CRISIS CLIMÁTICA. La Argentina ya registra un aumento de 1,13°C en su temperatura promedio, mientras que hay inundaciones en el NEA y sequías en el NOA. / GOOGLE
El cambio climático ya no es una predicción futura: está modificando el presente del país. Uno de los efectos más visibles es la reducción de lluvias en el Noroeste Argentino (NOA). La falta de precipitaciones sostenida en los últimos años genera un escenario de estrés hídrico creciente, que impacta directamente en la agricultura -clave en la economía tucumana-, en los ecosistemas naturales y en la disponibilidad de agua para el consumo humano.
Los cultivos tradicionales de la región, como la caña de azúcar, los cítricos o el maíz, dependen de regímenes de lluvias que hoy son cada vez más variables. El informe de Argendata, la base de datos de Fundar, muestra que el NOA es una de las zonas más afectadas por la disminución de precipitaciones, un fenómeno que tiende a intensificarse con el aumento de la temperatura.
CRISIS CLIMÁTICA. Los riesgos climáticos que ya enfrentamos y lo que viene. / ARGENDATA
Un país con climas extremos: exceso de agua en el NEA
Mientras el NOA sufre sequías, el Noreste Argentino (NEA) atraviesa un escenario opuesto: precipitaciones extremas e inundaciones. Las lluvias en exceso generan pérdidas materiales, interrumpen servicios y afectan a barrios enteros, sobre todo en las ciudades más vulnerables.
Según el relevamiento de Argendata, entre 1960 y 2010 las lluvias aumentaron en gran parte del territorio nacional, especialmente en Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa. Esta realidad expone una paradoja: mientras una parte del país sufre por la falta de agua, otra enfrenta el desafío de adaptarse a su exceso.
El contraste entre sequías e inundaciones revela cómo el cambio climático no se manifiesta de manera uniforme. Por el contrario, profundiza desigualdades territoriales y sociales que ya existen.
PRECIPITACIONES. Entre 1960 y 2010, las lluvias aumentaron en gran parte del país, aunque con diferencias regionales relevantes / ARGENDATA
Olas de calor cada vez más frecuentes
Otro fenómeno que se intensifica son las olas de calor, que afectan a todas las regiones, aunque con particular fuerza en la Patagonia y el Este del país. Las temperaturas extremas no sólo incrementan la demanda de energía eléctrica para refrigeración, sino que además tienen efectos directos en la salud: aumentan las internaciones por golpes de calor y descompensaciones, especialmente en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas.
En paralelo, se redujo la frecuencia de heladas en Cuyo, el NOA y el norte de la Patagonia, lo que altera los ciclos agrícolas y los ecosistemas. También se registran noches más cálidas y mayor humedad, condiciones que favorecen la proliferación de mosquitos transmisores de enfermedades como el dengue.
La Argentina emite pocos gases, pero es altamente vulnerable
A nivel histórico, la Argentina contribuyó con el 1,1% de las emisiones globales acumuladas de gases de efecto invernadero. Puede parecer poco frente a gigantes como Estados Unidos (17,2%) o China (12,9%), pero es significativo si se mide por su tamaño y nivel de desarrollo.
La mayor responsabilidad recae en los países industrializados, que concentran casi la mitad de las emisiones acumuladas desde el siglo XIX. Sin embargo, la vulnerabilidad argentina no está en discusión: depende de economías como la agrícola y la energética, fuertemente condicionadas por el clima.
EMISIONES. Argentina aportó apenas el 1,1% de las emisiones globales históricas, pero es altamente vulnerable a sus efectos. / ARGENDATA
En este contexto, el concepto de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” resulta clave. Reconoce que todos los países deben actuar contra el cambio climático, pero en proporción a sus capacidades y responsabilidades históricas.
Impactos en agua y producción
Además de las lluvias, el retroceso de los glaciares en la Cordillera de los Andes representa un riesgo crítico para el suministro de agua de comunidades y actividades productivas. La Cuenca del Plata, en tanto, ya registra variabilidad en el caudal de sus ríos, con consecuencias en la provisión de agua potable y en la producción agropecuaria.
Los datos del Sistema de Mapas de Riesgo del Cambio Climático (Simarcc) proyectan escenarios cada vez más desafiantes para 2030, 2050 y 2100. Si no se adoptan medidas de adaptación y mitigación, los costos económicos y sociales se multiplicarán.
El desafío energético y la transición pendiente
La Argentina tiene un enorme potencial para crecer en energías renovables: solar en el NOA, eólica en la Patagonia y proyectos de litio para la movilidad eléctrica. Sin embargo, hoy menos del 15% de la matriz eléctrica proviene de estas fuentes. El país continúa dependiendo del gas natural y de los combustibles fósiles, con escasos avances en la transición energética.
El desafío no es menor: las sequías afectan la generación hidroeléctrica, mientras que las olas de calor elevan la demanda de energía para refrigeración. En este contexto, la transición a fuentes más limpias no solo es una meta ambiental, sino también económica y social.
Una urgencia que ya no puede postergarse
La evidencia científica es clara: el cambio climático no es una amenaza lejana, sino un proceso en curso que ya afecta la vida cotidiana en la Argentina.
Tucumán y el NOA muestran la cara de las sequías y la falta de lluvias; el NEA enfrenta inundaciones, y todo el país atraviesa olas de calor que ponen en riesgo la salud y el acceso a recursos básicos.







