Foto de Analia Jaramillo Foto de Analia Jaramillo

Paro de colectivos

Una vergüenza ajena lo que vivimos los tucumanos con el constante conflicto del transporte de pasajeros; una problemática que no tiene fín, y los únicos afectados somos los usuarios, hartos de soportar estos atropellos propinados por los gremialistas y los funcionarios de turno. El principal detonante es el precio de cada viaje; la forma de abonarlo con las famosas tarjetas habilitadas, cada vez más complicado para viajar; las vetustas unidades, sin control de horarios y cientos de inconvenientes más. Salta, ordenadamente, tiene el servicio a cargo del Gobierno (Saeta) y es eficiente; aquí, un monopolio de un par de empresarios que maneja todo el servicio, que, según se quejan, arroja pérdidas. Si se organizan, podríamos tener una solución; lo mismo con el tema taxis, Uber, Didi, etc. Todo está complicado. Así vamos cómo el cangrejo, para atrás.

Daniel Francisco Leccese

leccesedaniel883@gmail.com

Paro de colectivos (II)

A pesar de que las empresas de transporte público reciben millonarios subsidios más una tanda de unidades recientemente adquiridas, es ilógico que a estas alturas presionen con un paro para elevar el precio del boleto o para pedir más subsidios. Todos los argentinos estamos haciendo sacrificios para soportar el ajuste y sería muy injusto que unos lo hagan a costa de otros. El pedido de aumentos, pagado por la mayoría de los tucumanos que nos cuesta llegar a fin de mes, seria para compensar directamente salarios de choferes y técnicos, cuyas varias unidades circulan muchas veces semivacías por las calles tucumanas. Hagan el ajuste señores empresarios, y admitan que sus empresas son demasiado grandes para sobrevivir. Pretender subsidios o clamar por una regulación o prohibición de las aplicaciones Uber o Didi solo terminaría de hundirlos llevándonos a ser más miserables en general. Despedir y perder un trabajo es duro, pero si hay que disminuir personal, recorridos, frecuencias o vender directamente una empresa por un tema de costos, hay que hacerlo. Peor es que todos paguemos boletos de $2.000 por servicios deficientes

Diego Sebastián Sosa

dss613605054@outlook.es

La verdadera ceguera

EL señor Luis Ovidio Pérez Cleip ha tenido a bien -o tal vez no tanto - responder a mi misiva titulada “La verdadera ceguera”. En su réplica (05/10), que repite el título original, intenta deslizar acusaciones que rozan la grosería institucional, mencionando “funcionarios, legisladores, concejales y punteros”, y atribuyéndoles una complicidad generalizada. Abusando del espacio que con generosidad me brinda este distinguido diario, el señor Pérez Cleip confunde la reflexión ética con la denuncia partidaria, la palabra con la descalificación, y la mirada compasiva con la conveniencia política. Decía Borges que “no hay peor ciego que el que ve con los ojos de la costumbre”. He leído su réplica con serenidad, y me duele advertir que aún hay quienes confunden la crítica moral con la disputa política, la fe con la propaganda, la ternura con la ingenuidad. Cuando se habla de discapacidad no se discute ideología: se defiende la vida. No son “floridas palabras” las que escribí, sino el testimonio de quien conoce en carne propia la lucha por la dignidad, y acompaña cada día a quienes esperan a veces en silencio una prótesis, un turno médico o un simple gesto de respeto. Se me aconseja - con tono paternal - que me “ocupe del problema estructural” ante legisladores, concejales y funcionarios, como si yo no lo hiciera. Pues bien: hablo precisamente como asesor de la Comisión de Salud de la Legislatura de Tucumán, cargo que honro con trabajo diario y sin banderías. Desde ese lugar, he elevado informes, impulsado proyectos y defendido, no un partido, sino a personas reales. Los que me acusan de silencio desconocen que la palabra, cuando nace de la conciencia, también es acción. El mal que nos aqueja no se cura con auditorías sino con compasión, y no se vence denunciando al otro, sino viéndolo. Borges, el ciego que más vio entre los hombres, nos enseñó que “nadie está en el error si obra con amor”. Por eso, a quienes reducen la tragedia de los discapacitados a un cálculo electoral, les recuerdo que la verdadera ceguera no es la de los ojos, sino la del alma que no sabe mirar al prójimo. No escribo para ganar debates, sino para despertar conciencias. La política - cuando sirve al bien común - es un acto de amor, no de revancha. Y aunque algunos prefieran el ruido del agravio, seguiré creyendo que, como escribió el propio Borges, “la patria es un acto de fe”. Yo sigo teniendo fe: en el hombre justo, en la palabra sincera, y en que algún día la luz vencerá al resentimiento.

