Una diseñadora reflexiona sobre cómo formar profesionales frente a la crisis ambiental

Gina Crespi presentó en la Jornada de Jóvenes Investigadores la pesquisa donde analiza cómo se enseña Diseño en una época atravesada por la emergencia climática.

JORNADA DE JÓVENES INVESTIGADORES. Gina Crespi expuso su trabajo sobre formación universitaria y sostenibilidad en la reunión de Jóvenes Investigadores. JORNADA DE JÓVENES INVESTIGADORES. Gina Crespi expuso su trabajo sobre formación universitaria y sostenibilidad en la reunión de Jóvenes Investigadores. / LA GACETA, MARIA JOSE MONTEROS

Entre telas, moldes y bocetos, Gina Crespi encontró una pregunta que cambió su camino: ¿qué diseñadores se están formando hoy en las universidades? ¿Profesionales que reproducen la lógica de consumo rápido o creativos conscientes del impacto ambiente que genera su trabajo? Esa inquietud la llevó a iniciar una investigación que la trajo a la 32ª Jornada de Jóvenes Investigadores alojada por desde este miércoles por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y donde la encontró LA GACETA.

Gina es licenciada en Diseño de Indumentaria y Textil egresada de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba). Después de recibirse, trabajó en la industria y comenzó a dar clases combinando la práctica con la docencia. Fue ahí, dentro del aula, donde advirtió la necesidad de repensar la formación en Diseño.

“La industria textil es la segunda más contaminante del mundo después de la petrolera. Como docentes, debemos formar profesionales que comprendan eso desde el primer año”, sostiene.

Su investigación, que parte del doctorado en Educación que cursa en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), analiza los planes de estudio de carreras de Diseño de Indumentaria en universidades argentinas. En Tucumán compartió un fragmento de ese trabajo con colegas de toda Sudamérica y ante una multitud de jóvenes investigadores reunidos en el Centro Herrera.

Analizar los programas para entender qué diseñadores se forman

Crespi se propuso revisar qué tipo de contenidos incluyen las carreras de Diseño: si abordan la crisis ambiental, los modelos de producción, la sostenibilidad o la ética profesional. Para eso, comparó los planes de estudio de dos universidades de la provincia de Buenos Aires: la Unnoba, con fuerte vínculo al polo productivo del denim en Pergamino, y la Universidad Nacional de Mar del Plata, referencia en tejido de punto.

“Elegí esas dos porque son polos industriales. Quería saber si, en lugares donde la industria tiene tanto peso, los programas incluyen realmente una mirada crítica sobre el impacto de la producción”, explica.

Su análisis se basa en el marco teórico de Stephen Grundy, quien plantea tres racionalidades curriculares: técnica, práctica y crítica. La primera reproduce el sistema productivo tradicional; la segunda promueve el aprendizaje a partir de la experiencia y la tercera busca una enseñanza transformadora, orientada a cuestionar los modelos vigentes. “Si sólo formamos diseñadores técnicos continuamos alimentando un sistema extractivo. Pero, si los formamos desde la reflexión crítica, podemos generar cambios reales”, asegura Crespi.

Según Gina, todavía predominan los enfoques técnicos, centrados en la productividad y el mercado, aunque comienzan a aparecer espacios donde se incorporan perspectivas ambientales y sociales. “Es un proceso que recién empieza, pero es necesario impulsarlo desde dentro de las universidades”, subraya.

“La conciencia ambiental tiene que enseñarse desde el primer año”

En el aula, Crespi aplica las mismas ideas que investiga. Como docente de taller, busca que sus estudiantes comprendan el impacto de los materiales, los procesos y las decisiones de diseño.

Uno de los ejercicios que propone se llama "Diseño, arte y artesanía", y consiste en vincular la moda con las técnicas textiles latinoamericanas. “Invitamos a pensar el diseño desde la producción lenta, el valor del oficio y la colaboración con artesanos. Es una manera de enseñar sostenibilidad sin perder la creatividad”, dice.

También propone debates sobre las cadenas de producción globales, las condiciones laborales y el consumo masivo. “Hay chicos que diseñan con plástico pensando que eso es sustentable, pero si ese elemento es nuevo, en realidad están generando más contaminación. Lo importante es que cada proyecto tenga un motivo y un sentido, que puedan justificar qué hacen y por qué”, explica.

Para ella, el cambio empieza con pequeñas acciones dentro del aula. “Si desde el primer año los estudiantes entienden que la moda tiene consecuencias ambientales, van a diseñar distinto. La conciencia crítica se forma desde el comienzo, no al final de la carrera”, afirma.

La moda como parte del problema (y de la solución)

El punto de partida de su tesis fue una constatación difícil: la industria textil y de la indumentaria es responsable de un altísimo nivel de contaminación global. Desde el uso intensivo de agua y químicos hasta la generación de residuos y microplásticos.

“Durante años, el diseño fue funcional al sistema de consumo. Hoy tiene que ser parte del cambio”, plantea Gina. En su visión, el rol del diseñador ya no se limita a crear objetos estéticos o funcionales, sino a pensar los procesos de manera ética, sostenible y culturalmente consciente.

Por eso insiste en revisar cómo las universidades preparan a los futuros profesionales. “Necesitamos que los egresados puedan cuestionar las prácticas de la industria, proponer alternativas, trabajar con materiales locales o en red con comunidades artesanales. Es una responsabilidad social del diseño”, sostiene.

Su participación en las Jornadas fue también una oportunidad para escuchar otras experiencias. “Había investigadores de Chile, Brasil y Paraguay que trabajan temas similares. Es alentador ver que la preocupación por la sostenibilidad está creciendo en toda la región”, comenta.

El futuro del diseño: crítico, creativo y sustentable

En su caso, esa reflexión ya se convirtió en una práctica docente y en un proyecto de investigación que avanza dentro del sistema universitario público. Lo que empezó como una inquietud personal se transformó en una búsqueda colectiva sobre cómo educar en un contexto de crisis ambiental.

En un aula, una pasarela o un laboratorio, el diseño puede ser mucho más que estética: puede ser conciencia.

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