Hablar de Miguel Ángel Russo es hacerlo de un entrenador inclasificable. Su recorrido, lleno de matices, lo llevó desde el ascenso hasta tocar el cielo con las manos al conquistar la Copa Libertadores con Boca. Su carrera tuvo etapas de aprendizaje, gloria y frustraciones, pero también un capítulo casi secreto: aquella noche en la que, según él mismo contó, se fue a dormir convencido de que era el nuevo técnico de la Selección Argentina.
En octubre de 2008, tras la renuncia de Alfio Basile luego de la derrota en Chile, la AFA quedó sumida en el desconcierto. Russo, por entonces en un sólido San Lorenzo y con el prestigio intacto por su paso exitoso por Boca, se convirtió en uno de los principales candidatos. Él mismo lo recordó años después. "Me llamó el que tenía que llamar, no había otro. Fui tapa de un diario importante, me llamaban los periodistas y yo no quise decir nada. Menos mal...."
La figura de Julio Humberto Grondona emergió en medio del caos. Su jugada fue inesperada y estratégica: apostó por el magnetismo de Diego Maradona, que terminó quedándose con el cargo. Pero Russo siempre recordó aquella noche con cierta calma y resignación. "Estuve cerca, muy cerca. Me llamaron una noche, me dijeron ‘sos el técnico de la Selección’ y a la mañana ya no era más. Es así todo esto. No me hice drama, seguí viviendo a mi forma y a mi manera, contó tiempo después con su habitual serenidad".
Un sueño que nunca se concretó
Ocho años más tarde, en 2016, el destino volvió a ponerlo en la órbita del seleccionado tras la salida de Gerardo Martino. Su nombre volvió a sonar fuerte en un contexto caótico, con la AFA bajo una comisión normalizadora encabezada por Armando Pérez. Sin embargo, la decisión recayó en Edgardo Bauza, otro hombre con pasado azulgrana. Fue otro tren que pasó, otra oportunidad que se le escapó a quien muchos consideraban ideal para el cargo.
El vínculo entre Russo y la Selección siempre tuvo un tinte de desencuentro. Treinta años antes, durante el ciclo de Carlos Bilardo, había quedado fuera de la lista final para el Mundial de México 86 pese a formar parte del proceso clasificatorio. Aquello le dolió, aunque el tiempo le dio perspectiva.
"Carlos me dijo que lo iba a odiar, pero el día que seas técnico lo vas a entender. Tenía razón. Todo lo que me decía, después era la realidad. Ser técnico es muy difícil", dijo. Más de tres décadas en los bancos le dieron la razón. Y aunque nunca llegó a dirigir al país, el fútbol argentino siempre lo sintió parte de su historia.







