Boris Muñoz: “Estamos atravesando uno de los momentos más peligrosos en la historia de Estados Unidos”

El destacado periodista venezolano, fundador de la sección de Opinión de The New York Times en español, editor independiente y columnista de El País habla sobre los desafíos del periodismo frente al populismo y los líderes de la nueva política. “Es importante que el periodismo de opinión tome su papel de faro en nuestras sociedades”, plantea.

BORIS MUÑOZ. “Hay una especie de franquicias de autoritarismo populista y no están acotadas ideológicamente”, afirma. BORIS MUÑOZ. “Hay una especie de franquicias de autoritarismo populista y no están acotadas ideológicamente”, afirma.

En la ciudad de Boston, convertida en un centro mundial de educación superior e investigación, reside el venezolano Boris Muñoz; lejos de la bulliciosa Caracas. Dieciséis años separan su presente estadounidense del país que dejó en 2009, un año clave en la segunda diáspora bajo la presidencia de Hugo Chávez. La polarización política era un hervidero, y Muñoz, con la certeza de una decisión correcta, miró hacia el norte.

El destino le tendió una mano en forma de la prestigiosa Beca Nieman, un año de inmersión periodística en la Universidad de Harvard, un “privilegio” que le permitió salir de Venezuela en un momento crucial. Desde entonces, su voz se escucha en el mundo periodístico.

Desde la capital de Massachusetts, Muñoz responde al llamado de LA GACETA, mientras se prepara para participar en la 81ª Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en República Dominicana, donde impartirá un taller sobre Periodismo de Opinión. Al mirar hacia atrás, no duda que su salida de Venezuela fue una decisión acertada. “Tenía una situación muy privilegiada por la beca Nieman para salir del país que, en aquel entonces, seguía en una bonanza muy potente, pero que ya había mostrado los primeros grandes rasgos de un autoritarismo severo”, recuerda.

Un episodio marcó su percepción y el olfato periodístico le dio pie para salir. “Ese año -recuerda-, Chávez puso en la cárcel a una jueza, por una furia personal, y pidió una condena de 30 años. Cuando uno ve ese grado de personalismos y entiende la omnipotencia que tenía un personaje como Chávez en Venezuela o como tiene Donald Trump ahora, no te queda otro camino que preguntarte para dónde va ese  país, como yo me lo pregunté en aquel momento, y como me lo pregunto hoy en Estados Unidos”.

La infoguerra y el control de la narrativa

En agosto pasado, Muñoz publicó en El País una columna titulada: “Trump contra la verdad: el plan para silenciar a todos”. Allí advertía sobre la infoguerra y la estrategia de control de la información.

-¿Percibes esta situación con mayor intensidad?

-Con mucha potencia. Estos gobiernos no solo populistas, sino populistas autoritarios, o antidemocráticos, necesitan un manejo muy estrecho de lo que llamamos la narrativa, de los relatos públicos, de la opinión pública, de cómo se percibe la situación o la realidad de un país. En este caso, como en Venezuela, parte de la estrategia de construir esa narrativa y dominarla consiste en esquinar a los medios y desacreditar la verdad.

Muñoz describe un ataque sistemático de las esferas del poder. “No hay ningún efecto constructivo, sino que se ataca al medio, al periodismo y a la verdad como enemigos, y hay que destruirlos. Y para eso se establecen estrategias muy concretas que tienen que ver con desacreditar al mensajero y el papel de auditoría que ejercen los medios de investigación de la realidad y de transparencia para que la gente deje de creer en lo que dicen los medios y empiece a hablar de medios masivos como una entidad abstracta, y a identificarla como instancias que quieren imponer agendas de sectores poderosos”.

En este caso, pone un ejemplo concreto. “Trump va a demandar a The New York Times por 15.000 millones de dólares. Ya lo hizo con The Wall Street Journal. Ambos temas referidos a la discusión que hay en torno al caso de Jeffrey Epstein (delitos sexuales y tráfico de menores), revelan un afán desmesurado de Trump por hacerlo desaparecer de la agenda pública”.

