La salud de la mujer trabajadora

La salud de la mujer trabajadora

Por Francisco Arias Solís - Escritor.

08 Marzo 2007
"Mío es el hijo en mí y en él me aumento.
Su corazón prosigue mi latido.
Saben a mí sus lágrimas primeras.
Y esa humedad caliente que lo envuelve

es la temperatura de mi entraña."
Angela Figuera Aymerich

El trabajo, al que las personas dedican una buena parte de su tiempo disponible, es un factor decisivo para la salud y la enfermedad .

Desde aquel falso temor de que "las jóvenes no debían trabajar en ambientes excesivamente calurosos porque las temperaturas despertaban en ellas pasiones que no sabían dominar", hasta el aforismo de que el sitio de la mujer era la casa, los defensores de la legislación proteccionista no ocultaron su voluntad de dar marcha atrás al proceso de incorporación de la mujer al trabajo.

En la actualidad se puede afirmar que el promedio de trabajo (remunerado o sin remuneración) de las mujeres supera invariablemente al de los hombres.

En general, el incremento del tiempo dedicado al trabajo asalariado no implica una reducción proporcional del tiempo dedicado al oficio doméstico, pero sí una reducción del tiempo de ocio de la mujer, lo que se puede traducir en un aumento de los accidentes y de las enfermedades profesionales.

La consideración de la salud femenina como más frágil que la del hombre, y, en general, las teorías de la fragilidad femenina se han ido desmoronando, y, si bien, las mujeres no parecen gozar de inmunidad ante los riesgos laborales, tampoco, puede decirse que sean más vulnerables que los varones, excepto durante la maternidad.

La mayoría de los estudios que se realizan sobre la salud de la mujer trabajadora intentan detectar los efectos nocivos del ambiente laboral sobre la maternidad, dado que se sabe que ellas -aunque también los hombres- están expuestas a riesgos físicos, químicos y biológicas que pueden afectar su función reproductora.

Los agentes nocivos pueden, además de afectar a la menstruación y al ciclo ovárico, originar esterilidad en los dos, alteraciones cromosómicas de los óvulos o espermatozoides, disfunciones sexuales, abortos o muertes fetales, malformaciones o incluso enfermar al recién nacido a través de la leche materna.

Otras sustancias inducen a cánceres en los hijos a través de alteraciones genéticas en el esperma o en el óvulo, o por acción directa sobre el feto.

Los agentes nocivos pueden producir también la muerte del embrión o el feto en el interior del útero, provocando los llamados abortos blancos.

Se ha demostrado la mayor incidencia de los abortos espontáneos dentro de algunas ocupaciones como las trabajadoras de químicas o artes gráficas y entre las mujeres que trabajan en quirófanos o en servicios de radiología, en sanidad.

Factores descritos como mutágenos o teratógenos o capaces de inducir el aborto pueden provocar partos pretérmino (antes de las 37 semanas), bajo peso en el recién nacido o crecimiento intrauterino retardado.

El desencadenamiento del parto antes de tiempo se ha relacionado en particular con la fatiga laboral.

La maternidad debe ser considerada como una función social y no como una coartada para la discriminación.

Es necesario, por tanto, adecuar la legislación a la realidad social y a los conocimientos científicos para poder garantizar tanto la igualdad de derechos como la protección de la salud de todos los trabajadores y de sus hijos, sean hombres o mujeres.

Y como dijo la poetisa: "Madres del mundo, tristes paridoras, gemid, clamad, aullad por vuestros frutos".