Los Sueldos, un paraje que olvidó hasta a sus jóvenes

Los Sueldos, un paraje que olvidó hasta a sus jóvenes La Gaceta / Fotos de Analía Jaramillo
Santiago Pérez Cerimele
Por Santiago Pérez Cerimele Hace 7 Hs

Los Sueldos es un pueblo olvidado”. La sentencia de Lucía Zamorano (67 años) incomoda a sus vecinas, Florinda Juárez (78) y Nadia Díaz (45). Incluso la misma Lucía parece sentir vergüenza al pronunciarla. Pero no se amilana, y retruca: “Los Sueldos está un poco perdido para las autoridades. Los dirigentes tienen casa, tienen autos; pero Los Sueldos sigue siendo el mismo pobre de siempre”.

Pasó un puñado de minutos de las 9 del martes, y Lucía está por ingerir su primera comida desde el día anterior, vaya uno a saber a qué hora. Nadia acaba de traerla de su casa; durante la noche quedó sin luz, y se cayó. Sus gritos de socorro resultaban inaudibles; y además, prácticamente nadie andaba por la calle a esa hora. Lucía se jubiló por discapacidad, tiempo después del 8 de octubre de 1995, día en que sufrió un accidente de tránsito. “Era enfermera titular del hospital; y ese día estaba de guardia. Me mandaron con un paciente a la ciudad, y la ambulancia volcó. Todas las secuelas que tengo son de ese el accidente”, cuenta.

Con el dinero del seguro, pagado, finalmente, entre dos o cuatro lustros después del siniestro -no recuerda con precisión-, pudo hacerse una modesta casa, donde vive sola. Casi la totalidad de su haber, unos $230.000, los destina a medicamentos para pelearle a la diabetes y a la hipertensión. “Mi comida es cara; algunas pocas veces como carne, porque cuesta. Como pan todos los días, pero antes comía dos pedazos ahora un pedacito. La vez pasada la comuna repartió mercadería, pero me dijeron que no me correspondía porque no estaba anotada; les pedí que me anoten. Por lo menos necesito la caja de leche. Me dijeron que ya me la harán llegar”, dice.

En ese marco, rescata la bonhomía de sus vecinos. “La gente de este lugar es buenísima; si usted pide un trozo de pan, aunque no lo conozcan le van a dar dos. Y lo van a hacer pasar a tomar un café o cualquier cosa. Pero la gente”, aclara.

El espacio al que los lugareños llaman plaza es un cuadrado de césped salpicado con unos pocos banquitos. Lo circunda una cinta de hormigón de un metro de ancho, que pretende ser una vereda. Los troncos de los árboles internos están pintados de blanco, como toque ornamental.

La imagen alrededor de esa dizque plaza parece sacada de un manual de historia. Más precisamente, del capítulo que cuenta cómo se organizaban las ciudades fundadas por los conquistadores: enfrente del cuadrante ubicaron la comuna, la comisaría, la parroquia y la escuela. Basta un paneo para abarcar todo; y eso es, principalmente, Los Sueldos. A algunas centenas de metros está lo que llaman “Sueldos chico” o, los más modernos, “Sueldos junior”. Y, por supuesto, a algunos kilómetros ya está la parte más “próspera”, que se desarrolla alrededor del ingenio Leales. Ahí pueden verse varios almacenes y negocios de distintos rubros. Pero para comprar hay que trasladarse en vehículo.

“De avance, poco y nada. Los comisionados son todos del ingenio; nunca gana uno de aquí; y todo es para allá”, explica Hugo Díaz (53). “Esta es la calle principal, que da la vuelta a la plaza; y supuestamente figura asfaltada desde hace años, según la gente. Las calles son un problema aquí”, dice Hugo.

A esa altura, una ambulancia se estaciona frente a la casa de Florinda. La fue a buscar a Lucía, para llevarla a su curación. Nadia había pedido en la comuna que la llamen. Ella fue a auxiliar a su amiga. La trajo en la silla de ruedas especial que utiliza su hijo, que tiene parálisis cerebral. “Ya no es tan severa, porque desde hace cuatro meses lo tengo en un instituto. Ha estado internado un mes y medio”, explica Nadia.

Hugo destaca la ambulancia nueva casi como único cambio en muchísimos años. “La destinaron al CAPS (Centro de Atención Primaria de Salud); y viene y lleva a curar algunas personas que no pueden manejarse por sí solas”, dice. Como la abrumadora mayoría de los adultos de Los Sueldos, él es empleado de la comuna. “Es el único recurso aquí, aparte de la gente que entra en el ingenio. Pero esos son pocos, y además es temporal. Por ahí los hijos de los que se van jubilando entran, pero son muy pocos”, insiste.

Y sin haberlo querido toca una fibra que duele: “Pocos chicos siguen estudiando cuando terminan el secundario; son contaditos. Quedan ahí, en la nada, esperando que le den un puesto en la comuna”.