Jorge Bernabé Lobo Aragón

jorgeloboaragon@gmail.com

¿Fin del bipartidismo?

Los últimos 80 años de la vida política del país tuvieron como actores principales, a los dos partidos políticos más relevantes de la historia cívica argentina: el peronismo y el radicalismo. Prácticamente la historia contemporánea nacional giró alrededor de estos dos grandes movimientos, que tuvieron su punto cúlmine con el regreso de la democracia, en el cierre de la campaña electoral de 1983, en plena avenida 9 de Julio. Nunca más ninguno de los dos pudo reunir tamaña multitud para escuchar la arenga final del Dr. Raúl Alfonsín y del Dr. Ítalo Luder. Desde los orígenes de las primeras batallas entre ambos, durante la primera presidencia de Perón, teniendo la acérrima oposición del Dr. Balbín, jefe del radicalismo, pasando por los enfrentamientos del presidente Raúl Alfonsín, contra la oposición peronista de Carlos Menem, hasta la última (y fallida) presidencia de De la Rúa, podríamos concluir que fueron más las frustaciones que el progreso de la nación argentina. Ya consolidada la hegemonía peronista, en el primer tramo del presente siglo, sin una destacada oposición radical, y con la fugaz aparición del macrismo, llegamos a 2023 con el disruptivo triunfo libertario. Y en apariencia la nueva victoria del presidente Milei, el pasado 26 de octubre, estaría marcando el comienzo del fin de una época destacada de nuestra historia. a nivel nacional, con el partido radical reducido a una mínima expresión, con su presidente navegando en la intrascendencia política, sin referentes destacados y con algunas honrosas excepciones gobernando las provincias (caso Mendoza y Corrientes). Parecería que su destino está marcado. En nuestra provincia la contundente derrota del diputado Sánchez, con el radicalismo atomizado y sin sus autoridades partidarias, se presiente un final irreversible. En la vereda de enfrente, al peronismo no le va mucho mejor: su presidenta está encarcelada con prisión domiciliaria, por deshonrosos casos de corrupción; gobernando solamente un puñado de feudos (Tucumán incluido); sin ningún dirigente a la vista que pueda disputar una contienda nacional, y con el terminante rechazo social por sus últimos mandatos, el futuro tampoco alienta ninguna esperanza. Las históricas banderas justicialistas fueron reemplazadas, como única propuesta, por el anacrónico “patria sí, colonia no”, insufuciente hoy en día para atraer el voto ciudadano. Enancado en este breve resumen de fracasos, apareció el primer gobierno libertario del mundo, según el presidente Milei. con una inédita propuesta política, que incluye descarnadamente “ajuste” y “represión”. Esta gestión ganó sus dos únicas contiendas electorales, la última en el peor momento político de su corto mandato. Como dato distintivo podemos decir que, un amplio caudal electoral de sus triunfos lo constituye una masa votante joven, característica también de sus candidatos, como lo mostró la elección tucumana. Un dato no menor: en 2027, casi la mitad del electorado nacional tendrá menos de 40 años… y si el presidente Milei hace tan sólo medianamente bien las cosas, el título de esta carta dejará de ser un interrogante para convertirse en una definitiva afirmación.

Ricardo Rearte

ricardorearte333@gmail.com

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