Profesor Fritz, si eso es así, ¿qué sentido tiene la vida??"
Muchas personas creen que la Logoterapia nació en los campos de concentración. Esta es una idea errónea. Frankl ya hablaba de Logoterapia en el año 1926, cuando siendo estudiante de Medicina, había formado centros de orientación para jóvenes con la intención de reducir el índice de suicidios debido a la entrega de notas escolares. Es indudable que las terribles experiencias de aquel infierno lo marcaron de manera radical: allí perdió a su madre y a su joven esposa embarazada, y tuvo que asistir como médico a su padre en su agonía. De esta experiencia, Frankl -el hombre y el médico- salió atravesado por el dolor, pero fortalecido por la convicción de que, como decía Niestzche, "quien tiene un para qué vivir, puede soportar casi cualquier cómo". Esta es la columna vertebral de la Logoterapia: la creencia -mejor dicho, la convicción- de que el hombre para vivir necesita hallarle un sentido a su vida, necesita un para qué vivir. Este sentido es único e irrepetible para cada hombre y para cada situación de su vida, y puede ser descubierto -no inventado ni creado- sólo por él mismo. La vida orientada según valores es el mejor modo de tener una sana actitud existencial. No nos previene de las crisis ni de las vicisitudes de la vida, pero sí nos posiciona de un mejor modo ante ellas. Más fortalecidos, más firmes, más esperanzados, más comprometidos.
Argentina fue el primer país donde la Logoterapia tuvo acogida después de la propia Austria. Allá por 1954, invitado por unos médicos argentinos que lo habían conocido en Viena, vino a Buenos Aires a dar su primera conferencia el Dr. Víktor Emil Frankl. Desde ese momento, la Logoterapia comenzó a hacerse conocida en nuestro país. Hoy somos muchos los que, convencidos de las ideas forjadas por el Dr. Frankl, buscamos desandar esos mismos caminos intentando ser profetas del sentido, desde la práctica clínica, desde la educación y la docencia, desde el trabajo social y sanitario, y fundamentalmente desde la apasionante experiencia de la propia vida.© LA GACETA