En la recta final, la atropellada de Boca resultó incontenible

Análisis. Por Rodolfo Bernárdez.

09 Mayo 2006
BUENOS AIRES.- Antes de comenzar el Apertura 2005, es decir el primero de los dos torneos locales ganados por Boca Juniors bajo la batuta de Alfio Basile, la formación del equipo que se proyectaba como ideal para titular incluía a Roberto Abbondanzieri; Hugo Ibarra, Rolando Schiavi, Daniel Díaz, Juan Angel Krupoviesa; Diego Cagna, Fernando Gago, Daniel Bilos; Federico Insúa; Guillermo Barros Schelotto y Martín Palermo.
Casi como en una ecuación matemática, salvo ausencia circunstancial de Ibarra en el partido del domingo, la conclusión está a la vista: en el transcurso de toda la temporada 2005-06, Boca mantuvo una base maciza y sólo necesitó de tres cambios de fondo, uno por línea, en todos los casos apuntando a bajar la edad sin dañar la calidad.
Así, en la zaga, Matías Silvestre cumplió acertadamente en un lugar en el que se desempeñaba el experimentado Schiavi. Sebastian Battaglia se hizo imprescindible para equilibrar el medio, tomando la posta dejada por el veterano Cagna y, en el ataque, Rodrigo Palacio, fundamental en varios tramos del bicampeonato, le ganó el puesto a un Barros Schelotto que cedió la titularidad sin perder el amor de los hinchas.
El “Coco” tuvo que enfrentar una tarea nada sencilla en el Clausura. La cátedra lo daba como favorito, porque mantenía la base campeona y porque sus oponentes más serios le darían ventaja con eso de rotar jugadores para afrontar simultáneamente los compromisos internacionales.
Boca sufrió sus dos derrotas del torneo en las primeras cinco fechas, tramo en el que también vivió como negativo el empate en Córdoba con Instituto, por entonces ya en zona de descenso para nunca más salir.
Tuvo que sobreponerse a varias fechas sin Palacio, lo que lo debilitó adelante, con el consiguiente menor alimento para un Palermo insulso, acotado. Afrontó intermitencias en Insúa y problemas para acomodar del todo a Bilos, a la vez que careció por lesión de un Battaglia determinante, indispensable a la derecha de Gago, que sólo pudo recuperar en el último tramo. Bordeó el filo de la cornisa con tres empates seguidos que lo mantuvieron apenas en carrera. Con Tiro Federal de visitante (casi otra derrota), con River (un triunfo, porque lo consiguió cuando el campeonato se le escurría entre los dedos y ya había recurrido a la última esperanza: al endiablado “Mellizo” para forzar el penal que permitió igualar). Y finalmente, otro empate sufrido, en Rosario, con Newell’s.
En la fecha 13 se acabó la tregua para los demás postulantes que venían pasándose la punta de unos a otros, partido a partido. Lanzado en la recta final como esos caballos favoritos que pagan $ 1,40, Boca demolió con seis victorias seguidas, el asombroso 2-1 ante Banfield (con el zapatazo de Ibarra que lo volvió a la vida), el merecido 2-1 a Colón, en Santa Fe; el trabajoso 1-0 a Arsenal, el electrizante 3-2 a Vélez de visitante (junto al de River “los” partidos del campeonato), la estimulante goleada 4-0 a Estudiantes y el indiscutible 2-0 del domingo con Independiente.
En esa carga final, Boca había juntado las partes. Ya había recuperado la plenitud de Palacio, y Palermo recobraba la memoria como para tal vez llegar a terminar como goleador del Clausura. Bilos se acomodaba, los más de Insúa pesaban más que sus menos y finalmente volvía Battaglia.
Contó también con algo de eso que llaman la suerte del campeón: mientras Basile armaba el rompecabezas no hubo ningún rival que escapara; más bien fueron quitándose puntos unos a otros, debilitándose para el momento de la arremetida del favorito. (DyN)