Franco Bifo Berardi: "Gaza es Auschwitz con cámaras"
El filósofo italiano es uno de los pensadores más destacados de la actualidad. Acaba de publicar Pensar después de Gaza. “¿Cómo un pueblo históricamente perseguido pudo convertirse en verdugo sediento de crueldad?”, se pregunta allí. En esta entrevista habla sobre la tragedia de Medio Oriente y también del gobierno de Donald Trump, el caso de Javier Milei, las tedencias políticas del presente y las perspectivas del futuro. “En cierto sentido, fracasó el experimento llamado civilización”, reflexiona.
“Gaza es Auschwitz con cámaras: el horror convertido en espectáculo mediático. Desde hace 75 años, el Estado de Israel oprime, humilla y mata, pero tras el 7 de octubre se transformó en una máquina de exterminio, masacrando a decenas de miles de palestinos. ¿Cómo un pueblo históricamente perseguido pudo convertirse en verdugo sediento de crueldad?”, se lee en la contratapa de Pensar después de Gaza, el libro del filósofo y activista Franco Bifo Berardi que la editorial Tinta Limón acaba de publicar en nuestro país.
Bifo es tal vez el gran pensador de estos tiempos. En su trabajo cuenta por qué, a su criterio, Israel hace ahora lo mismo que el nazismo hizo con los judíos. Y con sustento, invita a la polémica. Paul Auster, la precarización laboral, la inteligencia artificial, el cambio climático, el envejecimiento y la popularidad de presidentes como Donald Trump o Javier Milei son algunos de los temas sobre los que se lee en estas 192 páginas.
“Antes, cuando hablábamos de contrainformación, cuando organizábamos radios y sitios web para denunciar el mal, creíamos que mostrar la violencia y señalar a los asesinos podía contribuir a aislarlos, a avergonzarlos y, al final, servir para reducir el crimen. Ahora me doy cuenta de que la visibilidad del mal no necesariamente hace bien”, razona. El libro es tan recomendable como una charla con él: LA GACETA Literaria pudo intercambiarle durante las últimas semanas una serie de correos electrónicos desde Bolonia, Italia, donde vive. El resultado es el texto que se lee a continuación.
-Usted escribe que “el experimento llamado civilización ha fracasado”. ¿Qué lugar tiene entonces la esperanza de la gente en general?
-La palabra esperanza tiene sentido para los que creen en Dios. Yo soy ateo, entonces no uso la palabra esperanza, prefiero hablar de expectaciones, de perspectivas posibles, probables, necesarias… ¿Cuáles perspectivas son expectables hoy, en las actuales configuraciones sociales, geopolíticas, culturales? El siglo XX fue marcado por la experiencia de la segunda guerra mundial y por la consecuente decisión compartida de fundar la existencia colectiva sobre algunos principios: la prioridad del derecho internacional, la universalidad de los derechos humanos, el rechazo al genocidio, el rechazo a la esclavitud. Desde 1945, a pesar de todas las injusticias y violencias, nadie disputaba estos principios, porque concretizaban la promesa: nunca más. En el siglo XXI algo nuevo aconteció: el pacto compartido ha sido abandonado. En nombre de la libertad de los esclavistas, la esclavitud se ha convertido en una forma social generalizada, aunque la llamemos trabajo precario. El racismo ha regresado, con el genocidio. La universalidad de la razón ha sido refutada de manera explícita en el nombre del predominio de la particularidad, de la membresía, de la pertenencia, de la nación, de la raza. Hace algunos días, hablando de los derechos de los migrantes mexicanos detenidos y deportados, el presidente de Estados Unidos comentó, como si fuera un detalle menor: “no podemos preocuparnos por ser políticamente correctos”. Es una manera de decir: la universalidad de la ley se acabó. La universalidad de la razón se acabó. En este sentido podemos decir, creo, que el experimento llamado civilización ha fracasado. Ahora viene el problema: ¿cómo viviremos en una condición abierta y declaradamente neo-barbárica, en una condición en que la ferocidad tiene plazo de ley?
Sufrimiento y horror
-¿Por qué y para qué escribió este libro?
