
Javier Milei. ARCHIVO

Javier Milei ha iniciado con ciertos desajustes dentro de la tropa que comanda una nueva partida del ajedrez político, que marcha ahora rumbo a la pretensión de ser reelecto en 2027. El Presidente cerró la anterior con bastante comodidad en el remate, aunque después de haber sufrido mucho para llegar al final de un primer ciclo muy trabajoso, en buena parte por los muchos desaciertos cometidos en el desarrollo, de pruebas y errores no forzados constantes y una ofensiva final del adversario que casi lo puso contra la pared. Así y todo, los primeros dos años lo dejaron ciertamente ganador y aunque arribó con la lengua afuera, presuntamente capitalizó una lección que le bajó un poco el copete y reimpulsó su andar.
Imaginar la segunda etapa del gobierno libertario no como una continuidad de la primera, sino como una nueva partida es una invitación a pensar el poder a partir de una estrategia diferente y, en relación al número de piezas que se disponen (o las que se capturen), esperar un resultado mucho mejor que el conseguido hasta ahora. Tanto gobernar como jugar ajedrez no implica frialdad, sino profundidad y saber que cada movimiento tiene consecuencias, que cada actor tiene juego propio y que cada partida es única. Y que, como sucede en este juego llamado “ciencia”, en materia política la maestría no está en ganar rápido, sino en jugar bien.
La primera movida de este segundo tiempo después de las elecciones que se acreditó La Libertad Avanza de modo contundente, tendría que haber sido quizás salir de la táctica corta para ir al hueso de los problemas pendientes, con acumulación paciente de ventajas posicionales y control firme de lo esencial: el centro del tablero. Sin embargo, Milei ha preferido ordenar lo que se le había tornado ingobernable antes del 26/10, como algunos aprietes que sintió que se le hacían para condicionarlo, en tiempos en que los relevamientos de opinión pública lo mostraban con cierta vulnerabilidad, con denuncias de corrupción pisándole los talones.
Como siempre se dice, la mejor encuesta está en las urnas y allí, el veredicto le dio nuevas alas para enderezar lo que se la había torcido puertas para adentro. En el ajedrez político, conquistar la posición central se llama priorizar la agenda, pero esta vez el Presidente sintió que un refresh debía darse antes para marcar el territorio y dejó en claro que la conducción de la partida ya no la ejerce más un triángulo, ni de hierro y ni siquiera de papel y que son los hermanos Milei quienes condensan el núcleo del poder. En la analogía ajedrecística, el liderazgo carismático y disruptivo del rey que se vé reforzado por la precisión estratégica y el blindaje institucional que la dama le proporciona desde las sombras.
Aunque siempre las dilaciones en las aperturas representan un tiempo irrecuperable, el Presidente creyó mejor dejar en claro que quien ordenaba el tablero era él y para ajustar clavijas, comenzó entregando una pieza de las más grandes, como Guillermo Francos y se quedó con un proyecto de Jefe de Gabinete más de coordinación de entrecasa, como es Manuel Adorni, sólo porque es incondicional de Karina. En esa jugada, el asesor Santiago Caputo –hasta ahora un analista que jugaba de afuera, probablemente a su pesar por el grado de confianza que decía tener en su ambición de lograr un ascenso- se quedó sin poder siquiera ingresar al cuadrado.
En simultáneo, las primeras movidas del Presidente dejaron malamente arrinconada a otra pieza de las importantes, como Mauricio Macri, que ha sido casi sacrificada sin mayores coberturas. La sorpresiva presencia de Diego Santilli –otro aporte de Karina- como ministro del Interior ha venido a equilibrar algo ese flanco, pero no parece ser de momento un intercambio válido con el PRO, esto es si el diputado electo sigue perteneciendo a esa fuerza.
