asf asdf asdfasdf
La historia de Soledad Frías García en los Juegos Argentinos de Alto Rendimiento en Rosario volvió a dejar en evidencia que el deporte tiene sus propios caminos y sabe devolver lo que quita. Tras un año sin agarrar la paleta, cansada de las injusticias y del desgaste económico que implicaba competir, la jugadora decidió acompañar a su amiga y compañera Cynthia Pinto. Lo hizo casi como un favor y con la idea de pasarla bien. Lo que no imaginaba era que esa decisión la llevaría de nuevo a lo más alto del podio, con una medalla de oro colgada en el cuello y la satisfacción de sentirse vigente.
Frías había dejado de jugar tras el Argentino del 2024. La acumulación de viajes costosos, selectivos cada vez más exigentes y la sensación de que, por más esfuerzo que hiciera, siempre se quedaba al borde de una convocatoria, terminaron de alejarla de un deporte que practicaba desde hacía dos décadas.
La frustración de entrenar duro, invertir dinero propio y no ver los resultados la había llevado a cambiar de disciplina. El pádel apareció como refugio y como nueva motivación. Allí encontró otro ambiente, distinto al de la paleta -según comenta-, y una forma de volver a disfrutar sin la presión de sentirse relegada. “Fueron muchos años de sacrificio y veía que la decisión final no siempre pasaba por el rendimiento. Llegó un momento en que dije que no tenía sentido seguir”, reconoció Frías. La relación con la dirigencia y la falta de apoyo económico fueron determinantes. Los viajes, en su mayoría, se costeaban con dinero propio y solo en contadas ocasiones recibían ayuda mínima. “Si tuviéramos un respaldo real, sería otra cosa. Pero nunca fue así. Por eso me cansé”, añadió.
En ese contexto apareció la llamada de Pinto, su compañera histórica, que le propuso volver solo para acompañarla en los Juegos Jadar. Primero la duda, luego el entusiasmo, y finalmente la confirmación: Rosario las esperaba. Frías retomó los entrenamientos en su club, con el compromiso de estar a la altura, pero con la idea clara de que su regreso era solo circunstancial. “Le dije a Cynthia que iba a acompañarla y que iba a disfrutarlo. No pensaba más allá de eso”, recordó.
La pareja tucumana viajó con lo justo, sin remeras oficiales actualizadas y con la colaboración de un comercio local de pádel que les facilitó la indumentaria para la final. Ese detalle refleja la realidad amateur que atraviesa la disciplina: son los propios deportistas quienes deben resolver algunas cuestiones de la logística. A pesar de todo, el rendimiento en la cancha fue impecable. Ganaron los partidos de la zona ante San Luis, Entre Ríos y La Pampa sin ceder un solo set. En semifinales derrotaron a Santa Fe, los anfitriones, también con autoridad.
La final fue la prueba de fuego. Enfrente, la siempre poderosa Metropolitana, con la que históricamente existe una rivalidad especial. El comienzo no fue favorable: las rivales se quedaron con el primer set y llegaron a estar match point en el segundo, con ventaja de 11-9. Sin embargo, Frías y Pinto lograron remontar y dar vuelta la historia. Se impusieron 12-11 en ese segundo parcial y sentenciaron el título con un sólido 7-4 en el tercero. “Fue increíble, porque estábamos contra las cuerdas y lo pudimos revertir. Eso nos dio mucha confianza para cerrar el partido”, contó Frías.
La emoción del triunfo se mezcló con la rutina de la vida cotidiana. Apenas un día después de la consagración, Soledad estaba de nuevo trabajando en su veterinaria en Camino del Perú y Mate de Luna, sin tiempo siquiera para prolongar el festejo. “Ese es el sacrificio del deportista amateur: viajamos, competimos, ganamos y al día siguiente estamos trabajando como si nada. Pero igual se disfruta”, dijo entre risas.
Más allá del logro, su futuro en la paleta sigue siendo una incógnita. Frías no oculta su emoción al hablar del padel, su nuevo lugar. “El año que viene hay un Mundial en Argentina, pero no creo que cambien las cosas. Por ahora sigo enfocada en el pádel, que me devolvió otra energía”, expresó.
Legado familiar
La historia personal también explica parte de su vínculo con el deporte. Hija y nieta de jugadores de paleta, su infancia estuvo ligada a las canchas del Club Frontón Tucumán, donde empezó a golpear la pelota casi sin darse cuenta. El legado familiar la llevó a enamorarse de una disciplina que hoy lucha por tener mayor visibilidad. “El problema es la poca difusión. Es un deporte que cuesta transmitir porque la pelota va muy rápido y no se aprecia bien en cámara, como pasa con el squash. Eso limita el crecimiento, pero también creo que falta apoyo de las federaciones”, analizó.
Lo que ocurrió en Rosario, sin embargo, será un recuerdo imborrable. La delegación tucumana vivió el torneo con mucha unión y compañerismo, y recibió incluso el aliento de atletas de otras disciplinas en la final, un hecho poco común en los Juegos. “Fue lindo ver a chicos de ajedrez o de otras disciplinas alentando a Tucumán en paleta. Eso nos dio un plus y me hizo valorar aún más la experiencia”, reconoció Frías.
Con 35 años, Soledad sabe que su relación con la paleta ya no es la misma que hace una década. Hoy disfruta del pádel y de su vida profesional como veterinaria, pero también se permite volver a sentir la adrenalina de la competencia cuando una amiga la convence. Su regreso, aunque momentáneo, terminó en una coronación inesperada, con la satisfacción de demostrar que todavía tiene nivel para pelear con las mejores.







