Acevedo, de espectador a protagonista: cómo el vice terminó al frente de la campaña en la Capital

Acevedo, de espectador a protagonista: cómo el vice terminó al frente de la campaña en la Capital

La antesala del despacho gubernamental hervía de periodistas. Juan Manzur había convocado de urgencia a la prensa. Con un tono de notable enojo, el entonces gobernador anunció que declinaba la candidatura a la vicegobernación, luego de una presentación judicial que ponía en jaque al proceso electoral. A su lado, inmóvil y con un gesto adusto, Osvaldo Jaldo, que aspiraba al mayor cargo de su carrera, escuchaba sus palabras.

El médico develó que el elegido para reemplazarlo en la contienda era Miguel Acevedo, uno de los pocos funcionarios de primera línea que no era candidato.

La novedad sorprendió y, a la vez, marcó uno de los hechos políticos de los últimos tiempos. Ese anochecer del 11 de mayo de 2023, la política tucumana descubrió los alcances de un nuevo jugador. Uno silencioso, que nadie vio venir.

Esta es la foto del instante en el que el ministro del Interior se metió, sin codazos ni internas, en la línea sucesoria y en el selecto grupo de aquellos que naturalmente son considerados para una futura sucesión.

La vicegobernación no estaba en los planes de Acevedo. Cuentan en su entorno que se enteró unos minutos antes y que apenas atinó a llamar a su esposa para que prendiera la tele. Había tenido ofertas de una docena de acoples para candidatearse, pero quien ejercía la gobernación le había aconsejado que no se sumara a ninguno. Sus cercanos sospechan que, en realidad, siempre fue el “plan B” del manzurismo.

Dos años después, Acevedo volvió a estar en el proyecto electoral de un mandatario. La historia comenzó también con él fuera del baile y terminó en el centro de la pista y al frente de la campaña en San Miguel de Tucumán, un distrito complejo pero promisorio para el PJ según las últimas encuestas que tiene la Casa de Gobierno.

Del no al sí

Al comienzo de este año electoral, Jaldo tenía la idea de que tanto su número dos como la intendenta capitalina, Rossana Chahla integraran la propuesta del Frente Tucumán Primero. Aunque para uno la oferta fue más directa que para otro, ambos se negaron de manera pública a llevar adelante una postulación testimonial. El tranqueño, entonces, decidió encabezar solo.

En el jaldismo rechazaron la negativa y consideraron que las otras dos figuras eran “tibias” o especulaban para no quedar involucrados si había un resultado adverso. En cercanías a los despachos del poder consideraron que la actitud los dejaba virtualmente fuera de la carrera para las provinciales del 2027.

Pero la coyuntura cambió el panorama. La amenaza de una interna en el Partido Justicialista -entre el oficialismo y el antimileísmo- y los números promisorios de La Libertad Avanza, empujaron al justicialismo a un acuerdo de unidad ¿Y quién era el interlocutor entre Jaldo y Manzur? Sí, Acevedo.

Las conversaciones estuvieron a un chin de fracasar. Los llamados y las reuniones se sucedieron de manera febril. Acevedo fue paciente. Muy paciente. Referentes de ambas líneas dicen que no perdió los estribos y que hizo malabares para que el diálogo no se cortara, aún en los momentos más tensos.

Estaba convencido, comentan, de que los roces no tenían una razón lógica por un hecho simple: por los objetivos diferentes de los antagonistas. El actual titular del Ejecutivo pretende un triunfo contundente para gobernar dos años con tranquilidad y poder definir luego una posible aspiración a la reelección. Su antecesor no quiere desaparecer de la escena nacional porque tiene intenciones de seguir en la mesa chica pejotista y no abandona la ilusión de integrar una fórmula nacional.

Los protagonistas de los espacios que pudieron acordar coinciden en que Manzur se autopropuso como cabeza de lista, en vez de Jaldo. Que Jaldo ni siquiera lo pensó y que ese no fue rotundo. El gobernador ya estaba caminando la provincia como líder de la nómina. Entonces, el senador quedó de suplente

¿Y cómo entra Acevedo en la boleta? Hay dos versiones. La de fuentes cercanas al vice dicen que él fue la prenda de unidad para sellar el pacto: si no era candidato, no había humo blanco. Con otro enfoque, hay quienes interpretan que cuando se enteró de que Manzur se había anotado, se sumó rápidamente para evitar quedar en un off side político. Si Jaldo y Manzur, cabezas del partido, estaban en la lista, no podía quedar fuera. Acevedo sigue en contra de las testimoniales, pero evaluó las consecuencias y beneficios de involucrarse.

Peronistas de trayectoria analizaron esta jugada y consideran que, estratégicamente, fue un gol en tiempo de alargue. Dan distintos argumentos al respecto. Uno fundamental es el protagonismo: el primer mandatario conduce la campaña y lleva como estandarte la gestión. Por qué dejaría para Manzur u otro esa marquesina, cuando forma parte de la administración y podría capitalizar no sólo que se lo relacione más con las políticas de Estado sino también con un eventual buen resultado en las urnas.

La instalación es otro aspecto medular. El posicionamiento y conocimiento de una figura en el electorado que genera el trabajo electoral es difícil de alcanzar de otra manera. Es una oportunidad de oro para cualquier dirigente.

Otro ítem tiene que ver con la necesidad de alinear la tropa del no jaldismo. Una de sus misiones es asegurar el trabajo de los que no están del todo alineados con Jaldo y en eso viene trabajando Acevedo de manera subterránea, conversando y tratando de convencer a los más díscolos.

