“Rage bait”, la palabra del año que revela el malestar digital

Oxford eligió el término que describe contenido creado para provocar enojo e interacción. Especialistas analizan cómo estos neologismos exponen el clima emocional de la época.

ESPEJO DE LAS REDES. El paisaje tecnológico redefine el lenguaje y las experiencias cotidianas de los usuarios. ESPEJO DE LAS REDES. El paisaje tecnológico redefine el lenguaje y las experiencias cotidianas de los usuarios.
Belén Castellano
Por Belén Castellano 04 Diciembre 2025

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“Antes, los diccionarios impresos se actualizaban cada diez años porque se entendía que ese era el tiempo necesario para que los usos lingüísticos se estabilizaran entre una edición y la siguiente. Hoy, con internet y la cultura digital atravesada por la inteligencia artificial, todo ocurre con una velocidad vertiginosa y esos plazos se han acortado drásticamente”, explica el doctor en Lengua, Julio Sal Paz a LA GACETA.

La reflexión del lingüista permite introducir un fenómeno que ya dejó de ser una rareza para convertirse en una señal de época. El domingo, el Diccionario Oxford anunció que rage bait era su palabra del año 2025. El término nombra un tipo de contenido creado de manera deliberada para provocar enojo y, a través de esa emoción, estimular la interacción en redes sociales. Las plataformas digitales moldean no solo los modos de comunicarse, sino también la aparición de neologismos que describen experiencias cada vez más comunes en los entornos virtuales.

Según Oxford, el uso de la expresión se triplicó en los últimos meses, lo que muestra que la práctica se volvió habitual. En un comunicado, la institución afirmó que los usuarios son arrastrados rápidamente a debates y argumentos polarizadores como consecuencia de algoritmos que premian aquello que suscita enojo. Con esa elección, el diccionario se suma a una tendencia compartida por otras instituciones: casi todas eligieron palabras vinculadas a la vida digital como protagonistas del 2025. La selección evidencia la centralidad del ecosistema tecnológico en la vida cotidiana y en el vocabulario de millones de personas.

La emocionalidad

Para el doctor en Humanidades Andrés Stisman, director del proyecto de investigación “Lenguaje, conocimiento y mundo”, el impacto de lo digital es claro. Explica que en un solo día una persona puede conversar con más individuos de los que habría conocido en toda su vida en la Edad Media. La digitalización de la vida reorganiza prácticas, modifica subjetividades y altera la manera en que los individuos se perciben a sí mismos. “La validación externa expresada en likes, reacciones y viralizaciones adquiere un valor desproporcionado. La imagen que se vende se vuelve central, junto con la fabricación de alter egos digitales diseñados para mostrar felicidad y éxito allí donde no necesariamente los hay”, sostiene.

En este escenario, no sorprende que un término asociado a la indignación ocupe el centro de la escena. Stisman afirma que la relevancia del “rage bait” revela la dinámica emocional que atraviesa la vida digital. “Muchas personas pasan horas irritadas. La circulación continua de información, a menudo confusa, engañosa o directamente falsa, expone a los usuarios a un flujo de estímulos tóxicos que alimentan un estado de irritación permanente”, dice. El fenómeno no se limita al entretenimiento inofensivo. También impregna el discurso político, donde los contenidos provocadores se usan para amplificar perfiles públicos y generar cadenas de reacciones que terminan en discusiones cada vez más extremas.

Para el experto, hay un elemento importante en la consolidación del término: “Su uso implica cierto grado de reconocimiento. Señala que existe una conciencia acerca de la causa de la indignación y de la manipulación que la incentiva. La existencia y circulación del término revelan un resquicio crítico en medio de la saturación emocional: se nombra la trampa y, al hacerlo, se muestra que ha sido advertida”.

Un barómetro cultural

Sal Paz coincide en que la palabra elegida no solo describe un fenómeno, sino que retrata el clima actual. “Estas palabras funcionan como un barómetro cultural, como una foto lingüística de un momento determinado que capta el espíritu de la época”, explica. Para él, la importancia de la selección anual va más allá del ejercicio lexicográfico. Tiene un fin cultural: mostrar debates, preocupaciones y estados de ánimo que atravesaron a una sociedad en los últimos meses.

El lingüista destaca que el origen de estos neologismos se encuentra en nichos muy particulares, sobre todo en plataformas como TikTok y Reddit. Allí emergen expresiones de la inmediatez que funcionan como metáforas directas de experiencias subjetivas. “Son palabras que permiten nombrar los efectos subjetivos que estas tecnologías generan. Dan cuenta de formas del malestar que ocurren en esas plataformas, con la IA como la vedette del momento”, señala.

Oxford ya había elegido en 2024 la palabra “brain rot” para describir el agotamiento mental provocado por el desplazamiento infinito o “scrolling” en el celular. Este año, rage bait completa el ciclo: indignación, amplificación algorítmica y agotamiento. “Lo que muestran estos términos es un diagnóstico social compartido. Exponen a manera de instantánea el malestar mental que atraviesa la cultura digital”, explica.

Naturalizar el malestar

Aunque reconoce el valor descriptivo del término, Sal Paz advierte sobre un riesgo. “Plantear como palabra del año términos que tienen connotaciones tan negativas tiene su sesgo. Hablamos de contextos negativos que tienen que ver con un clima de época”, sostiene. Para él, la repetición de conceptos ligados al malestar puede naturalizar emociones nocivas y volverlas parte del paisaje comunicacional.

Sin embargo, también resalta un aspecto positivo. La rapidez con que se incorporan estas palabras reduce la brecha entre el uso vivo del lenguaje y la norma de las instituciones. “La estrategia adoptada por diccionarios como Cambridge, Oxford o la RAE contribuye a que los usuarios se sientan más representados y reconocidos dentro de esas entidades”, señala.

Construir alternativas

Los entrevistados coinciden en que el lenguaje nunca es un simple reflejo pasivo de la realidad. La nombra, la categoriza y la hace visible. “El lenguaje cumple una función catártica y de construcción de la realidad. Estos términos nos permiten tomar conciencia de lo que ocurre en los espacios de socialización y disputa ideológica que son las redes”, asegura Sal Paz. Para él, que un concepto se vuelva masivo muestra que la experiencia dejó de ser un murmullo de nicho para convertirse en una sensación compartida y reconocible.

Stisman remarca que este reconocimiento es clave en un entorno donde la atención se vuelve mercancía y la emoción se convierte en recurso económico. La palabra no soluciona el problema, pero actúa como señal de alerta.

Ambos especialistas coinciden en una necesidad: construir alternativas. “El lenguaje es un campo de batalla y estos neologismos actúan como faro de lo que ocurre. Lo importante sería plantear palabras de resistencia que no lleven a lo que los algoritmos buscan que se popularice. Expresiones vinculadas al consenso, al respeto, a la participación ciudadana para construir un mundo más plural e igualitario”, concluye Sal Paz.

La elección de Oxford, entonces, no solo identifica una tendencia lingüística. Expone la forma en que las plataformas están moldeando el pensamiento, el comportamiento y las emociones. El término “rage bait” no es apenas una palabra del año. Es el síntoma de una época que intenta comprenderse en medio de un paisaje digital convulsionado.

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