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En el arte del ilusionismo, lo visible rara vez es lo esencial, ya que de modo más que preparado el mago distrae con luces y gestos, mientras la verdadera acción ocurre fuera de la mirada. El mundo de la política suele enmascarar estas ilusiones en todos lados y lo mismo vale para la reforma laboral que se ha empezado a discutir de un modo muy enmarañado, que para el grave minué que se baila en la AFA, para los devaneos globales de Donald Trump o para las implicancias del caso Venezuela. Lo que se debería hacer en el devenir del día a día es dudar de todo y estar siempre atentos, porque seguramente nada es lo que parece.
El proyecto de cambios laborales que llegó al Congreso después de mil y un vericuetos tiene muchos de esos ingredientes de apariencia, ya que su texto parece esconder más de lo que muestra porque irradia hacia muchos costados que van más allá del ámbito laboral. Lo que no se puede disimular es que detrás de la letra que circula hay un ingrediente ideológico muy profundo, acorde a los tiempos que vive la Argentina, algo que vendrá impuesto de suyo con la eventual aprobación.
Al cuerpo legal propuesto se lo llama “modernización” no sólo para quitarle el lastre del concepto de “flexibilización” que tuvieron otras experiencias fallidas, sino porque explícitamente o por decantación, el cerebro de quien la pergeñó ha puesto en jaque con el laberinto de su redacción a un paradigma ciertamente agotado, para impulsar otro del todo necesario, pero bien ideológico al fin y de tono opuesto, que excede lo estrictamente laboral. De allí, las resistencias que genera sobre todo en quienes defienden conceptos ideológicos diferentes, como los del populismo de izquierda que prevaleció durante dos décadas.
Así, la Justicia, la economía, lo gremial y lo cultural no han quedado de lado en los cambios explícitos o implícitos que tiene el proyecto y se verán necesariamente afectados por el bombazo que significará la nueva Ley, porque más que variantes de fondo en el modo de gestionar el mundo del trabajo, lo que se dice en el título, el proyecto trae por detrás un cambio del marco de referencia que afecta a una gran parte de la arquitectura orgánica y cultural de la Argentina contemporánea. Cada capítulo del proyecto, más que un ajuste aislado, resulta ser parte de un engranaje que apunta a transformar primero la arquitectura laboral y, por extensión, la institucional.
Así, el texto no se limita a ajustar detalles técnicos y cada capítulo abre un frente distinto que, en conjunto, dibuja un nuevo mapa de relaciones laborales, mientras que hay que mirar la letra chica que es donde se pueden disimular los elefantes. Está claro que desde la contratación inicial hasta la resolución de conflictos, el proyecto propone un recorrido que modifica reglas históricas y proyecta patrones bien diferentes a los actuales. Entre los más evidentes están:
- El período de prueba que se extiende y se convierte en una puerta de entrada más flexible, con impacto directo en la estabilidad inicial del trabajador.
- Las indemnizaciones y Fondo de Cese Laboral que reemplaza la lógica del pago único por un sistema acumulativo y que altera la noción de seguridad frente al despido.
- La jornada laboral y el llamado “banco de horas” que introduce elasticidad en la organización del tiempo, con efectos sobre la productividad y las necesidades personales.
- En vacaciones y licencias se redefinen los descansos y los permisos y se amplían algunos derechos, pero también reorganizando su uso.
- Para los llamados Regímenes Especiales se incorporan nuevas categorías como plataformas digitales, para darle lugar al concepto de actividades en la era tecnológica.
- En cuanto a los procedimientos judiciales, lo que se busca es reducir la litigiosidad y acelerar las resoluciones de casos, con consecuencias quizás buscadas en la relación entre lo laboral y la Justicia, ya que la Ley podría terminar incluso con el fuero laboral, siempre tan afecto a darle la razón a los gremios.
