El motor invisible del agro: la investigación que necesita apoyo para seguir funcionando
El futuro del campo argentino depende cada vez más del conocimiento. En un escenario donde los rendimientos ya no se explican solo por el clima o la tierra, la ciencia se volvió un motor esencial para producir más, cuidar los recursos y sostener el crecimiento. En “Encuentros LA GACETA”, tres referentes analizaron cómo la investigación y la biotecnología están transformando la producción en Tucumán. Participaron Hernán Salas, director técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC); Santiago Ostengo, director asistente en Tecnología Agropecuaria; y el Dr. David Flores, director de Investigaciones de la Fundación Miguel Lillo.
“La Estación Experimental es una institución única en el país por su modelo público-privado”, explicó Salas. “Fue creada en 1909 a partir de un proyecto de Alfredo Guzmán y se sostiene gracias a una tasa sobre las principales producciones de Tucumán. Los fondos son administrados por la propia institución, lo que nos da independencia y capacidad de acción”, agregó.
El director técnico destacó que la EEAOC mantiene una estructura que integra a todos los sectores productivos. “El directorio está formado por representantes de las industrias azucarera, citrícola, ganadera, tabacalera y hortícola. Todos los cargos son honoríficos, pero de gran responsabilidad. Por debajo, los equipos técnicos ejecutan la investigación aplicada y acompañan al productor”, explicó Salas, que subrayó que el trabajo de la Estación trasciende los límites provinciales. “Tucumán es el corazón del NOA agroindustrial, y el conocimiento que generamos llega a Salta, Jujuy, Catamarca y hasta el norte de Santiago del Estero. Cada avance técnico se traduce en productividad regional, en más empleo y en exportaciones de mayor valor agregado”, aseguró.
Hernán Salas, director técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres. LA GACETA/FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Salas también resaltó el rol de la institución como articuladora entre la ciencia y las empresas. “La EEAOC es un puente. Los productores nos acercan sus problemas y nosotros respondemos con soluciones basadas en evidencia, desde variedades más resistentes hasta mejoras en el manejo de suelos y sanidad. Esa es la clave del modelo tucumano: investigación aplicada al servicio directo del campo”, sostuvo.
En cuanto al presente productivo, destacó que Tucumán atraviesa una buena campaña. “La zafra azucarera cerró con muy buenos niveles de molienda y eficiencia. También la citrícola fue sólida, con cerca de 1,5 millones de toneladas y 200 mil destinadas a exportación. Lo alentador es que los precios del jugo mejoraron”, analizó.
De la genética a la agricultura digital
Ostengo, ingeniero agrónomo y director asistente de la EEAOC, puso el foco en la innovación. “La variedad es el insumo clave en la caña de azúcar. No solo define la productividad, también la resistencia a plagas y enfermedades”, explicó. “Nuestro programa de mejoramiento trabaja desde el cruzamiento de padres hasta la liberación de nuevas variedades. Las que llevan la sigla TUC ya representan el 50% de la superficie plantada en la provincia”, agregó el investigador, que resaltó que detrás de cada avance hay décadas de trabajo. “Crear una variedad puede tardar entre 10 y 15 años. Es un proceso largo, pero garantiza estabilidad productiva y sanitaria. Cada cultivar que liberamos tiene detrás años de ensayos, análisis de rendimiento y validación en campo con los productores”, detalló.
Santiago Ostengo, director asistente en Tecnología Agropecuaria. LA GACETA/FOTO DE OSVALDO RIPOLL
“Hoy hablamos de agricultura digital. Antes la información venía solo de la investigación; ahora los productores también generan datos con sensores, drones e inteligencia artificial. El desafío es articular todo ese flujo de información para mejorar la toma de decisiones y generar más conocimiento”, planteó.
Ciencia, biodiversidad y control biológico
Desde la Fundación Miguel Lillo, el doctor Flores aportó una visión complementaria. “Trabajamos en múltiples líneas de investigación vinculadas al agro, entre ellas el control biológico de la chicharrita del maíz, una plaga que afectó fuertemente en 2024”, señaló. “Buscamos soluciones sustentables: desarrollamos bioproductos vegetales que actúan como insecticidas naturales y estudiamos los enemigos naturales de la plaga, como depredadores y parasitoides”, agregó.
David Flores, director de Investigaciones de la Fundación Miguel Lillo. LA GACETA/FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Flores advirtió que el cambio climático obliga a repensar estrategias. “Tucumán, por su posición entre yungas y valles, es un laboratorio natural. Las variaciones de clima y altura modifican la distribución de especies. Por eso usamos modelos predictivos e inteligencia artificial para anticipar escenarios y reducir riesgos”, aseguró. “Hacer ciencia es costoso, pero los resultados son decisivos”, afirmó.
Los tres especialistas coincidieron en una idea central: la investigación debe traducirse en desarrollo sustentable. “Hoy no se concibe la ciencia sin sostenibilidad”, resumió Ostengo. “La ciencia tucumana tiene la capacidad de transformar el campo. Si seguimos articulando conocimiento, innovación y compromiso con el ambiente, el futuro del agro se escribirá desde nuestros laboratorios”, agregó Salas.
Esta edición de Encuentros La Gaceta sobre Campo y Agroindustria contó con el acompañamiento de empresas e instituciones destacadas del sector: Apronor (Asociación de Productores Agrícolas y Ganaderos del Norte), Arca Continental Argentina, EEAOC (Estación Experimental AgroIndustrial Obispo Colombres), Grupo Zafra, INGENIOS, IPAAT (Instituto de Promoción del Azúcar y Alcohol de Tucumán), Movimiento CREA, Paltas del Timbó, RICSA S.A, SRT (Sociedad Rural de Tucumán), TS OASIS y Zamora Citrus






