El sabor de lo que se va: la “gallinita” prohibida y la nostalgia por las golosinas que marcaron generaciones

La Anmat ordnó sacar de circulación de la popular golosina por irregularidades en su registro. Pero la noticia, más allá de la medida sanitaria, reaviva una memoria colectiva de las golosinas que endulzaron la infancia de los argentinos y que hoy sobreviven en recuerdos.

VINTAGE. La popular golosina fue considerada “apócrifa” por la ANMAT. VINTAGE. La popular golosina fue considerada “apócrifa” por la ANMAT.
Ariane Armas
Por Ariane Armas 23 Octubre 2025

No era una galleta ni tampoco un chupetín. La gallinita -esa oblea dulce cubierta de azúcar, que muchos recordarán por su sabor particular y el jugo dulce de su interior- acaba de ser prohibida por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat).

Según la disposición 7834/2025, el organismo ordenó “prohibir la elaboración, fraccionamiento y comercialización” del producto Gallinita Orly por presentar registros sanitarios falsos. La medida se originó a partir de una denuncia en Córdoba, donde se detectó que los números de inscripción eran inexistentes. En términos legales, la golosina fue considerada “apócrifa”.

Así, un trozo más del kiosco de la infancia argentina se desvanece. Porque su retiro del mercado tiene sabor a despedida.

Los dulces que marcaron una época

A fines de los 80 y los 90, los kioscos invitaban al asombro. Los estantes rebosaban de color y de dulces diminutos envueltas en papel ruidoso: caramelos Media Hora, chicles Bazooka, bocaditos Holanda, los legendarios Paragüitas, los caramelos Frutillitas y alfajores que venían con cromos para coleccionar.

Y algunos de esos productos aún existen, son difíciles de encontrar. Mientras que otros mutaron, y varios desaparecieron sin aviso, empujados por los costos, las fusiones de marcas o los cambios en los hábitos de consumo.

FAVORITO. Los bocaditos Holanda se popularizaron décadas atrás y hoy no son fáciles de hallar. FAVORITO. Los bocaditos Holanda se popularizaron décadas atrás y hoy no son fáciles de hallar.

Esa memoria sensorial -el sabor, el olor, la textura- es hoy un puente entre generaciones. Y al recorrer la peatonal Muñecas, en pleno centro tucumano, los recuerdos emergen con nitidez entre los transeúntes.

“Era como un ritual”

“Cuando era chico, esperaba el recreo para correr al quiosco y ver si había de esas gomitas con forma de frutas (Dinovo) que ya no encuentro. Era como un ritual. Hoy las veo en fotos y me transportan a esos días sin preocupaciones”, comenta Miguel Olarte (40).

Por su parte, Juan José Valdéz (48), rememoró: “Mi mamá me daba una moneda de 50 para el colectivo y de paso pasaba por el kiosco. Con esa misma moneda compraba paragüitas… ¡qué sabor tan distinto al que hay hoy!”

“A veces entro a un quiosco y veo golosinas con envoltorios brillantes, pero… no encuentro el mismo gusto. Extraño esas golosinas simples, sin tanto marketing, que duraban poco pero todavía hoy recordamos. Me gustaban mucho los bocaditos Holanda y hace mucho que no los veo”, expresó Luisa Solórzano (52).

PASADO. Los caramelos Fizz de Arcor con su sabor ácido encantaban a los más chicos en los 90. PASADO. Los caramelos Fizz de Arcor con su sabor ácido encantaban a los más chicos en los 90.

Y Martín Comolli (61) un comerciante ambulante, dijo: “Vendo golosinas y helados por todo el centro, pero las gallinitas, por ejemplo, no son un producto que consuman los chicos ahora. Incluso es más difícil encontrarlas en las distribuidoras. Sí creo que los sabores de hoy son más artificiales: cuando yo era chico las cosas se hacían distintas.”

La mirada de los chicos

Para los más jóvenes, en cambio, muchas de esas golosinas son casi mitos urbanos. Las descubren en videos de TikTok o en publicaciones nostálgicas, donde usuarios mayores rememoran sus “dulces perdidos”.

“Vi en TikTok que había unos chicles que venían con tatuajes para la piel. ¡No entiendo por qué dejaron de hacer eso! Sería un éxito ahora”, afirmó Luciano Martínez (15).

A su lado, Mía Sánchez agregó :“En un video mostraban un alfajor que venía con un cromo de colección. Me da envidia eso, como antes las golosinas tenían algo adicional o para coleccionar. Ahora abrís uno y listo, no pasa nada.”

Con su guardapolvo perfectamente blanco, Ana Gamboa (15), comentó: “Nunca probé un Bazooka original, pero veo que todos los más grandes se acuerdan con cariño. Si un chicle genera tanta nostalgia, debía ser bueno posta.”

Melina Cortés (18) por su parte se pregunta: “A veces leo los comentarios en los videos y la gente pone ‘qué tiempos aquellos’. Me intriga saber si el sabor era tan distinto o si lo que cambió fue la infancia.”

“Revivir esas golosinas sería un golazo para mi generación. Somos fanáticos de lo retro, así que seguro se harían virales”, considera Bruno Suárez (18).

Detrás de la nostalgia y la curiosidad hay también transformaciones sociales. Los controles sanitarios, la inflación, la concentración de marcas y las nuevas tendencias alimentarias alteraron el paisaje del kiosco tradicional.

Quizás por eso cada vez que una golosina se va, el impacto trasciende lo gastronómico: nos recuerda una época donde lo simple bastaba para ser felices, cuando una moneda alcanzaba para un instante dulce.

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