Los datos del mercado laboral al tercer trimestre del año desnudan una realidad que está creciendo: detrás del desempleo y de la informalidad en el trabajo siguen creciendo el cuentapropismo como un mecanismo de percepción de ingresos, necesarios para cubrir, por ejemplo, una Canasta Básica Total (CBT) para una familia tipo que, en el caso de Tucumán, ha superado el millón de pesos. Sólo de esa manera y acrecentando las remuneraciones del grupo puede haber cierta certeza para no caer en situación de pobreza, mucho menos de indigencia.
Si bien la tasa de desocupación en el país se redujo a 6,6% (en Tucumán subió al 6,2%), este resultado responde fundamentalmente al crecimiento de la informalidad y del cuentapropismo de subsistencia, fenómenos que no son capturados como desempleo por la metodología estadística pero que reflejan una profunda precarización. La creación neta de empleo (238.000 puestos) estuvo dominada en un 85% por ocupaciones informales, impulsando la tasa de informalidad del 42,6% al 43,3% y consolidando una estructura laboral más vulnerable, indica un estudio realizado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
Precarización estructural
La creación neta de empleo en el período interanual se dio en un contexto de precarización estructural de la fuerza laboral. Este proceso se refleja en la caída de la proporción de trabajadores asalariados (del 73,1% al 71,9% de los ocupados) y, simultáneamente, en el aumento del cuentapropismo (del 23,3% al 24,5%), un fenómeno asociado a menudo a la subsistencia y la baja cobertura social, detalla el reporte al que accedió LA GACETA.
El principal factor detrás de esta dinámica es el crecimiento de la informalidad laboral y el cuentapropismo, en detrimento de los puestos asalariados. En el último año, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) registró un aumento de 238.000 personas ocupadas, de las cuales casi el 85% (201.000) corresponde a trabajadores informales en el país. Esto es consistente con la destrucción de empleo registrado en el sector privado, que la Secretaría de Trabajo viene informando mensualmente.
Como resultado, la tasa de informalidad se ubicó en el 43,3% en el tercer trimestre, por encima del 42,6% del año previo. Entre los asalariados, la informalidad alcanza al 36,7%, también dentro de los registros más elevados del período reciente. En el Gran Tucumán-Tafí Viejo, el trabajo no registrado es uno de los más elevados dentro de la medición nacional. Durante el primer trimestre del año, la informalidad afectó a más de la mitad de los asalariados, mientras que en el segundo, cayó al 47,9%. Se espera que, para el tercer trimestre, este indicador ceda, aunque con los resultados difundidos esta semana por el Indec, probablemente la variación será leve. En la última década, el trabajo en negro nunca estuvo por debajo del 40%, de acuerdo con la serie histórica elaborada por la Dirección de Estadística de la Provincia.
El último trabajo, al primer trimestre del año, el área que conduce Pedro Rollan reveló que los bolsones de informalidad más altos están en el sector Comercio, con una tasa del 29,4%, seguido por el Servicio Doméstico (12,1%) y por la Construcción (11%).
Otra señal preocupante en el desenvolvimiento del mercado laboral, en una situación de volatilidad, es la evolución del empleo por cuenta propia, en particular aquel sin aportes. Esta categoría continúa siendo la más dinámica del mercado laboral: en el último año pasó de representar el 23,3% al 24,5% del total de los ocupados, detalla el informe del CEPA.
Las brechas estructurales se mantienen: las mujeres jóvenes (14 a 29 años) continúan siendo el grupo más afectado, con una tasa de desocupación del 12,7%, casi el doble del promedio nacional. En contraste, los varones de 30 a 64 años registran el menor nivel (4%), evidenciando una segmentación que combina factores de género y edad.
La presión global sobre el mercado de trabajo mostró una reducción (5,9%), explicada por caídas en la subocupación y en la búsqueda de empleo entre quienes ya trabajan. Sin embargo, esta disminución puede interpretarse no solo como una menor necesidad de empleo adicional, sino también como un desaliento encubierto ante la escasez de oportunidades de calidad, en un escenario donde el empleo registrado en el sector privado continúa contrayéndose.