Frente a este escenario, su conclusión es sombría. “Me parece que estamos atravesando uno de los momentos más peligrosos en la historia democrática de Estados Unidos -afirma-, porque hay un grupo del poder que está enfáticamente resuelto a no solo destruir la verdad, sino a socavar todos los mecanismos de transparencia y -a través de esa operación- a infundir miedo en la sociedad y hacerle pensar a la gente que no tiene sentido cuestionar al poder”.

Franquicias del autoritarismo populista

El discurso de Trump resuena en otros líderes, como Javier Milei, quien llegó a decir: “No odiamos lo suficiente a los periodistas”.

-¿Hay una línea similar entre Trump, Bolsonaro, Bukele y Milei?

-Creo que va más allá; que hay una especie de franquicias del autoritarismo populista y no están acotadas ideológicamente. Lo vimos en América Latina en la era Chávez. Rafael Correa imitaba a Chávez, importó la ley de medios de Venezuela y atacó a medios y a periodistas, imponiéndoles demandas que ganó porque controlaba las Cortes. Los países donde el populismo ha entrado de lleno en el autoritarismo han buscado usar mecanismos legales y ejecutivos como leyes de odio para forzar la censura previa por temor a represalias desde el poder. Se vio en Venezuela, se ve en Argentina y también en Estados Unidos. En lo que toca directamente a los medios, es parte de una estrategia amplia para silenciarlos, la punta de lanza en la guerra contra la verdad. También lo hizo Ortega en Nicaragua, no solo atacó de frente a medios como El Confidencial o La Prensa, sino que terminó expatriando a todos los disidentes, los montó en un avión y les quitó la nacionalidad. Esto no se limita al campo ideológico; es un sistema para concentrar más poder para barrer con todas las instituciones de la sociedad que permiten una convivencia democrática. También lo hizo López Obrador, en México, atacando a periodistas a diestra y siniestra. Detrás de los medios hay intereses que hacen capitular a los medios, como en el caso de Jeff Bezos en The Washington Post.

Faro en la tormenta

-Ante este panorama, ¿cuál es el rol del periodismo de opinión?

-Hay un papel importantísimo en el periodismo de opinión en Estados Unidos y en América Latina en este momento. Estamos inmersos en el ruido, en versiones contradictorias y muchas de ellas falsas. Hay una guerra informativa global, de la que se ha beneficiado mucho el extremismo y el autoritarismo en todas partes: en Europa, en el mundo árabe, en América Latina y en Estados Unidos. La gente necesita orientación, que está basada en el método periodístico, en el rigor de los hechos, en el rigor en el periodismo de opinión; no creo que el periodismo de opinión sea solo decir lo que yo pienso. Eso es interesante, pero el paso siguiente es lo que yo pienso tiene una base factual, histórica, y en gran medida verificable. Cuando ofreces un periodismo de opinión que está sometido a estándares periodísticos, estás ofreciendo un contenido de calidad. Podrás decir estoy de acuerdo o no con este autor, pero lo que dice está sustentado. Y eso ayuda a cortar el ruido. Por supuesto que las redes sociales han creado otro escenario que es como un bazar turco, lleno de cosas que brillan, que parecen oro pero que son información basura, chucherías. Es importante que el periodismo de opinión tome su papel de faro en nuestras sociedades.

El cáncer de internet

Muñoz se muestra preocupado por el impacto de las redes sociales y la desinformación. “Tú ves al gobernador de Utah, a raíz de la detención del sospechoso del asesinato del influencer Charlie Kirk, diciendo que internet es un cáncer. Y que había que buscar mecanismos paliativos para llegar a una mejor calidad de conversación pública, porque todo está muy intoxicado”, comenta. “Creo que eso está hecho adrede. Ya sabemos que los algoritmos benefician la ira, las emociones más impulsivas, más bajas, benefician los insultos, y eso es lo que más circula. Los algoritmos premian eso”.

