De quedarse a las puertas del Mundial con Los Pumitas al sueño del Circuito del Seven: la revancha de Martiniano Arrieta

El wing o fullback de Universitario vivió en un año la experiencia de jugar para Tarucas en el Súper Rugby Américas, quedarse afuera del Mundial M-20 por una lesión y ser convocado a Los Pumas Seven para el Circuito Mundial.

ILUSIONADO. Arrieta es una de las caras nuevas de Los Pumas Seven de cara a la nueva temporada en el Circuito Mundial; el wing de Universitario se perdió del Mundial M-20 debido a una lesión en el segundo metacarpiano. ILUSIONADO. Arrieta es una de las caras nuevas de Los Pumas Seven de cara a la nueva temporada en el Circuito Mundial; el wing de Universitario se perdió del Mundial M-20 debido a una lesión en el segundo metacarpiano. PRENSA UAR.

En Universitario lo conocen desde chico. Llegó casi de casualidad, de la mano de un compañero del colegio, y nunca más se fue. Un día se quedó a dormir en la casa de ese amigo, al otro fue al entrenamiento en el club y algo le hizo clic. El resto del camino se construyó entre tardes de césped, botines gastados y la certeza de pertenecer a un lugar. Con el tiempo, ese “Uni” de la infancia se convirtió en el corazón de su vida deportiva. No lo dice con grandes discursos; le basta una frase sencilla para resumirlo todo: “Me enganché y no dejé nunca más. El club es lo más lindo que hay para mí”, cuenta Martiniano Arrieta. Hoy, ese mismo chico que empezó a los seis años está a las puertas de uno de los desafíos más grandes de su carrera. Es jugador de Universitario, jugó la primera mitad del 2025 para Tarucas en el Súper Rugby Américas y ahora forma parte del plantel de Los Pumas Seven que disputará el Circuito Mundial.

El equipo de Santiago Gómez Cora debutará este fin de semana en Dubai: se medirá con Fiji el sábado a las 6.10, luego enfrentará a Francia a las 9.38 y cerrará la fase de grupos ante Sudáfrica a las 13.34. Entre los nombres habituales y consolidados del seleccionado, el tucumano aparece como una de las cinco caras nuevas del plantel, junto con Juan Patricio Batac, Sebastián Dubuc, Valentín Maldonado y Eliseo Morales.

El llamado lo encontró preparado, pero igualmente sorprendido. Venía de participar en concentraciones con el Seven, de convivir con el sistema, de estar cerca de la estructura, pero el paso definitivo siempre parece lejano hasta que llega. “El laburo que venía haciendo dio sus frutos, así que estoy muy contento”, reconoce. Y agrega que el momento del anuncio lo vivió como esos segundos eternos en los que el tiempo parece detenerse, donde todo es espera y ansiedad hasta que la lista se confirma y la ilusión se vuelve realidad.

El salto no es menor: a los 20 años, wing o fullback, se abre paso en una estructura de elite, en un plantel que viene de ser una referencia en el circuito y que exige físico, cabeza y adaptación constante. Para él, la palabra “logro” no es un cliché, sino una síntesis de personas, lugares y momentos. “Es un logro increíble, ya sea por el club, por mi familia, por mis amigos. Representar a la provincia y al país es una locura, es un sueño que cualquier chico que juega al rugby tiene”, dice. 

Su historia reciente también tiene un golpe duro: estaba convocado para el Mundial M-20 con Los Pumitas y ya tenía la valija casi lista. En uno de los últimos entrenamientos, cuando la competencia estaba a un paso, una jugada desafortunada cambió el plan. Se fracturó el segundo metacarpiano de la mano, fue al médico sin dimensionar la gravedad y recién en Casa Pumas escuchó la frase que nadie quiere oír: no iba a poder viajar. “Un día antes de viajar me lesioné y se me vino el mundo abajo”, recuerda.

