DIVERSIÓN. Los corredores disfrutaron de cada recorrido en los 21k de LA GACETA. Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.
Las calles de nuestra provincia volvieron a llenarse de color, energía y emoción con la tercera edición de los 21k de LA GACETA, una carrera que ya se ganó un lugar en el corazón de los tucumanos. Desde muy temprano, familias, atletas y aficionados compartieron una jornada marcada por la alegría del reencuentro, el esfuerzo colectivo y el orgullo de pertenecer a una ciudad que respira deporte.
Pero más allá del cronómetro y las medallas, hubo algo que se sintió más fuerte: las historias. En medio de los más de dos mil corredores, tres relatos de vida reflejaron el espíritu más noble de la competencia. Historias de lucha, fe y amor que recordaron que correr también puede ser una forma de agradecer y de volver a empezar.
CON ALEGRÍA. Jímenez posa junto a toda su familia en los 21k de LA GACETA.
Correr para sanar
Superar los límites del cuerpo y del miedo. Esa fue la meta de Carina Jiménez, estilista y asesora de imagen, que este año volvió a ponerse las zapatillas para participar de los 21K de LA GACETA después de haber enfrentado el desafío más difícil de su vida.
“En septiembre de 2024, durante mis controles médicos anuales, me detectaron un quiste en la mama izquierda”, recuerda. Tras varios estudios recibió el diagnóstico de cáncer de mama en enero. “Comencé con quimioterapia hasta el 2 de julio, con resultados favorables, y el 14 de agosto me sometí a cirugía. Ahora espero iniciar radioterapia para finalizar el tratamiento”, dijo dejando en claro que la actividad física siempre fue parte de su vida y que, con el alta médica, retomó los entrenamientos para volver a correr.
Volver al parque 9 de Julio, en donde trabajó su padre, la emocionó profundamente. “Recorrer lugares emblemáticos hace valorar nuestra historia y el cuidado de la ciudad”, dijo. “No te rindas; eres fuerte, valiente y capaz”, lanza con alegría.
UNIDOS. Jorge Migliavacca posa junto a su nieto Santiago en los 21k de LA GACETA.
Un nuevo desafío
A los 78 años, Jorge Alberto Migliavacca demuestra que nunca es tarde para empezar de nuevo ni para desafiar los propios límites. Tras un infarto que lo llevó a una cirugía de cuatro bypass coronarios, decidió transformar el susto en impulso y encontró en el running una nueva forma de sentirse vivo.
Su cardióloga, Agustina Abalsa, maratonista de alto rendimiento, fue quien lo inspiró a dar el primer paso. “Le pregunté si estaba en condiciones y me dijo que por supuesto”, recuerda con gratitud. De esa manera comenzó a participar en pequeñas carreras hasta animarse a los 3K de los 21K LA GACETA, siempre acompañado por su nieto Santiago, de 14 años.
“La consigna es que él haga su tiempo y después venga a buscarme para cruzar la meta juntos”. Lo vivido este año fue inolvidable. “Fue una fiesta, una gloria total, la ciudad entera disfrutando”, cuenta y no duda en elogiar la experiencia. “La organización fue perfecta. El año que viene quiero correr los 10K porque cada paso me recuerda que sigo vivo”, cerró con una sonrisa.
CON ORGULLO. El padre Larrosa posa con la camiseta de los 21k de LA GACETA frente a la Iglesia de la comunidad Fasta.
Fe, gratitud y movimiento
En Tucumán, donde la fe y el deporte se entrelazan, el padre Tomás Larrosa, cordobés de 34 años, volvió a demostrar que la espiritualidad también puede transpirarse. Radicado en la provincia desde hace cuatro años, combina su vocación sacerdotal con la pasión por el ciclismo y el running. “Correr también es celebrar la vida”, afirma. Este año participó de los 21k de LA GACETA, una experiencia que, asegura, fue más que un desafío deportivo.
“Fue un momento para agradecer: por la vida, por el cuerpo que puede moverse, por el simple hecho de poder intentarlo una vez más”. Reconoce que equilibrar su ministerio con el entrenamiento no es fácil, pero lo vive como parte de su oración diaria.
“El esfuerzo me ayuda a rezar mejor y a vivir con mayor serenidad lo cotidiano”. Además, la fecha tuvo un valor simbólico. “El 5 de octubre es el aniversario de mi bautismo; correr ese día fue agradecer a Dios el don de ser su hijo y renovar esa identidad paso a paso”. Con una sonrisa, resume su experiencia. “Cada carrera es también una manera de rezar”, cerró.