Su crítica se extiende a los dueños de las redes sociales. “Elon Musk reaccionó a los minutos de la muerte de Kirk culpando a la izquierda diciendo que la izquierda es el partido de la muerte, eso es muy extremo; ellos son los que tienen los megáfonos más grandes y el control de los algoritmos. Se han convertido en una súper clase, por encima de todos, porque tienen la capacidad de manipular a millones de personas. Musk intervino para ser un gran elector en la segunda elección de Trump, no solo poniendo 300 millones de dólares sino también su plataforma X a favor de las ideas de Trump. Son los ‘techno lords’, los señores de la data”.

Milei y la creación de otredad

Ante la pregunta sobre su opinión respecto de Javier Milei, y las similitudes con el discurso de Trump, Muñoz responde que “hay una cosa que comparten todos ellos -lo tenía Chávez, lo tiene Trump, lo tenía Correa-, la palabra en inglés es othering: eliminar al interlocutor como alguien con quien puedes relacionarte de igual a igual -porque tiene una condición humana, tiene derechos, una entidad ciudadana- y convertirlo en otro. Convertirlos en ‘mandriles’, ‘gusanos’, ‘escuálidos’, ‘lacras’, y mediante esa operación se va excluyendo discursivamente la gente para que tus huestes los deshumanicen. Creo que todos ellos hacen lo mismo. No es el caso exclusivo de Milei, sino que hay un patrón -en estos populistas autoritarios- de creación de otredad; o sea de exclusión, de desacreditación y deshumanización de aquellos que no son compatibles con su discurso sobre la realidad y para aquellos que representan un peligro para sus discursos”.

Al hacer un análisis más detallado, Muñoz es contundente. “Veo a Milei como una persona, que entiendo por qué llegó al poder, como entiendo por qué llegó Chávez, que tienen el poder por el poder mismo y lo que buscan es el atrincheramiento en el poder. En el caso argentino no ha podido hacerlo, porque tiene contrapesos todavía en el Congreso, donde está en minoría y espero que siga siendo así, no porque yo sea kirchnerista -porque cuestiono mucho al peronismo-kirchnerista, que no le ha hecho bien a tu país-, sino porque al final creo que Milei va a dejar un saldo muy destructivo. Creó expectativas muy grandes entre los votantes jóvenes de un vuelco económico que la mayoría de la gente esperaba y que no creo que esté pasando en la medida en que se prometió. Al mismo tiempo está polarizando más a la sociedad. Creo que la respuesta política que hubo recientemente en Buenos Aires (por las elecciones del pasado 7 de septiembre), le echa un balde de agua fría de realidad”.

Periodismo y poder

-¿Cómo debe ser la relación entre el periodismo y el poder en este escenario?

-La relación es -y va a ser- muy tirante. Los medios tienen que buscar los mecanismos legales que los protejan, deben dedicar inteligentemente sus recursos de investigación y los económicos para poder seguir haciendo su trabajo de la mejor manera. Aquí, en Estados Unidos, a diferencia de América Latina, hay una sociedad civil todavía fuerte, aunque no sé si tan fuerte como para resistir a Trump pero hay fundaciones, mecanismos de cooperación con recursos que van a salir al ruedo y van a apoyar a los medios periodísticos, porque son esenciales en esta realidad tan incierta en la que los periodistas son señalados como enemigos.

En la Asamblea General de la SIP, Boris Muñoz impartirá un taller sobre Periodismo de Opinión. “Mi propósito -explica- es crear un espacio de discusión sobre cuál es el estado de opinión en la región y cuáles son las herramientas que hay que utilizar en este momento para subirle la calidad a la opinión y al debate. La opinión -remarca- debe ser bien argumentada, verificada, con puntos de vista originales, que contribuyan al debate, que no aumenten el ruido, sino que traten de disminuirlo. Que no sean redundantes, sino que incorporen nuevos elementos para el entendimiento de nuevas situaciones como en este caso que hablamos de la opinión política y económica, pero también la opinión cultural”.