-Si se le quiere pasar un peine fino a la reforma, se observa que la misma trasciende lo estrictamente sindical, ya que económicamente busca dinamizar el mercado ocupacional a costa del valor “estabilidad”, mientras que judicialmente, como se ha visto, apunta a erosionar instituciones del derecho laboral. Lo que cambia socialmente es la idea del trabajo como derecho, acercando la situación a un contrato flexible y transitorio, mientras que políticamente, la “modernización” se convierte en un símbolo de la agenda liberal del gobierno. Si luego genera o no empleo, ése será otro cantar aunque está claro que las PYME –los mayores generadores de puestos del mercado- no tienen cabida en este cuerpo legal
Así como en la cuestión laboral se despliega un juego de espejismos institucionales, en el mundo del fútbol, la AFA perfeccionó su propio acto de prestidigitación: un escenario de defensa simbólica que busca disimular, entre bambalinas, la real estructura de poder y de negocios que muestra crudamente que se le niega el ingreso de las SAD como aportantes y que se soslaya que con ese dinero se podrían mejorar sustancialmente el resto de las actividades deportivas y sociales de los clubes y separar una parte quizás para los zonales o de barrio. Lo que surge de la resistencia es que, en verdad, hoy el fútbol ya está privatizado a favor de los actuales dirigentes.
FOCO JUDICIAL. Sur Finanzas quedó bajo investigación y su relación con la AFA encendió señales de alerta en el fútbol argentino.
Así, se ven hoy quienes se encolumnaron detrás de la nuca de Claudio “Chiqui” Tapia y que caretearon para levantar durante años una fachada de defensa de la “identidad nacional” del deporte. Lo cierto es que ese discurso servía para encubrir la trama del asunto, ya que mientras con el paraguas de la FIFA (que no lo impide en otros lugares) se negaba la entrada de inversión privada con el argumento de preservar quien sabe qué cosa, se abría un espacio discreto para que los dirigentes manejaran sus negocios personales sin dar demasiadas explicaciones. La retórica de la protección funcionaba como telón, detrás del cual se sospecha de acuerdos más que opacos y beneficios particulares.
Ese espejismo, sostenido en la ficción de que el fútbol debía permanecer “en manos de los socios”, parece haber sido la pantalla que legitimaba la concentración de poder y riqueza en pocas manos. Así, el espectáculo futbolístico se convirtió en un escenario donde la magia está en la superficie, mientras el indiscutible negocio ocurre fuera de la vista del público. De ese modo, la AFA construyó un relato de resistencia a la supuesta mercantilización, aunque en la práctica lo que se consolidó fue un sistema cerrado, impermeable a la transparencia y a la competencia que necesariamente tenía que colisionar con las ideas de Javier Milei y el empuje popular que acaba de lograr en las últimas elecciones.
Del mismo modo que en el mundo del trabajo y en el rubro fútbol en la Argentina se levantan telones para encubrir la realidad, el documento sobre la “Estrategia de Seguridad Nacional 2025” que dio a conocer la administración Trump en los EEUU despliega su propio repertorio de trucos: un guión de grandeza que, bajo un título solemne, esconde la intención de reorientar el poder estadounidense hacia afuera del país, aunque muchos conceptos comprometen al mismísimo capitalismo del que ese país hace gala desde siempre. Al ser observado con atención, el manifiesto revela los hilos de un cambio de paradigma en la política global, con la novedad del desgajamiento de Europa y la reivindicación del “Hemisferio Occidental” (por América Latina), por no decir “patio trasero”.
Justamente, en esta parte del mundo está vigente el caso de Nicolás Maduro, quien desde Venezuela intenta sostener su propio acto de simulación política. Frente al impacto simbólico del Premio Nobel a María Corina Machado y a la presión internacional encabezada por Trump, el bolivariano sigue desplegando su discurso de continuidad y de resistencia que busca inyectar mística a sus seguidores, cada vez con más reparos. La narrativa oficial se presenta como un escudo contra las amenazas externas, pero funciona también como una maniobra de prestidigitación destinada a tapar a la vista la fragilidad de la permanencia chavista en el poder.
Está más que claro que en el panorama que se difunde abundan los envoltorios que capturan la atención, mientras las decisiones reales se tejen en otro plano. Como en un truco de cartas, lo que parece central y reflejan los debates frente a la opinión pública puede ser apenas una cortina de humo que oculta el verdadero movimiento. Así, la escena se convierte en un espectáculo donde las prioridades visibles pueden ser figuradas, ya que lo esencial se juega entre bambalinas. En la política, como en el ilusionismo, lo aparente suele ser apenas un decorado.







