Unos 1.000 aficionados a las riñas de gallos desatan su pasión en Termas de Río Hondo

Los entendidos aseguran que las riñas ya no son mortales, como antaño. Los animales no mueren, porque un reglamento pone límites al match. Rechazo de la sociedad.

ASESTANDO EL GOLPE. Los gallos se atacan una y otra vez, con sus patas y picos, despertando voces de aliento entre los espectadores. ASESTANDO EL GOLPE. Los gallos se atacan una y otra vez, con sus patas y picos, despertando voces de aliento entre los espectadores.
04 Agosto 2002
Erizadas las plumas del cuello, acero en los picos, púas en las patas, los gallos se lanzan uno contra el otro empujados por un instinto visceral. Desde las tribunas se escuchan gritos de aliento -"¡Vamos, Negro! ¡Pegue, Colorado!"- y se ofrecen apuestas. A lo largo de la hora de pelea, los contendientes sangran, vacilan, se rehacen, son lavados y vueltos a lanzar al ruedo. Cerca de mil personas, provenientes de distintas provincias argentinas y hasta de Brasil y Bolivia, desatan desde ayer en Las Termas su entusiasmo por las riñas de gallos. Hasta el cierre del Torneo Tradición y Turismo habrá más de 150 peleas en el Complejo Deportivo de la villa.
"Cada participante presenta cuatro gallos; los puntos que gana se van sumando a lo largo de ocho torneos, con vistas a la copa nacional", explicó Luis Brandán, uno de los organizadores del torneo.
Aunque ha adquirido ciertas características "deportivas" y cuenta con una multitud de fanáticos en toda la Argentina, la antigua práctica de las riñas es mirada con desprecio por la mayor parte de la sociedad, porque se las considera un espectáculo sangriento. Pero los especialistas aseguran que rara vez un animal muere en combate, como se cree, y siempre son cuidados por sus dueños con gran dedicación.
"Según el reglamento, el gallo pierde por conteo. Es decir, cuando pasa un minuto sin que responda a los ataques del adversario, pierde -detalló Brandán-. En este torneo tenemos $2.000 en premios y en la copa nacional hay un pozo superior a $10.000".

Victoria emplumada
Satisfechos por haber salvado una pelea que ya parecía perdida, el cordobés Marcelo Gait y el correntino Tito Romero ensalzaban las virtudes de su "pupilo", el Mosca Negra. "Aguantó a lo macho, demostró que es de buena sangre", sentenció Gait, oriundo de Villa María. En su provincia, como en muchas otras, las riñas no están permitidas pero igual se realizan.
Romero, un criador prestigioso, comentó que hace cuatro años uno de los animales que le vendió al legislador tucumano José René "Gallito" Gutiérrez ganó un torneo con premios de $14.000 que se realizó en el Chicken Club (ubicado en el Camino del Perú), uno de los más importantes del Noroeste. Entre los apostadores más fuertes de las riñas se destacan los brasileños, que suelen jugar unos 3.000 dólares -según Romero-, pero los argentinos no arriesgan más de $150.
Mientras hablaba con LA GACETA, en la zona de "boxes", Gait recibió la visita de un apostador que lo buscaba para pagarle. "Eso demuestra que para el gallero la palabra es sagrada", afirmó. Entre ellos se dispensan un trato fraternal, como si pertenecieran a una logia.
Cuando el gallo termina su vida útil, por lo general después de varios años, queda como padrillo del criadero. Algunos alcanzan una longevidad asombrosa, como un ejemplar de 16 años -de Romero- que ya está casi ciego por la vejez y todavía sigue pisando gallinas, "al tanteo".
"Todos los gallos míos tienen nombre", manifestó Gait, dueño de El Yacaré, Látigo, El Aguila, El Atrevido, La Avispa, Lechiguana y otros "púgiles" que pisaron la arena del stud.

Todos afirman que los impulsa sólo el afán competitivo
"El gallero no es ?timbero?, y el ?timbero? no cría. Ese es el que hace lío. Los apostadores fuertes, por lo general, no son dueños de gallos", aseguró José Mujica, un veterano de Añatuya, ex agricultor "cansando de ser arruinado por los políticos -dijo-. Aquí uno hace amigos, confraterniza con toda clase de gente".
"Las riñas, hoy, ya no son lo que eran hace 40 años. Antes dejaban que se maten, no había conteo ni un reglamento que protegiera al animal", destacó el sanjuanino Tomás Reynoso.
En la opinión del médico santiagueño Alberto Undalel, todo gallero está imbuido de pasión. "Busca la satisfacción de que su animal gana una pelea. No compite por el dinero", definió. Entre los aficionados hay gente prestigiosa, muchos profesionales y comerciantes. Hasta un juez santafesino que prefirió el anonimato, porque en su provincia las riñas están prohibidas.
El brasileño Renato Do Campo llegó desde Sao Borja (Río Grande) y se pasa seis meses al año viajando de un torneo a otro, mientras su esposa y su hija atienden el negocio.
El correntino Tito Romero (51) contó que él fue gallero antes de conocer las riñas. "En el campo, donde yo nací, mi mejor diversión era ver pelear a los gallitos -relató-.
Después trabajaba en una estación de servicio y seguía criando gallos. Los hacía pelear un ratito y los volvía a guardar". Cuando descubrió las riñas, la crianza se convirtió en su medio de vida. Ahora tiene 300 gallos en un sitio alejado del casco urbano. De otro modo, el canto de tantos animales juntos atormentaría al vecindario.

Picos y espolones
RAZA COMBATIVA.- Los gallos de riña descienden de una raza japonesa y requieren un cuidado especial que insume tiempo y dinero. El precio de un buen ejemplar oscila entre los $500 y los $1.000. Para entrenarlos les ponen guantes en las patas.

UN YERBATERO ACORRALADO.- Pedro Héctor Carré, de Misiones, trajo seis gallos a Las Termas. Concurre todos los años, desde hace 14 temporadas, y en este momento de crisis le sirve para olvidarse un poco de sus penurias de agricultor. "Hoy el trabajo dejó de ser un motivo de entusiasmo, porque antes uno ganaba bien, había futuro -reflexionó-. Uno compraba una chacra para su hijo y él crecía. Hoy se muere de hambre. Tengo 22 hectáreas de yerba que en 1987 me rendían para comprar tres camionetas cero kilómetro. Ahora saco $3.000. No me alcanza ni para la limpieza".

PRIMEROS AUXILIOS.- Después de cada pelea, los gallos pasan por la "enfermería", en un rincón del estadio, donde les cosen y desinfectan las heridas. "A veces quedan tuertos, llenos de lastimaduras en la cabeza y en el cuello, pero rara vez mueren en pelea", explicaron Miguel Arias y Sergio Martínez, dos tucumanos de Ciudadela que curan gallos en todas las riñas.

"BOUTIQUE" GALLERA.- El sanjuanino Francisco Luque vende accesorios para galleros en una mesita. La mercadería incluye guantes de entrenamiento ($10), púas ($20) y picos ($20) fabricados por él mismo.

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