Las dos pasiones de Gerardo

Las dos pasiones de Gerardo

Análisis. Por Juan Carlos di Lullo - Redacción LA GACETA.

07 Febrero 2007
Siempre tenía un proyecto bajo el brazo. Cada vez que volvía a Tucumán, lo hacía con la idea de filmar una película en la que seguía sintiendo su tierra, a pesar de que la violencia de los años 70 lo había empujado a la amargura del exilio. Como él mismo solía decir, quería devolver a su provincia la identidad y la raíz para crecer que allí recibió y que le permitió expresarse a través del cine. Además de mirar la realidad a través del objetivo de su cámara, Gerardo imaginaba un mundo propio y personal que trataba de plasmar en imágenes; aunque había hecho experiencias como actor, su lugar estaba en el sillón del director. Sin embargo, no era esta la única tarea vinculada con el cine que lo desvelaba. Su preocupación por transmitir a los más jóvenes sus experiencias y sus conocimientos lo llevaron a crear en Madrid una escuela de cine por la que pasaron cientos de aprendices. Las reflexiones y los detalles técnicos que contiene su libro “Un camino hacia el cine”, escrito durante su permanencia en España, son una guía preciosa para quienes quieran internarse en el fascinante universo de la realización cinematográfica. Y su pasión por enseñar lo llevó a crear en Buenos Aires el Taller de Cine del que surgió el grupo Martín Fierro. Así se desarrolló la vida de Vallejo, entre las cámaras, las luces y los actores en el set de filmación, y en las aulas, entre jóvenes ávidos de hacer cine. Pero por sobre todas las cosas, Gerardo dejó, entre los que lo conocieron o tuvieron la oportunidad de trabajar con él, el ejemplo de una vida consagrada a una vocación irrenunciable, fuertemente vinculada a los principios que le dictaban sus profundas convicciones. El “Chango” se fue, pero nos quedan sus enseñanzas y el producto de su fuerza creativa.















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