Calles de varias ciudades y hasta una estación ferroviaria llevan el nombre del coronel Ramón Estomba, bravo guerrero de la Independencia. Nacido en Montevideo en 1790, se enroló muy joven en el Ejército del Norte. Estuvo en la serie de famosas victorias y famosas derrotas que se sucedieron entre 1810 y 1813: Suipacha, Cotagaita, Huaqui, Las Piedras, Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Su actuación le valió varias y merecidas condecoraciones. Preso por los realistas, estuvo en la cárcel del Callao durante siete años. Ni bien lo liberaron ingresó al ejército del general San Martín.
Actuó en la toma de Lima y en el primer sitio y defensa del Callao. A fines de 1821, San Martín lo ascendió a teniente coronel y fue condecorado con la Orden del Sol del Perú. Siguió participando en campañas patriotas, como la de la Sierra, a órdenes de Arenales, o la del sur de Chile, de Alvarado. En 1824 volvieron a capturarlo los realistas, pero pudo escapar. Sirvió a las órdenes de Bolívar destacadamente, y peleó en la batalla de Junín. Vuelto a la Argentina, fue destacado en las fuerzas de campaña de la provincia de Buenos Aires. El ministro de Guerra, Juan Ramón Balcarce, le encargó fijar la línea de frontera del sur.
Tras enormes dificultades, levantó los fuertes "La Esperanza" y "Protectora Argentina". En torno a ellos creció lo que sería la actual ciudad de Bahía Blanca. El coronel Estomba se incorporó luego a las fuerzas de Lavalle para luchar contra los caudillos, en 1829. Más tarde fue nombrado comandante de la frontera sur.
Fue en esa época que la conducta del coronel empezó a mostrarse francamente extraña. Cuenta Eduardo Wilde que, en medio de la noche, le daba por llamar a los soldados a ensillar los caballos y a enganchar los cañones, para partir hacia el desierto "sin víveres, sin agua, sin previa preparación?. De pronto, interrumpía la marcha y formaba un campamento en cualquier otra parte. A la madrugada, sin haber comido ni dormido los soldados, los ponía otra vez en movimiento. Hacía disparar los cañones al horizonte sin objetivo alguno. Además, disponía arrestos y degradaciones cuyo motivo nadie conocía.
Hizo colocar en la plaza principal de Dolores un cartel de insólito texto. En grandes letras, expresaba: "Desde ahora para siempre, hasta la muerte y más allá de la muerte, dejo el insignificante nombre de Ramón y me llamaré Demóstenes Estomba". Además, envió copia del cartel al general José María Paz, quien la recibió atónito.
Tanto los soldados como la población estaban cada día más alarmados por el incomprensible desempeño del comandante. Las cosas se precipitaron, narra Wilde, cierta noche de luna, cuando los tambores del ejército tocaron llamada para formar. Había "tres oficiales presos, uno de ellos condenado a muerte en condiciones horribles: debía ser atado a la boca de un cañón y destrozado de un cañonazo". Estomba vigilaba el cumplimiento de su orden. El oficial fue amarrado al extremo del cañón, mientras todos, con enorme angustia, se preguntaban qué falta espantosa se quería sancionar de modo tan atroz.Algunos vecinos intentaron hacer razonar a Estomba, quien los interrumpió bruscamente, invocando el principio de autoridad. Y ordenó: "¡Sargento, fuego!". Pero ocurrió que el sargento, ya con la cuerda de la estopa en la mano, "tuvo un momento de irresolución: fijó sus ojos en los del comandante, algo vio en su mirada que lo iluminó de súbito, y maquinalmente lanzó un grito: ¡Compañeros, el coronel está loco!".
Los soldados se apoderaron de Estomba. Fue internado, en estado de total demencia, en el Hospital General de Hombres de Buenos Aires. Allí falleció el 27 de mayo de 1829.
Dice Wilde que Estomba solía quitarse dos o tres años cuando manifestaba su edad. "De lejos parecía un apuesto caballero: su andar era marcial, su gesto significaba energía y cierta disposición en arco de su cuerpo, en virtud de la cual la parte anterior hacía una imperceptible prominencia, le daba el aspecto de hombre decidido a llevarse todo por delante. Una nariz y unos ojos en continuo pestañeo eran los rasgos más salientes de su fisonomía".