-Antes que nada, lo escribí para cuidar el sufrimiento que me provoca la visión cotidiana del horror. En 1933, mientras los nazis marchaban en las ciudades alemanas, Simone Weil, judía, cristiana y comunista, escribió palabras que puedo repetir hoy: la peor desgracia sería no sólo ser impotentes de parar la barbarie sino también ser incapaces de entenderla y de decirla. Escribí este libro para ayudarme a mí mismo a entender y a decir la ferocidad que se ha desencadenado y que parece imparable. Además lo escribí para entender el significado histórico específico del sionismo como forma de colonialismo intrínsecamente genocida. Por otro lado, lo escribí para interpretar una tendencia que se puede leer en las entrañas del imaginario colectivo contemporáneo: la tendencia a abandonar la dimensión de la historia, lugar de un círculo vicioso de violencia y venganza sin fin. ¿Se puede abandonar la dimensión histórica? Otras culturas extra-europeas han concebido el tiempo de manera no histórica. El taoísmo chino, el budismo, cosmovisiones indígenas amerindias han concebido el flujo temporal fuera de la obsesión finalista, teleológica o suprematista. La imposición de la dimensión histórica se puede leer como un producto de la infección monoteista, bíblica.
-¿Quién o cómo se puede detener el avance de la barbarie de Israel en Gaza?
-No tengo una respuesta. Esta impotencia es dolorosa para todos los que en el mundo asisten diariamente al horror sin poder hacer algo para pararlo. Detener el avance del genocidio sería el área principal de la Organización de las Naciones unidas. El gobierno de Israel, como el gobierno de los Estados Unidos, están demostrando con palabras y hechos que el derecho internacional ya no existe. El colapso del orden fundado sobre el derecho está manifestado también en Sudán, en Myanmar y en otros lugares, pero Gaza es especial desde el punto de vista simbólico.
-¿A qué se debe que la derecha siga ganando con el aval de la población? ¿Estamos naturalizando lo antinatural?
-La derecha está capitalizando el pánico, la depresión, la impotencia que genera odio. En 1919 Sandor Ferenczi (médico y psicoanalista húngaro) dijo que el psicoanálisis no tiene las herramientas conceptuales y terapéuticas para curar la psicosis de masa. La psicosis del 1919 radicaba en el trauma de la guerra, en la humillación de los alemanes, en la depresión económica. Hoy estamos enfrentando una psicosis similar. Pero se está manifestando a una escala mucho mayor. La causa principal del soporte popular a la derecha es esta psicosis. El fascismo es una cura para la depresión mental que afecta tanto a la población norteamericana como a la europea y a la argentina. Es una cura peligrosa. Cualquier persona deprimida puede curar su depresión con una buena dosis de anfetaminas. Funciona una noche, pero a la mañana siguiente estarás saltando del décimo piso.
El fenómeno Milei
-Entre los mencionados en su Pensar después de Gaza está el presidente Javier Milei. En estas horas, su Gobierno somete a la gente a la pobreza y al desempleo, además de la quita de derechos y represión. ¿Qué ideas tiene usted de la Argentina en general y de esta Argentina en particular?
-Javier Milei es un ejemplo perfecto para ilustrar el carácter psicopático de la ola nazi-libertaria, un ejemplo perfecto de la relación entre sufrimiento psíquico y reacción agresiva. En un libro curado por Francis Rosemberg (El goce de la crueldad, 2025) he leído un texto de Juan Luis González, Ningún pibe nace Milei. Quiero citar algunas líneas: “El 2 abril de 1982 comenzó la guerra de Malvinas. Javier tenía 11 años y veía en el televisor esa noticia. Su padre estaba detrás de él. Con la certeza que un niño de esa edad puede tener, dijo algo como: eso termina mal. A su padre, que no le gustaba prácticamente nada de lo que su hijo hacía o decía, no le cayó en gracia el comentario. La golpiza fue tan bestial que Karina, que entonces tenía 9, se desmayó solo por ser testigo de la situación. Hubo que hospitalizarla. Frenemos un segundo acá para volver a esta escena: Javier tiene 11 años, su padre lo acaba de fajar, su hermana menor entró en una especie de shock y se la llevaron al hospital. Javier está solo, abandonado en su casa, golpeado y humillado. Tiene, repito, 11 años. En eso suena el teléfono, que trae del otro lado la voz de su padre: Javier, tu hermana va a morir. Y es culpa tuya”. Milei es cruel porque la vida fue cruel con él, concluye González. No hay una descripción más adecuada de la psicogénesis del fascismo contemporáneo, a nivel de los líderes, pero también a nivel de la población.
