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Diciembre siempre tiene una carga emocional distinta. Es el mes donde el año se cierra, llegan las fiestas, aparecen los viajes y todos sentimos, de alguna manera, que “nos lo merecemos”. En ese clima, el aguinaldo se vuelve una válvula de escape. Y la economía del comportamiento lo explica bien: para la mente es un “windfall gain”, un ingreso separado mentalmente del sueldo, más fácil de gastar y más difícil de administrar con frialdad. Además opera el sesgo de presente: nos cuesta priorizar el largo plazo cuando la emoción nos tira a vivir el ahora.
Pero 2025 no es un año normal. Y eso se nota. Después de dos años de nominalidad extrema, 2025 trajo algo que Argentina no veía hace tiempo: desinflación. La inflación acumulada ronda el 31% y eso, que es una buena noticia, convive con dos realidades duras: salarios reales deprimidos y un reacomodamiento fuerte de precios relativos, desde servicios hasta tarifas. El resultado es simple: el bolsillo quedó tensionado. Por eso, en un contexto que solía disparar consumos de cobertura (“compro ahora antes de que aumente”), hoy pasa lo contrario. El consumo cotidiano está débil. Las ventas minoristas no repuntan, los supermercados muestran poca rotación, y los rubros típicos de “me cubro con bienes durables” -electrodomésticos, tecnología- apenas crecieron 15% interanual, muy por debajo de la inflación. Esto, incluso con las inconsistencias estadísticas que generan las nuevas modalidades de compra y pago.
Sin embargo, en paralelo, se movieron otros mercados: subió la venta de autos 0 km, hubo movimiento inmobiliario, y el turismo emisivo volvió a niveles récord, incluso por encima del turismo receptivo. Pasó algo simple: la gente recortó en el día a día, pero cuando pudo, destinó recursos a decisiones patrimoniales o proyectos concretos, no a consumo corriente. El crédito también volvió a crecer después de años donde la nominalidad lo hacía imposible. Y eso reactivó decisiones que requieren financiamiento: autos, viajes, refacciones, algunos inmuebles.
El aguinaldo llega en un escenario particular: inflación más baja, salarios reales golpeados, crédito más disponible, precios relativos ya corregidos y una economía que, para bien o mal, cambió su lógica de comportamiento.En años inflacionarios extremos, la respuesta era casi automática: gastarlo para cubrirse. Hoy no hay ese incentivo. El aguinaldo no funciona como escudo; funciona como reordenador. Y eso cambia todo. Entonces… ¿qué podés hacer con tu aguinaldo en este contexto?
Lo más importante es entender que este año no se decide desde la urgencia inflacionaria, sino desde cómo quedó tu situación después del ajuste. Si llegás con deudas de 2024, tiene lógica empezar por ahí. En un entorno donde las tasas reales siguen siendo positivas, bajar pasivos te da aire para los meses que vienen y te recompone más que cualquier inversión tradicional.
Si estás ordenado, el aguinaldo puede servir para saldar compromisos de diciembre: vacaciones, fiestas, cuotas acumuladas. Diciembre es un mes caro en sí mismo, y usar el aguinaldo como nivelador evita caer en sobregiros que después cuestan dos veces.
Después está la opción de ahorrar o invertir. El menú de rendimientos del año fue bastante parejo: nadie le ganó por mucho a la inflación. Plazos fijos entre 30% y 35%, CER/UVA alrededor del 40%, dólar MEP 26,9%, CCL 28,77%, acciones 16%. Donde sí hubo diferencia fue afuera: el SPY subió más de 40% y el oro trepó arriba del 120%. Con esa foto, tiene sentido que algunos piensen en diversificar parte del aguinaldo hacia activos globales o instrumentos dolarizados.
En cuanto a bienes reales, un inmueble en alquiler rinde poco más del 3% neto anual, pero ofrece estabilidad patrimonial. Las obligaciones negociables pagan cerca del 7% y los bonos soberanos más del 9%, aunque con riesgos claros en un país con reservas netas todavía bajas.
En turismo conviene mirar el Índice de Tipo de Cambio Real Bilateral (ITCRB) con Brasil, que es un buen proxy para evaluar si Argentina está cara o barata frente a ese destino. ¿Qué pasó este año? El ITCRB está hoy 15% por encima de los niveles de diciembre 2023–enero 2024, lo que implica que Argentina se encareció en términos reales frente a Brasil: vacacionar del otro lado de la frontera cuesta hoy bastante más que el año pasado. Sin embargo, aun en ese nivel relativamente alto respecto al promedio histórico, Brasil sigue siendo competitivo frente a muchos destinos locales, donde la corrección de precios relativos fue más intensa. Por eso, pese al encarecimiento, sigue apareciendo como una opción válida para quienes ya venían planificando viajar.
El ejemplo simple
Si tenés una tarjeta cargada, usar el aguinaldo para limpiarla hoy te da más margen que cualquier inversión.
• Si estás ordenado y querés viajar, podés pagar una parte ahora para evitar financiarte después.
• Si buscás protegerte, podés poner una parte en CER/UVA y otra en dólar MEP.
• Si estás pensando en ahorrar para un auto o un departamento, el aguinaldo puede ser el empujón inicial.
• Si querés invertir afuera, este año el mundo te dio la señal más clara.
Este diciembre no corre la lógica de “gastalo para cubrirte” que conocimos en la era de la alta nominalidad. El 2025 exigió muchísimo: salarios castigados, precios corregidos, crédito que recién se normaliza. Por eso, el aguinaldo recupera su rol original: no es un extra emocional, es una herramienta estratégica.
Y en un año donde la economía dejó de correr detrás de la inflación, usar bien el aguinaldo puede ser la primera decisión racional del ciclo que viene.






