Siglo XXI, cambalache
Indica la RAE acerca del vocablo cambalache que puede aparecer en dos sentidos principales: el primero, en alusión a un trueque o intercambio de cosas de poco valor. Su segunda acepción implica un acuerdo o intercambio entre dos o más partes alcanzado de forma poco transparente. ¿Quién pudiera resistir la tentación de pensar en la República Argentina al pronunciarla? No será este el caso, y a eso vamos…
Por Fabián Gautero
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Cuando Enrique Santos Discépolo escribió la memorable letra de Siglo XX, cambalache, no habría sido capaz de imaginar el impacto cultural que tendrían ciertas estrofas que versan de la siguiente manera: «Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador ¡Todo es igual ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor». Mucho menos, que casi un siglo después su genio musical de cafetín, podría resultarle útil a cualquier analista político que pretendiera explicar la realidad nuestra de cada día.
Es que hoy nada tiene un claro sello de origen, las personas pueden reflejar las contradicciones más flagrantes sin sonrojarse siquiera. La coherencia del carácter personal aplicada a todo plano es algo del pasado, ni falta hace fingir seriedades que no se poseen, tampoco sostener acciones que dieran cuenta de unas fuertes convicciones morales. Todo vale en el juego de la política, menos espantarse.
Sin dilema
Al hablar de las personalidades políticas y de sus múltiples máscaras, también debemos mentar a su contraparte ciudadana, sólo para ser justos en la ecuación. Lejos quedaron las discusiones acerca de un país con una fuerte matriz productiva, hoy el ciudadano está más interesado en consumir productos chinos o dólares norteamericanos que en sostener industrias que le permitieran construir el anhelado sueño de la soberanía económica. Se piensa más en vacacionar que en trabajar, en consumir películas y series que en leer sesudos libros que demandarían demasiado tiempo y esfuerzo; cosa que escasea cuando de entretenimientos se trata, estos deben prolongarse eternamente, en la medida justa del deseo voraz que nos habita.
Tiempos de reformas
Lo nuevo viene de la mano de la tan temida reforma laboral. El actual presidente en ejercicio lo repitió hasta el hartazgo en su campaña, y eso parecía seducir al votante. La inflación y todos sus males se resolverían en tres pasos o generaciones. En primer lugar, reforma del Estado para bajar el gasto público y poder reducir los impuestos. Transformación del mercado laboral hacia adelante para darle flexibilidad y provocar la apertura de la economía. Luego de esto, se pasa a la segunda etapa, caracterizada por una modificación previsional sin la vulneración de derechos y, finalmente, a la tercera que tiene como eje la transformación de los sistemas educativos y de salud, entre otras tantas que pueden ir apareciendo.
Dicho así, no debería asustar a nadie, pues es un menú de tres pasos. Para sentir el sabor por completo, o el crecimiento económico, hay que entregarse a la experiencia. Confiar en el proceso…
Al principio, el trueque
El mejor modo que encontramos los seres humanos para lidiar con los excedentes de producción fue trocarlos unos por otros. Eso cuentan los manuales más elementales acerca de la evolución económica, una vez que dejamos de andar cazando y recolectando azarosamente y pudimos establecer comunidades de asiento estable.
En la actualidad, disfrutamos de mercados prósperos y sumamente organizados para el intercambio de productos y servicios. Según el enfoque que abordemos, tendremos paraísos productivos o infiernos financieros. Y la cuestión del mercado es fundamental en los tiempos venideros, debido a que lo que cualquier persona de a pie imagina hoy por hoy al escuchar este vocablo, refiere al trueque de personas, lo que constituye la peor de las pesadillas.
Claro, así como en los mercados de antaño dónde se compraban y vendían esclavos, se prefigura el devenir de nuestras sociedades, en las que los humanos seremos trocados por robots o, directamente, recibiremos salarios miserables con tal de estar dentro de la dinámica de empleo registrado.
¿Todo, una porquería?
Llegados a este punto, el camino se bifurca en dos. Por un lado, tendremos el arduo y extenso recorrido que nos llevará al paraíso del consumo y -¿por qué no?- de la producción. Por el otro, el sinuoso sendero caracterizado por la timba financiera que nos deposita en el peor de los infiernos, una nueva crisis.
Como es un imperativo de estos tiempos no volver atrás ni para tomar impulso, usted decidirá qué camino tomar. Sólo téngase en cuenta, que el primero está indicado con un colorido cartel que dice: por aquí los optimistas, y, el otro, uno que se cae a pedazos, en el que apenas se lee: pesimistas sin remedio, por aquí.
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Fabián Gautero, Psicólogo, Filósofo, escritor.