La relación con Jaldo y con el peronismo

Gobernador y vice se conocen desde hace añares, pero nunca habían tenido una relación de cercanía, más allá de compartir el espacio político. De hecho, en la interna habían estado en veredas distintas y Acevedo había quedado del lado manzurista. Después de ser entronizado, tuvo que lidiar con varios asuntos. Con la desconfianza de Jaldo, con la subestimación de parte del peronismo, con los motes de ser un mero “delegado” de Manzur o de ser supuestamente bussista (por su trabajo en el ministerio en aquellas épocas institucionales), entre otros.

La paciencia de nuevo. Es una virtud que oficialistas y opositores le adjudican. Y recurrió a ella para ir encarando y desarticulando los prejuicios sobre él.

Pese a que hubo algunos chispazos en estos dos años, Acevedo se fue acercando al tranqueño y fueron amalgamando sus estilos, que son muy diferentes.

En las entrañas de su círculo, advierten que no tiene intenciones de ser un títere de nadie, pero que está muy dispuesto a seguir construyendo la relación de confianza y que se siente a tono siendo un complemento del titular del Ejecutivo. Aseguran que quiere seguir trabajando en conjunto con Jaldo y que no le disgustaría para nada repetir fórmula en 2027. Querría romper, dicen en sus alrededores, con la seguidilla de relaciones conflictivas que se vienen dando en las duplas gobernantes de las últimas décadas.

Durante mucho tiempo, las líneas no afines a Jaldo se entusiasmaron con que liderara la resistencia al jaldismo. Inclusive, varios referentes nacionales lo sondearon desde Buenos Aires. Porque “Miguel”, como lo llaman en la Cámara, abrió las puertas y dialogó con el peronismo díscolo en los peores momentos, lo contuvo y contiene en todos los sentidos de esa palabra. Cuando Jaldo se acercó a la Rosada, cuando se eliminó el Unrel y cuando la interna estuvo por reflotar. El presidente de la Legislatura no tiene ni tuvo en sus planes asumir ese papel.

La Legislatura se convirtió en su ámbito natural, subrayan en la avenida Sarmiento. No es extraño, si se tiene en cuenta que una decena de los legisladores del oficialismo fueron intendentes cuando él era el ministro que administraba los vínculos con los municipios y las comunas.

Acevedo también está bien visto por la oposición, con la que dialoga mucho. Representantes de distintos espacios destacan que los trata con respeto institucional y que les da espacios que no habían conocido antes. El oficialismo parlamentario, de hecho, le hace escenas de celos por esto.

Entre sus proyectos más ambiciosos está el de la reforma política, que le trajo varios dolores de cabeza puertas adentro del PJ. Si bien al puntapié lo había dado su compañero de gestión, luego delegó la brasa a su ámbito. La bancada oficialista, reticente a los cambios, sabe que viene haciendo un trabajo fino, para convencer a los desconfiados de las bondades de modernizar el sistema de votación.

Misión Capital

El vínculo de Acevedo con los circuitos, los dirigentes de San Miguel de Tucumán y el peronismo tiene historia. Una poco conocida. Si bien su familia vivió la itinerancia de la tradición circense, se terminó arraigando en la ciudad. Más precisamente en la primera cuadra de la avenida Ejército, en Villa Luján.

Referentes capitalinos reseñaron que su papá, Antonio “El Tata” Acevedo trabajaba en la administración de un circo, pero era dirigente de vocación y pudo ejercer esa tarea a pleno una vez reasentados.

Era el dueño del bar “Carlitos” y cuentan los memoriosos que era el lugar en el que se reunía con figuras como Antonio Guerrero o Teresa Felipe.

El vicegobernador ya era contador y trabajaba como técnico en el Estado. Primero fue en Economía y después, en Interior. Con su padre, recorría las unidades básicas y conocía los nombres que tenía que saber en cada circuito. Algo que intensificó a medida que fue ocupando puestos más relevantes.

Desde el alperovichismo y épocas subsiguientes se encargó del “armado” de las escuelas capitalinas.

En esta campaña, la estrategia que pasa por sus manos es la de apoyarse en los acoples más importantes y combinar reuniones pequeñas con grandes actos organizados por legisladores y concejales. Lleva una agenda ardua, que intercala las tareas de la gobernación (el gobernador está de licencia) con las del proselitismo. Acevedo viene levantando el perfil y en los planes no está retraerlo.

¿Qué rol tiene la intendenta Chahla? La jefa municipal acompaña y participa de las actividades, pero está más enfocada en la gestión. En esta afirmación coincide el 90% de los representantes capitalinos consultados. Además, afirman que Acevedo y Chahla tienen una muy buena relación. Ambos tienen un perfil relativamente similar, porque llegaron de la mano de Manzur y tuvieron que adaptarse a los tiempos jaldistas.

Tanto en los despachos de la gobernación como en la calle, hay miembros del Pejota que se ilusionan con tener un buen rendimiento en la sección electoral, porque ahora son oficialismo, porque la gestión de la intendenta les agrada y porque la oposición va dividida. Piden, sin embargo, redoblar los esfuerzos y que los nombres de peso lo den todo. Saben que tanto Jaldo como Acevedo controlarán el desempeño y los posteriores números, circuito por circuito.

En política, los movimientos imperceptibles pueden tener repercusiones en el tiempo. Como los de aquel ministro que nadie vio venir y que ahora camina la Capital, que unió la paciencia con la oportunidad. El resultado definirá más que una elección: marcará el lugar que Acevedo ocupará en el tablero del justicialismo tucumano.

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