“Otra cosa que no hay que olvidar nunca -resalta- es que la opinión debe ser persuasiva, la opinión debe ser seductora, convincente, envolvente y cautivante. Y para eso hay que buscar un balance de todos esos elementos para llegar a una opinión no solo calificada sino también atractiva, una opinión que provoca en la audiencia una reflexión o incluso un cambio de punto de vista”.

Tomás Eloy Martínez, el maestro

En sus recuerdos, ocupa un lugar especial Tomás Eloy Martínez, el autor tucumano y maestro de reporteros con quien compartió vivencias en New Jersey. Cuenta una anécdota personal,  que ahora puede contar,  pero que hace veinte años atrás no lo  hubiera hecho. “Cuando mi hijo nació prematuramente, mi esposa era su asistente por varios años, y yo me había quedado sin beca y sin trabajo justo en ese momento. En Venezuela Chávez había decretado un cepo cambiario, entonces no había forma de que nos llegara ninguna ayuda. Tomás Eloy prácticamente duplicó el salario de mi esposa para que pudiéramos hacer frente a esa situación”.

Menciona, además, una valiosa lección periodística en aquellos años. “A raíz del 11 de septiembre, fui en el primer tren desde la estación Newark a Nueva York, luego de que la ciudad abrió a 48 horas del atentado. Entonces hice una crónica de impresión sobre todo lo que caminé esa tarde y esa noche hasta casi llegar a lo que se llamaba la zona cero. Regresé y escribí bastante electrizado, se lo mandé a Tomás Eloy y él me dijo ‘tienes que cortarla aquí’, dos párrafos antes del final; ‘si no, la matas’”.

Perfil

Boris Muñoz nació en Caracas en 1969. Tiene un doctorado en Literatura latinoamericana de la Universidad de Rutgers y es miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Fue jefe de redacción de la revista Exceso, fundador de la sección Opinión de The New York Times en español y colaborador de El País y Gatopardo, entre otros medios.  

11-S: Caminando por NY después de la emboscada*

Por Boris Muñoz

A las nueve y media decidí volver. En la intersección de Canal Street y la Sexta Avenida encontré a un obrero de construcción trocado en socorrista que se hallaba trabajando a una cuadra del World Trade Center cuando sucedió la tragedia. Desde entonces no había abandonado el campo cero. Era imposible distinguir el color original de sus ropas. Todo su cuerpo estaba cubierto por un polvo caliginoso. Se sacudió las botas para demostrarme que eran negras y no blancas como se veían. Luego me puso de frente sus manos despellejadas y sin que se lo pidiera comenzó a recordar de modo espontáneo, aunque monocorde, lo que había vivido durante los dos días que pasó excavando. Primero mencionó las explosiones y las personas saltando por las ventanas en medio del pánico. Después se demoró en un inventario desordenado de todo lo que se encontraba disperso por la zona cero. “Allí hay de todo: celulares, carros, computadoras, dinero, tarjetas de crédito, joyas… Nadie toca nada porque sería un sacrilegio”. Por último se detuvo en descripciones gráficas de los cuerpos horriblemente destrozados bajo el peso de las vigas de acero, de los zapatos, piernas, brazos, las prendas de vestir y objetos personales que se podían ver colgando de los árboles que se mantuvieron en pie. “Tengo los ojos verdes de esa muchacha grabados en mis ojos. Me acerqué a verla y en su pecho había una plaquita que decía Katie. Intenté moverla pero al levantar la viga que tenía encima, su cuerpo se separó en dos partes”, concluyó extendiéndome un pequeño sobre con fotos de los despojos. Miré las fotografías y se las devolví. “Ojalá Dios no haya sido el autor de este holocausto, hermano”, me dijo, y un estremecimiento me recorrió los huesos.

Reanudé la marcha hacia el norte. Al trasponer Houston, se abría otra ciudad. Una muchedumbre silenciosa encendía velas en un semáforo que había sido adornado como un altar votivo. Todo estaba muy quieto. Me detuve un momento. Y luego seguí caminando sin volver la vista atrás.

*Fragmento de la crónica publicada originalmente en Prodavinci.

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