31 años después, el hijo de un bicampeón del “Veco” Villegas sueña con repetir la historia con Atlético del Rosario

Jorge Belotti fue campeón del torneo en 1993 y 1994 con "Plaza Jewell". Tres décadas después, regresa al torneo como entrenador y como padre: su hijo, Juan Cruz, vive hoy la misma experiencia que marcó para siempre la juventud de su padre.

Jorge y Juan Cruz Belotti en la pileta de Tucumán Rugby. Jorge y Juan Cruz Belotti en la pileta de Tucumán Rugby. Analía Jaramillo/LA GACETA.

Por momentos, el “Veco” Villegas se convierte en un puente entre generaciones. Lo sabe Jorge Belotti, que hace 32 años levantó este trofeo con Atlético del Rosario en 1993 ante La Tablada y en 1994 frente a Los Tarcos. Hoy vuelve al mismo escenario, pero desde un lugar distinto: como entrenador y, sobre todo, como padre.

Su hijo, Juan Cruz Belotti, está dentro del plantel que disputa esta edición. Y aunque la historia parece repetirse, él aclara que quiso vivir este torneo sin cargar el peso de la memoria paterna. “No hablé tanto con él de esos años porque queríamos que sea una experiencia mía. Dijimos que íbamos a hablar más después del viaje”, dice, entre risas nerviosas y un orgullo que se le escapa en cada frase.

“Para mí es un orgullo enorme estar acá. Sé el sacrificio que significó todo el año y lo que implica representar al club”, cuenta. Y enseguida se detiene en lo que significa ponerse la camiseta de aquellos que lo inspiraron desde chico. “Desde principio de año dijimos que queríamos venir acá para hacer historia. Me contó que antes era durísimo: eran tres partidos completos, otros tiempos”, indica.

La herencia del “Veco” está viva en la familia. Jorge estuvo acá en 1993 y 1994 cuando el torneo era todavía más demandante. A su hijo prefirió no influenciarlo. “Quise que él lo viva a su manera, no desde mis recuerdos”, admite.

Lo que sí compartieron fue la emoción. “Es muy lindo para mí volver al Veco como papá y entrenador. En el club no es habitual que los padres entrenen a sus hijos; este año fue una excepción”, explica Jorge. “Pero es fuerte porque este torneo transforma a los chicos en hombres”, agrega.

Juan Cruz, por su parte, hace un esfuerzo consciente por separar los roles. “Cuando entrenamos o estamos en la cancha, no lo veo como mi papá sino como un entrenador más. Si me tiene que retar, me va a retar; si me tiene que felicitar, también. Y está bien que sea así”, explica.

El torneo también los sorprende por su organización. “Nos llamó mucho la atención que esté todo tan al detalle: las dos canchas listas, los horarios perfectos, los árbitros, la pileta, el hielo, cada uno con su vestuario”, destaca Juan Cruz. “Estamos en un hotel y convivir también ayuda. A veces nos gusta molesta, pero cuando hay que concentrarse, nos concentramos”, admite.

Pero más allá de la convivencia y del nivel competitivo, el “Veco” también tiene un costado emocional que sólo descubren quienes vuelven después de años. Jorge lo explica con una honestidad sencilla. “Ser hijo mío es complicado. Yo quiero que él haga su camino. Que disfrute, que sea feliz. Entrenarlo este año fue especial, pero todos los chicos que entreno son como mis hijos; los trato igual. Eso es lo que intentamos inculcar: contención emocional y deportiva”, explica.

Y detrás de esa emoción aparece algo más profundo: el reencuentro con su propia historia. “Hoy me encontré con Martín Pfister, que fue rival y amigo. Hace 30 años que no lo veía. Eso es lo más importante de verdad”, confiesa. “El ‘Veco’ te deja amistades para toda la vida”, señala.

Mientras tanto, Juan Cruz sueña. Sueña con la Primera de su club, su mayor deseo. “Jugar en la Primera, como mi viejo, es mi verdadero sueño”, dice.

El “Veco” Villegas tiene algo único: quiebra el tiempo. Pone en el mismo plano al joven que quiere dejar su huella y al hombre que alguna vez la dejó. Entre los Belotti, ese lazo es aún más fuerte: la historia que Jorge vivió hace tres décadas vuelve a escribirse hoy con el nombre de su hijo en la planilla.

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