"Nos incitaba a pensar y a actuar"

Dr. Hernan Frias Silva - Docente de Historia de las Instituciones - UNT (A pedido del autor, este texto fue extraído del que fue publicado en la revista Lex de julio de 1998)

26 Junio 2007
Arturo Ponsati fue un personaje único en la historia de Tucumán. Esto no es ninguna novedad para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, tratarlo y compartir sus sueños y desvelos, alegrías y penas, éxitos y fracasos; y, por qué no decirlo, sus rabietas.
Arturo fue mucho más que un teórico de la política o un eximio profesional del derecho: fue un elegido de la providencia, un hombre que dedicó su vida a la búsqueda del bien común, sin renuncias ni dobleces, frontal y apasionadamente. Esa entrega al prójimo fue, a mi entender, la característica más notable -y más noble- de Ponsati. En las inolvidables tertulias de los sábados, su tonante voz nos incitaba a pensar y actuar, cual si hubiera sido un Sócrates redivivo.
Toda su inmensa sapiencia y su ardiente vocación de servicio las volcó Ponsati a la acción concreta. Su militancia y contribución intelectual trascendieron ampliamente las fronteras nacionales.
La designación en 1991 como  vocal de la Corte Suprema, cuerpo que presidió con singular brillo y singularidad, implicó para él quizá el más grande de los muchos sacrificios que hizo en su fructífera vida: desde el día que llegó a la Corte, Arturo se olvidó de la militancia partidaria.
Sin dudar abandonó, de una vez y hasta su prematuro fin, el ejercicio de la vida partidaria, entendida esta como un interminable juego de conflictos y armonías, pactos y desencuentros que nuestro hombre jugó como ninguno, en un doble sentido: porque lo hizo sin ningún interés personal (“el poder es un gran servicio público”, enseñaba); y porque lo jugó limpia, honesta y generosamente.
Para quienes lo conocimos fue, simplemente, “el maestro”. Así como en vida me recordaba a San Agustín, hoy, ya ausente, cuando pienso en Ponsati me vienen a la memoria las palabras de su admirado San Pablo, en la Segunda Carta a Timoteo: “vigila en todas las cosas, soporta las aflicciones, cumple tu ministerio. Que yo ya estoy a punto de ser inmolado, y se acerca el tiempo de mi muerte. He combatido con valor, he concluido la carrera, he conservado la fe”.
Arturo Ponsati cumplió cabalmente sus múltiples ministerios; soportó con estoicismo todas las aflicciones, espirituales y físicas; combatió brava y lealmente infinidad de batallas, siempre defendiendo la verdad y, por sobre todas las cosas, murió como vivió: poseído por una ardiente fe en Dios y sus hermanos.