Aunque después de los ajustes ministeriales, algunos más traumáticos y otros por el devenir de los intercambios, hay todavía delante del Presidente una firme línea de defensa que se irá alternando en la cobertura, especialmente los alfiles y las torres que desplaza el ministro Luis Caputo para atender el ángulo más que delicado de la economía, movimientos ahora reforzados por la presencia del canciller Pablo Quirno en la Cancillería. Los saltos de caballo, probablemente hayan sido reservados para Federico Sturzenegger, quien tiene mucho para reformar aún en áreas más que delicadas. Y la línea de peones será esencialmente cubierta por el Congreso, con muchas bancas impulsadas por los gobernadores que ya se están poniendo a tiro del canje de favores. Allí, se darán las batallas más importantes de ahora en más.
Especialmente por los dolores de arrastre, en el caso argentino se sabe que más allá de la estabilidad y de la necesidad de dólares están como tareas pendientes aquellas las que se refieren a la seguridad, la educación, la salud y la tecnología, más todo lo que habrán de tratar las Cámaras en Extraordinarias, como el Presupuesto 2026, una reforma laboral plena que será muy difícil de conseguir por la acción gremial (quizás se opte una vez más por hacer algo que sea “mejor que nada”, para que finalmente todo quede igual) y lo tributario en primera instancia, porque parece que a Milei no le da el cuero por ahora para ir por la reforma previsional, en un país urgido de inversiones para empujar el círculo virtuoso de la recuperación económica, la producción, la creación de empleo, la salida de la pobreza, etc.
Tal como están dispuestas las piezas, lo que debería seguir es la seguridad del rey o sea garantizar la estabilidad del Estado y el capital político del proyecto, apuntalando sobre todo lo institucional y la confianza ciudadana, aunque sin deteriorar el escudo protector de Donald Trump. En este aspecto, la cobertura estadounidense le funciona al Gobierno en dos sentidos: como el alivio que ya fue, pero a la vez como obligación de hacer buena letra y de no apartarse de la línea comprometida.
En este aspecto, hay dos líneas de acción dentro de la estructura, casi una guerra sorda por llevarse los laureles, lo que puede empastar la claridad de las movidas: el lado más oficial, con Caputo (Luis) en línea con su par del Tesoro, Scott Bessent, quien es un influyente en Wall Street y el empujón que dice haber logrado el otro Caputo (Santiago) con el lobista Barry Bennet, con quien se muestra como gran gestor de las recomendaciones que le habría hecho a Trump al secretario de Estado, Marco Rubio. Que nadie se haga los rulos: la relación allí es de modo fundamental de Presidente a Presidente y eso se observa cada vez que Milei pasa por los Estados Unidos.
En medio de estos tironeos, el titular del JPMorgan, Jamie Dimon le puso hace un par de días un paréntesis al rol de gestor de su banco de un bono de U$S 20 mil millones para salvar el bache de sumar dólares a las Reservas, cuando dijo que “quizás no sean necesarios” porque podrían entrar fondos de inversiones genuinas a la Argentina, lo que se interpretó de varias maneras en la City: o que se habían arrepentido de liderar dicha estructuración porque no hay suficientes garantías o porque fue una advertencia al cortocircuito de los lobbies paralelos o bien que estaban dispuestos a abandonar el negocio porque todo es demasiado radiante en la Argentina, tal como fue el mensaje tranquilizador que se inyectó ayer.
Nada de todo esto del día a día debe hacerle perder al jugador la vista en el horizonte, ya que su mirada siempre debe ir más allá del presente, ya que la verdadera estrategia requiere pensar equis jugadas hacia adelante. El verdadero resultado se juzgará al final de la partida, al término del mandato y a la hora de dejar un legado. Las grandes obras y/o las reformas profundas, deben estar programadas siempre en la cabeza de quien juega para llegar a la meta de manera exitosa, coronando los peones en reinas, es decir transformando las promesas en instituciones permanentes que nadie pueda revertir. El estilo Milei no ayuda, pero atención que siempre hay otro condicionamiento esencial que es parte del fundamento del juego y que se debe tomar en cuenta de modo prioritario: que las negras también juegan.







