Cartas de lectores: El Obligado de La Vuelta de Obligado

Hace 7 Hs

Dadas la belleza formal del “Santos Vega” de Rafael Obligado y, especialmente, su perdurable y extensa proyección tanto en la literatura y otras manifestaciones artísticas, como en todos los niveles de la educación argentina -sin dejar de ser por eso una obra de cenáculo-, no menos cierto es que acaso la fina sensibilidad del poeta haya sido víctima de la formidable presión de las pautas ideológicas reinantes en la “intelligentzia” portuaria. Que Jauretche llamó “colonización pedagógica”. Una presión solapada, seductora y sibilina como la voz de la serpiente edénica, capaz de enfrentar a la creatura con el Creador, que oscureció en las letras de Obligado lo que había recibido como luminosa herencia cultural desde el seno materno: “He recordado ya -confiesa el poeta- que, en los dominios de mis antecesores, en las riberas del Paraná, se libró un combate famoso con dos escuadras extranjeras (la batalla de La Vuelta de Obligado, contra ingleses y franceses, 1845). Allí murieron centenares de argentinos. Sobre esas tumbas, mi familia elevó en aquella época una cruz, «La solitaria cruz de ñandubay» que menciono en «El hogar paterno». Ante aquella cruz, mi madre nos llevaba a orar, nos contaba la historia de los mártires allí enterrados, nos hacía tejer coronas de flores del aire, abundante en los talares inmediatos, para entrelazarlas en ofrenda a los brazos de esa cruz; y así, en esa lección sublimemente práctica, aprendimos sus hijos a amar a Dios, a la patria y a sus héroes”. Y La Vuelta había sido la patriada heroica por excelencia de un gauchaje irreconocible en las estrofas del “Santos Vega” que escribiría después. El sutil veneno antinacional había llegado hasta ahí. No de otra forma puede entenderse que ese niño, educado en esos sagrados amores, haya sostenido, ya adulto y poeta, que “si el general San Martín consiguió la independencia política argentina, fue el poeta Echeverría el que logró la emancipación intelectual del país de España”. Enarbolar semejante “emancipación” de nuestras raíces culturales hispanocristianas, precisamente, es la aspiración suprema de todos los enemigos de la Patria. La Patria de Obligado, de La Vuelta de Obligado. Mas el alma del gauchaje argentino, protagonista de todos los combates por la Soberanía Nacional, desde las Invasiones Inglesas hasta la gloriosa gesta austral, ha venido a sobrevivir en la pluma del hijo de Rafael, Carlos Obligado. Quien, como redimiendo el extravío paterno, en su poema “Patria” (1943) denuncia con dolor que la nuestra fue “…predestinada a error y desengaño, / negó ideal hispánico, argentino, / cedió al interés y pensamiento extraño”, renegando así de la tan nefasta “emancipación” pregonada por su padre. Para, finalmente, dejar grabado su nombre para siempre en el himno de orgullo y reivindicación nacional de los argentinos y los iberoamericanos todos: la “Marcha de Las Malvinas” (1940), porque son sus versos los que cantamos con unción: “Tras su manto de neblinas / no las hemos de olvidar…”. Los de Carlos Obligado, éste sí, el criollo de La Vuelta de Obligado.

Arturo Arroyo                                         

amarroyo@hotmail.com.ar

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