Rugby inclusivo en Tucumán: la historia de Ubuntu y el impacto del Mixed Ability

Con la participación de delegaciones de distintas provincias, el Encuentro Nacional de Mixed Ability transformó a Los Tarcos en un escenario de inclusión y emoción.

Rugby inclusivo en Tucumán: la historia de Ubuntu y el impacto del Mixed Ability

El 8° Encuentro Nacional de Mixed Ability reunió en Los Tarcos a delegaciones de todo el país para disfrutar un fin de semana a puro deporte inclusivo. Entre los equipos de rugby y hockey llegó Ubuntu, de Salta, y su presencia llamó enseguida la atención: los jugadores se ubicaron cerca de la entrada y con una alegría contagiosa saludaban, uno por uno, a todos los recién llegados. A pocos metros, Constanza Frías Silva, fundadora del equipo, los observaba con orgullo.

Aunque es tucumana, Constanza vive en Salta y juega un rol fundamental en Ubuntu, el proyecto que creó junto a otras familias de los clubes Jockey y Tigres. “Empezamos siendo cinco; ahora somos diez. Y esto no para de crecer”, cuenta. Para ella, no son solo los jugadores los que se encuentran: también lo hacen las familias. “Nos entendemos porque vivimos lo mismo: las mismas emociones, las mismas necesidades. Ver que tu hijo puede hacer un deporte… no se compara con nada”.

Su hijo, Felipe Coraita, juega desde los ocho años. Cuando cumplió 15, la competencia en juveniles se volvió demasiado exigente y quedó afuera. “Con mi marido dijimos: algo hay que hacer. Y muchos de sus amigos estaban en la misma”. La respuesta llegó con el mixed ability, de la mano de los Pumpas y de su referente, Daniel Fernández.

Así nació Ubuntu, un equipo que no deja de crecer. “Vos ves estas delegaciones que tienen años. Nosotros tenemos tres y ya somos un montón. Imaginate en un par de años más… va a ser una locura”, dice. El nombre responde a una filosofía africana basada en la interconexión y la humanidad compartida: yo soy porque nosotros somos. Constanza quiso que esa idea guiara al grupo: “Yo no puedo ser feliz si vos no sos feliz; yo estoy con vos y vos estás conmigo. Ese es nuestro ideal”. 

Para ella, lo que da sentido a todo es sencillo: sentir que todos viven lo mismo. “Nuestros hijos tienen esa ingenuidad, esa alegría, esa capacidad de relacionarse sin miedo. No importa si no te conozco: te doy una sonrisa igual. Eso nos enseñan. Y eso pasa acá: jugadores, facilitadores, entrenadores, padres… todos venimos con el mismo interés de que las personas con discapacidad puedan hacer un deporte que te demuestra que podés, más allá de tu dificultad”.

El temor inicial, admite, existió. “Muchos padres tienen miedo. Piensan en el rugby o el hockey y creen que es demasiado. Pero acá les enseñan a no tenerlo. No hay un tackle como el de Los Pumas: hay frenadas, camiseteadas. Aprenden a caer, a no golpearse. Van adquiriendo técnicas, como cualquiera cuando aprende un deporte”.

Ese proceso transformador que describe Constanza se ve en las historias que viajan con cada delegación. Una de ellas es la de Pablo Rossi, papá de Leandro, un niño que sufrió bullying durante años en la escuela y que, por primera vez, empieza a sentirse parte de un grupo.

Pablo llegó al Encuentro movilizado y conmovido. “Nosotros somos de Salta y yo ya venía buscando dónde integrar a Leandro. Cuando te enterás de que tu hijo tiene una discapacidad, es muy difícil, es duro, y hacerlo pertenecer a algún lugar también es muy difícil. Hoy hay mucho bullying en las escuelas comunes. Yo desconocía que existían eventos como este. Cuando conocimos a los chicos de acá, fue realmente mágico”. 

Durante su infancia, la integración fue un desafío constante para Leandro. Pablo lo explica sin rodeos: “Antes lo único que quería era excluirse, no estar. No se sentía parte de ningún lugar, de ningún grupo”. Por eso, verlo correr, saludar y reír entre decenas de jugadores, tiene un peso emocional enorme para su familia. 

“Yo jugué al rugby desde los siete años hasta los 21, y quería que él también viviera esto. Pero me decían que no, porque era violento, de contacto. Mi hijo es adoptado, lo adopté cuando tenía casi cuatro años. Y uno va por la vida tratando de encajar según lo que dicen los que ‘más saben’. El rugby, supuestamente, no era para él. Pero la familia del rugby nos permitió vivir una integración que no tuvimos en ningún otro lugar”.

Cuando habla de Leandro —12 años biológicos, pero con un desarrollo equivalente al de un niño de nueve—, la emoción se le quiebra apenas: “Es otra persona. Se predispone mejor a todo. Quiere ir a entrenar, quiere ir a jugar. Tiene una necesidad de integrarse que antes no tenía. Acá es otro niño. Para nuestra familia también es otra cosa”.

Pablo describe lo que sintió al ver a su hijo con Ubuntu con una metáfora simple y potente: “Es como si uno estuviera pasando hambre y de repente encontrara un lugar con una enorme cantidad de comida. Nosotros encontramos eso acá: un espacio para personas que tienen hambre de pertenecer”.

“Es mágico”, repite. Y agrega algo más: “Esto necesita mucha difusión. Hay papás y niños, como nosotros, que no saben que existe. Y esto puede cambiarles la vida”.

La suya, como la de tantas otras familias que se hicieron presentes en Los Tarcos, ya empezó a cambiar. Para iniciarse en el rugby inclusivo en Usapucas XV -el equipo adaptado del club en Tucumán- no hace falta ser socio ni pagar una cuota: todo es voluntario. Quienes quieran sumarse pueden acercarse a las instalaciones del club, completar una ficha para conocer las condiciones de salud y el tipo de acompañamiento que necesita cada jugador, y participar de los entrenamientos que se realizan todos los sábados a las 10, en la sede de Los Tarcos. 

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