El desafío de pensar en las ciclovías

18 Octubre 2025

El artículo de LA GACETA sobre las “ciclovías fantasmas” vuelve a desnudar una deuda urbana y ambiental que la provincia arrastra desde hace 40 años. A lo largo de este tiempo, los planes se sucedieron, las promesas se multiplicaron; pero las obras concretas siguen siendo excepciones.

Lo paradójico es que, pese a todo, el tucumano pedalea. Estudios realizados recientemente por la agrupación Meta Bici prueban que en los últimos 10 años el uso de la bici en San Miguel de Tucumán creció un 22 % -la cifra sería mayor, porque no se midió el horario nocturno-. Esto confirma que, aun sin infraestructura segura ni condiciones adecuadas, este medio de transporte se consolida como alternativa viable frente al caos vehicular, a los costos del combustible y estacionamiento y a la contaminación. La bicicleta es uno de los vehículos más eficientes, saludables y sustentables. Su uso cotidiano mejora la salud cardiovascular, ayuda a mantener un peso equilibrado, reduce el estrés y genera un impacto positivo en la salud mental. Además, frente al crecimiento desordenado del parque automotor y a los embotellamientos, representa una opción dinámica que permite desplazarse con rapidez. A esto se suman los beneficios ambientales: menos emisiones de gases, menos ruido, menos consumo energético. Promover el uso de la bicicleta es apostar por ciudades más limpias, más silenciosas y más humanas.

Para esto, el Estado debe asumir un compromiso firme y coordinado. Los Gobiernos tienen la responsabilidad de planificar, de construir y de mantener redes de ciclovías verdaderamente seguras, continuas y funcionales. No se trata de pintar franjas de colores sobre el asfalto ni de inaugurar pequeños tramos aislados para la foto. Se trata de diseñar un sistema de movilidad activa que conecte barrios con escuelas, universidades, hospitales, parques y centros laborales, en todo el Gran Tucumán. Sin planificación seria, sin presupuesto asignado y sin mantenimiento constante, las ciclovías seguirán siendo un símbolo de la inconstancia política.

En el país algunos ejemplos demuestran que se puede. Rosario logró consolidar un sistema público de bicicletas y una red de ciclovías que crece año a año. Buenos Aires, tras años de planificación, incorporó cientos de kilómetros de trazas exclusivas para bicicletas y un servicio gratuito que es modelo en la región. Y en los últimos años, Córdoba avanzó en avenidas estratégicas con un enfoque de movilidad sustentable. En todos esos casos, las políticas públicas fueron coherentes, con financiamiento y continuidad, lo que permitió que el uso de la bicicleta dejara de ser una excepción y se transformara en parte del paisaje urbano.

No se trata solo de fomentar un hábito saludable, sino de repensar la movilidad en su conjunto. Las ciclovías son una inversión en salud pública, en seguridad vial y en calidad de vida. Cada kilómetro de traza segura es un paso hacia una ciudad menos congestionada y más habitable. En tiempos en que el tránsito se vuelve insoportable y el aire cada vez más denso, insistir en la bicicleta no es una utopía ni una moda pasajera, sino una necesidad que requiere atención.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios