La piel cobriza y el pelo renegrido contrastan con el impecable delantal blanco. Los enormes ojos negros se le iluminan cuando lo nombran: Yonathan Daniel Cáceres. Es oriundo de Quilmes, tiene 7 años y va a 2º grado en la escuela Nº 217 de El Bañado, Amaicha del Valle.
El jueves, Yonathan recibió junto a otros 66 compañeritos una cama de madera de regalo, con un colchón celeste con flores amarillas, que se le proveyó como parte del Programa Nacional de Atención a la Niñez y Adolescencia en Riesgo (ProAme). Firmó la planilla como un adulto y se aseguró de que a la cama la pusieran en un lugar seguro. Probó el colchón dando pequeños saltos y se acostó de espaldas, con los ojos semicerrados mirando al cielo. "Por fin voy a dormir solito", balbuceó.
El ProAme, destinado a comunidades rurales, está diseñado para aliviar los problemas de las poblaciones campesinas. En Tucumán, 22 escuelas, con un total de 2.431 alumnos, son beneficiarias de este programa, según dijo a LA GACETA la secretaria de Estado de Políticas Sociales, Beatriz Mirkin, que dirigió con su equipo el acto de entrega en Amaicha y en Monteros.
Mirkin explicó que el criterio de selección para la entrega de elementos se basó en las características de las comunidades rurales con población dispersa y en las condiciones de vida de los niños. La mayoría de los pequeños no cuenta con medios de transporte para llegar a la escuela.
En algunas localidades, sobre todo en la montaña, los ómnibus son escasos. Si bien la atracción por la bicicleta fue muy grande en otras escuelas (como en La Ciénaga y en Monteros), en El Bañado, de los 119 alumnos, 67 optaron por tener su camita propia; 5 eligieron ropa de abrigo (vaqueros, camisa de jean, camperones y zapatillas reforzadas) y 30 pidieron "bicis".
La Nación invirtió en el ProAme de Tucumán casi $ 350.000, a razón de $ 100 por niño; y la provincia aportó $ 70 más para la compra de bicicletas y $ 15 más para las camas. Los abastecedores son tucumanos.
"Llegaron los Reyes"
"Llegaron los Reyes por primera vez en la vida de estos niños. Además de la pelota, nunca tuvieron otro juguete; la bici no sólo la eligieron para venir a la escuela, sino porque es aquello con lo que soñaron siempre", opina Berta Delia Soria, madre de uno de los chicos que concurren al establecimiento. "Yo vengo de Fuerte Quemado, a 25 km. Es lejos de la escuela, pero ahora no me voy a cansar tanto; mire... es hermosa mi bicicleta", dijo emocionada María Anabel Guzmán (11), de 7º grado.
Las hijitas de Georgina Bardón, Sharon y Daniela, optaron por tener sus camitas. "Aquí la gente se las arregla para vivir con lo que tiene. Los hijos duermen de a dos o tres y hasta de a cuatro por colchón; muchos tienen como cama el suelo", dijo la dirigente de Mujeres Campesinas Aborígenes, sin dejar de tejer, levantó la voz en el acto para agradecer los elementos recibidos. "Cuando vinieron a prometer todo esto, no les creímos; pero ahora veo que no nos han mentido; que la Pachamama los bendiga", finalizó la oradora, oriunda de Quilmes.
Entre los seis hijos varones de Miriam Rosas, cinco eligieron camas y colchón; sólo uno se aventuró por una bicicleta; "Aquí no hay TV... y para colmo no me hizo efecto la inyección", dijo en tono jocoso.
Las mujeres piden ginecólogos, charlas para controlar la natalidad y políticas para mejorar la calidad de vida. "Una clínica general, una vez a la semana, no basta; aquí no llega el plan Nacer y no tenemos hospitales; queremos que venga el gobernador a hablar con nosotras y a conocer cómo vivimos", reclamaron casi al unísono.