Esa sensación convivió con una reacción inmediata: aceptó el golpe, pero no se quedó quieto. Volvió a su casa, encaró la recuperación y se prometió que no iba a frenarse ahí.

El camino de regreso se hizo entrenando y jugando. Apenas se recuperó, volvió a la cancha y, en su primer partido después de la lesión, llegó el llamado para concentrar con Los Pumas Seven. Cada paso reforzó su convicción de que el esfuerzo acumulado valía la pena. Hoy, al mirar hacia atrás, no siente aquella frustración como un final, sino como una curva del camino. “Lo lindo del deporte y de la vida es que siempre te dan revancha. Yo lo tomo como una revancha personal”, admite, ya con Dubai en el horizonte.

Antes de rozar el mundo del Seven, Arrieta vivió otra experiencia que le cambió la escala del juego: Tarucas. Venir de la Primera de Universitario y pasar a un Súper Rugby Américas supuso un salto en intensidad y exigencia. Él mismo lo percibió así. Más allá del nivel, sintió que compartir un plantel profesional, con una franquicia, le abrió la cabeza y le dio herramientas nuevas. “Tarucas fue una experiencia muy linda. Enriqueció mi juego y también me hizo crecer como persona. Se formó un grupo muy lindo y sumar minutos en una franquicia fue una locura”, resume.

En ese trayecto también fue cambiando su forma de ver el rugby. De chico no imaginaba el lugar al que podía llegar. El quiebre fue a los 17 años, cuando fue parte de la selección juvenil de Tucumán. Ahí empezó a reconocer que lo que sentía en la cancha podía transformarse en un proyecto de vida. Con el debut en la Primera, el paso al plantel superior, la convivencia con jugadores que antes eran referentes, se fue asentando en un ritmo cada vez más exigente. No fue inmediato: costó adaptarse y sostener la intensidad. Pero a medida que se acomodaba en el equipo, el horizonte se agrandaba.

Detrás de ese recorrido hay una familia profundamente ligada al deporte, aunque no tanto al rugby. Su papá es profesor de Educación Física, sus abuelos y sus padres tienen historia en el básquet y su mamá jugó al vóley. No había, en principio, una tradición “ovalada”. Fue ese compañero de primaria, Lucca Ternavasio, el que lo llevó al club y encendió una chispa que no se apagó más. A partir de ahí, el rugby se convirtió en un eje de su vida; el club, en refugio y trampolín.

En este presente, Los Pumas Seven son también un espacio de aprendizaje. El grupo lo recibió bien, con la cercanía que permite una modalidad en la que conviven menos jugadores que en el rugby XV. Entre quienes lo acompañan aparece un referente clave: “Hablo mucho con Leonardo Gravano. Ya tenemos confianza y me cuenta qué puedo encontrarme siendo nuevo en el equipo”, dice, valorando esa guía del tucumano en el staff de Gómez Cora.

El otro gran componente de su presente es la relación con el juego corto. Siempre miró el Seven, le gusta, lo disfruta, pero también reconoce que para cualquier rugbier el techo máximo sigue siendo Los Pumas. De todos modos, no quiere adelantarse. Sabe que cada disciplina tiene su propio lenguaje y su propio camino. Por ahora, su foco está ahí: en el Seven, en el circuito, en la oportunidad de representar al país en un escenario global. Dubai es el primer capítulo de esa historia.

No hay grandes declaraciones sobre el futuro ni promesas rimbombantes. Prefiere hablar del día a día, de entrenar, de ensamblarse, de disfrutar el viaje y de ver qué se siente cuando suene el silbato en Dubai. Lo que venga después, se irá viendo. Lo único innegociable es esa mezcla de gratitud y ambición que lo trajo hasta acá: el chico que se enganchó en "Uni" a los seis años, el juvenil que cambió el chip a los 17, el jugador que sintió que el mundo se derrumbaba antes del Mundial M-20 y que ahora se acomoda la camiseta celeste y blanca para vivir su revancha en el escenario del Seven.

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