Falta de alternativas

Mientras Hugo habla con LA GACETA, en la escuela del pueblo, Juan Martín de Pueyrredón se celebra la misa de colación de grados. Luego se llevará a cabo el acto de entrega de diplomas a una decena de egresados de la primaria y del EGB3: es la única institución que mantiene vigente este sistema en todo el departamento Leales, según su directora, Roxana Mabel Núñez (47).

Los Sueldos, un paraje que olvidó hasta a sus jóvenes

El 1 de enero de este año asumió el cargo, ganado por concurso. Roxana es de Quilmes, la localidad que complementa el nombre de la comuna; pero siente la pertenencia a Los Sueldos, porque un par de décadas atrás había tomado una suplencia docente en esa misma escuela que hoy dirige.

Con mirada seria, ratifica la realidad que pinta Hugo. “El nivel socioeconómico de los papás es muy bajo. Hay un porcentaje de empleados de la comuna; pero la mayor parte son mamás que tienen asignación universal. La mayoría no tiene trabajo estable. Y los pocos que tienen trabajo o un nivel un poquito mejor llevan los chicos a otras escuelas, a colegios privados, en el ingenio Leales”, dice.

Considera que para el año que viene ya el EGB3 no funcionará más. Pero destaca que la primaria se mantiene. “La infraestructura es bastante buena para los años que tiene la escuela (165). Este año ha mejorado bastante; la parte de atrás es nueva”, explica.

Los preadolescentes y adolescentes de Los Sueldos deben alejarse un poco de sus casas para hacer el secundario -en la zona del ingenio incluso funciona un instituto privado-; pero el destino señalado por Hugo parece insoslayable. “Para continuar los estudios ya tienen que ir a Bella Vista; y hay que hacer un recorrido... Si hubiera un puente -el que ya está pedido, desde Villa Fiad- sería directo. Pero no existe ese puente; entonces tienen que dar una ronda para ir a Bella Vista. Y es el único lugar que ofrece carrera terciaria y hasta universitaria (la Facultad de Derecho de la UNT dicta una extensión áulica en esa ciudad). Y después, la ciudad (de San Miguel de Tucumán), no queda otra”, precisa Roxana.

Los Sueldos, un paraje que olvidó hasta a sus jóvenes

Y agrega, no sin un dejo de lamento en sus palabras: “Pero la gran mayoría con suerte termina el secundario; y muy pocos toman la responsabilidad de seguir sus estudios. Además, muy pocos pueden acceder a algo, porque también está el factor económico”. Si el joven no cuenta con vehículo propio, la opción que le queda es pagar un auto rural; pero el costo por estudiar crece, en un contexto de pobreza. Un servicio de transporte que una algunas localidades del interior podría torcer para bien el destino de los chicos del interior profundo de Tucumán. “Para ir a Bella Vista hay que ir hasta San Miguel de Tucumán, y de ahí ‘volver’ a Bella Vista. No hay algo directo. En algún momento, en Santa Rosa, que está como a ocho kilómetros de acá, el comisionado de entonces había puesto un transporte para que los chicos vayan a Bella Vista; era una gran ventaja para muchos chicos de la zona, porque tenían su transporte. Pero eso fue un tiempo, una política, no sé”, dice Roxana.

Sobre el final de la conversación advierte sobre una cuestión que está latente, y que resulta una amenaza no sólo para Los Sueldos, sino para muchas ciudades alrededor del mundo: el marcado descenso de la tasa de natalidad. “Aquí también bajó, fruto de las políticas del Ministerio de Salud para prevenir el embarazo adolescente. Ahora hay menos nacimientos”.

“Los Sueldos es un pueblo olvidado”, sentencia Lucía. Y acaso sin saberlo, metonímicamente está avisando que alguien se olvidó de los chicos de Los Sueldos.

Igual, 30 años después

El 10 de abril de 1995 LA GACETA publicó en su vieja sección “Por los barrios” un especial sobre Los Sueldos, ese paraje ubicado a casi 45 kilómetros de San Miguel de Tucumán, a la vera de la ruta provincial 306. El título central decía: “La persistencia de un lugar vacío”; y en la bajada aludía a la carencia de fuentes de trabajo. A poco más de tres décadas de aquella publicación, casi nada ha cambiado en el pueblo. El lugar sigue pareciendo vacío. Las imágenes que el periodista Juan Quintero había usado hace 30 años podrían servir para describir el mismo lugar hoy. “Actualmente, los jóvenes no tienen trabajo, y ven pasar el tiempo entre partidos de fútbol y una que otra diversión”, dice parte de aquella crónica. La vigencia de esa afirmación espanta. Los lugareños de Los Sueldos cuentan que el pueblo debe su nombre al dueño originario de las tierras donde está emplazado el paraje. Solo que el apellido del hombre era Sueldo, sin la s final.

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