AMOR LATENTE. Joel Alonso Quírico y Andrea Barbá en una de las escenas clave del musical “Sweet Charity”.
Montar un musical requiere de numerosas y complejas articulaciones que exceden lo meramente artístico. La experiencia de que confluya lo público y lo privado en un proyecto de esa naturaleza ya se experimentó el año pasado con “Chicago” y se refuerza en esta temporada con “Sweet Charity”, que esta noche tendrá su última función desde las 20 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601). Los socios de Club LA GACETA tienen el beneficio de 2x1 en entradas.
La mera idea de tener en escena a medio centenar de artistas es impensable para el teatro independiente tucumano. De allí que el espectáculo llevado adelante entre el Ente Cultural de Tucumán, la Fundación para el Desarrollo de las Artes Escénicas y Rojas-Tecnología para Eventos, se puede desarrollar con la presencia de integrantes de los cuerpos estables de la Provincia (Ballet Clásico, Compañía de Danza Contemporánea, Banda Sinfónica, Teatro y Coro), todos bajo la dirección de Sebastián Fernández y dentro de un elenco encabezado por Andrea Barbá como la enamoradiza bailarina que busca su sueño romántico.
“La coproducción contiene una cuestión virtuosa, con el Ente aportando recursos humanos capacitados y con otras organizaciones produciendo a otro nivel en el sentido de lo material. Es particularmente importante esta sinergia en tiempos en los que el Estado nacional se mantiene en un lugar muy relegado en torno a la cultura, mientras que acá se juega con una apuesta mixta que permite producir cosas interesantes”, sostuvo Fernández.
En ese contexto, la presencia de la Banda Sinfónica es singular, ya que en otros espectáculos -como las óperas, por ejemplo- el protagonismo lo tiene la Orquesta Estable -algunos de sus integrantes se sumaron al musical que se despide-. En “Sweet Charity” tiene la responsabilidad den interpretar la música de Cy Coleman en una obra con libro de Neil Simon, canciones con las letras de Dorothy Fields, y coreografías originales de Bob Fosse.
La Banda está conducida por Héctor Lizana Erazo. “Lo primero fue buscar a los músicos indicados, altamente capacitadas para afrontar este desafío. Otro desafío no menor fue la revisión y análisis del material para cada uno de los intérpretes: como tiene muchos bloqueos por derechos de autor, costó un poco encontrar material para hacer comparaciones y correcciones. No fue necesario trabajar con todo el grupo, ya que exigía ciertas características, por lo que hicimos un llamado a los colegas de la Orquesta y eso dio lugar a un óptimo trabajo y mucho más integrador entre los cuerpos estables”, destacó.
El director musical remarcó que “hubo muchos desafíos, principalmente por la extensión del total de la obra: son casi dos horas y media de puesta en escena, en contraste de un concierto habitual que dura en promedio una hora”. “Otras particularidades fueron también la exigencia en cuanto a la precisión; usualmente tenemos cierto margen ‘interpretativo’ en el cual podemos movernos, pero acá no. La puesta exigía que la música tuviera cierta rigurosidad en cuanto a los tempos, para que los demás cuerpos en escena pudieran trabajar y funcionar con normalidad. Mientras estaba estudiando pude dirigir algunas obras grandes, pero todo universitario, de mucha calidad pero siempre en un contexto estudiantil. Ésta es la primera vez en la que puedo trabajar con una producción de estas proporciones alucinantes”, reconoció.
El encuentro con actores y bailarines “fue bastante interesante, con el lenguaje en común de la música”. “Lamentablemente la Banda está en la fosa y no puede ver lo que pasa en escena, por lo que fue bastante grande la responsabilidad de trasmitir a los músicos lo que necesitaban los solistas y generar el ambiente de cada escena. Me parece que fue un buen trabajo. Esta clase de coproducciones son una alternativa muy interesante para poder realizar obras que estén a una altura internacional. Es una ruta factible y provechosa”, concluyó.







