Teatro: un trágico ritual ancestral para conseguir oro y protección

Un cuerpo reclamado en “Wajtacha”, la obra escrita por el español Luis Miguel González Cruz e interpretada por el elenco boliviano de El Búnker.

Teatro: un trágico ritual ancestral para conseguir oro y protección

La tierra da, pero pide algo a cambio cuando le extraen partes de sus entrañas. Esa transacción es dolorosa, y deja marcas en la memoria colectiva de que nada es gratuito sino que la riqueza obtenida puede ser consecuencia de una tragedia individual.

“Wajtacha” es la propuesta que aportó al Festival Internacional de Teatro de Córdoba el dueto del Teatro del Astillero - El Búnker, una coproducción entre dramaturgos españoles y elenco boliviano, con un texto escrito por Luis Miguel González Cruz, nacido en la ibérica Cáceres y ganador de los premios Calderón de La Barca, Rojas Zorrilla, Born y Lope de Vega.

El nombre de la obra remite a un ritual en el altiplano andino: un sacrificio humano al Tío de la mina, una especie de deidad entre diabólica y protectora que los trabajadores veneran y a la que confían el éxito de sus labores, y eje del conflicto escénico que transita en la ancestral lucha entre el bien y el mal, el creer y el dudar, el miedo y la fe. Esa práctica no está perdida en el tiempo: en 2018, un niño de ocho años desapareció en La Paz, y sus padres denunciaron penalmente que su hijo fue sacrificado vivo por mineros de la cooperativa Santa Bárbara en Cosmipata.

El elenco está integrado por Antonio Peredo Gonzáles, Claudia Mónica Ossio Ferreyra, Fernando Franck Romero Patón, René Marcelo Sosa Santos y Raúl Ángel Humberto Gómez Melazzini, entre los cuales transita el espectro de lo sobrenatural y las necesidades humanas.

Sonia está convencida de que su hijo fue asesinado para cumplir con esa imposición y le reclama a Franklin, el responsable sindical, recuperar su cuerpo para poder enterrarlo en un terreno sagrado. El gremialista se resiste a creer que pueda haberse cometido ese horror pero, después del reclamo y ante una posesión espiritual, admite desenterrar al niño y darle sepultura en otro lugar.

A partir de ese momento se desencadenan numerosos accidentes, pero también se encuentra una valiosa veta de oro que enriquece a todos los mineros, excepto al propio Franklin, cuyo sentido de la realidad y la justicia lo obligan a quedarse en la mina, a quedarse junto al Tío y a desafiarlo en una última lucha. Una pelea para saber, en definitiva, si existe.

De algún modo, esos restos ausentes por los cuales la mujer desafía al poder remite al clásico “Antígona”, pero todo deriva en un contexto diferente al planteo griego. La tragedia está presente desde el primer minuto, en una puesta que logra transmitir el aire viciado y contaminado de quienes habitan la oscuridad y dejan su vida buscando un trozo brillante que le cambie el destino. Quizás sepan que, aun encontrándolo, su existencia seguirá en la oscuridad. “Hacemos el mal al perforar las entrañas de la Pachamama”, alega uno de ellos, como justificación de sus actos.

Intensidad

La protagonista transmite la intensidad de quien atraviesa la injusticia y reclama poder hacer el duelo, sin importarle lo que pueda significar su necesidad ante la tradición ancestral. La necesidad de una madre que llega a suprimir la palabra para poder recuperar a su hijo muerto va por encima de las ambiciones y urgencias por una riqueza que le permitiría cambiar su vida. Nada justifica lo ocurrido ni puede permitir que se repita.

Sin embargo, las actuaciones no logran en conjunto darle la profundidad e intensidad que la trama requiere y el guión trabaja sobre ciertas estructuras conceptuales sobre la cultura de los pueblos originarios, el consumo abusivo de alcohol, la búsqueda desesperada de dinero y la existencia de mitos desde una mirada extrañada. El despliegue de los personajes desdoblados impulsa la resolución, que -como en toda tragedia- no tranquiliza sino que deja nuevas inquietudes.

El madrileño Teatro del Astillero es un colectivo creado en 1995 por los reconocidos escritores Juan Mayorga, Raúl Hernández, José Ramón Fernández, Guillermo Heras y el autor de esta obra para poner en escena textos propios y de otros autores contemporáneos. En su búsqueda el grupo tomó contacto con El Búnker, fundado en 2004 como sala de teatro, espacio cultural y casa de creación artística en La Paz, y de esa interacción surgió esta propuesta con la aspiración de sacudir lo interior de cada espectador, tal como los mineros en sus búsquedas.

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