-¿Quedó obsoleta la democracia? ¿Qué alternativas hay?
-La democracia es una buena cosa cuando hay fuerza para imponer condiciones de igualdad económica y social. La democracia liberal es una trampa. Una de las razones, porque estamos en una situación tan mala, es que el movimiento obrero ha aceptado el juego, falseado desde el comienzo, de la democracia política. La democracia es el fusil en los hombros de los trabajadores, decía un eslogan de la autonomía italiana. ¿Qué alternativa hay? No estoy seguro de que las haya. No estoy seguro de si volveremos al orden civilizado que hemos conocido en los últimos 80 años. Por eso creo que tenemos que imaginar escenarios que el pensamiento político no ha previsto. Me parece que en la segunda parte del novecientos ningún pensador político, ningún sociólogo, excepto, quizás, Jean Baudrillard, ha previsto el escenario del siglo XXI. Pero hay escritoras, como Octavia Butler, quien en su La parábola del sembrador, de 1993, imaginó perfectamente lo que está aconteciendo hoy en los Estados Unidos. Y escritores como William Gibson anticiparon la alienación digital en novelas fantásticas. Una distopía posible hoy es la de la exterminación del género humano por el género humano mismo.
El mundo perfecto
-¿Cómo imagina la geopolítica del planeta de acá a, digamos, unos 50 años, teniendo en cuenta el cambio climático, la incidencia de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial?
-¿Cómo puedo imaginar la geopolítica del planeta? Lo que puedo imaginar es la evolución demográfica y psicopatológica, eso sí. La tasa de natalidad está bajando tendencialmente en todo el mundo, y en el norte más rápidamente. Un efecto es la reducción de la población; y otro, el envejecimiento. Envejecimiento significa agotamiento de las energías físicas, psíquicas, imaginativas. En el siglo XX la población global creció de 2.000 millones a 8.000 millones. Algunos demógrafos prevén que en el siglo XXI la curva se invierta. Pero en el siglo pasado la gran mayoría eran los jóvenes. Al final del XXI la mayoría de la población serán los viejos. Un mundo de depresión, un mundo propiamente sin futuro. Afortunadamente habrá autómatas, que no remplazarán nada. El autómata es más eficiente, más funcional y, sobre todo, no goza, no sufre y no piensa. Un mundo perfecto.
PERFIL
Franco Bifo Berardi nació en Bolonia, en 1949. Escritor y filosofo, se graduó en Estética en la Universidad de Bolonia, donde hoy es profesor. Se formó con Félix Guattari. Fundó la revista A/traverso, TV Orfeo y Radio Alice. Es autor de La fábrica de la infelicidad, Futurabilidad, La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad y Últimos fulgores de la modernidad, dentro de una obra de más de 50 títulos.
Pánico*
Por Franco Bifo Berardi
Una ola psicótica recorre la sociedad occidental: la causa de la psicosis de pánico masiva es una especie de colapso senil de la mente occidental.
¿Qué es el pánico? En el último capítulo de ¿Qué es la filosofía? Deleuze y Guattari reflexionan sobre el envejecimiento y hablan de la senescencia en términos de la relación entre el orden y el caos: “ (…) Un poco de orden para protegernos del caos. Nada es más angustioso que un pensamiento que se escapa a sí mismo, que las ideas que se escapan, que desaparecen apenas formadas, ya erosionadas por el olvido o precipitadas en otras que ya no dominamos (…) infinitas variabilidades, cuya aparición y desaparición coinciden (…)”.
“Caos” se define aquí en términos de velocidad, de aceleración de la infoesfera en contraposición a los ritmos lentos de la razón y de la mente emocional. Cuando las cosas empiezan a fluir tan rápido que el cerebro humano se vuelve incapaz de elaborar el significado de la información, debido al caos, entramos en el estado de pánico. Pánico es la incapacidad de tomar decisiones porque lo que sucede a nuestro alrededor es demasiado rápido, demasiado complejo, y por lo tanto indecidible.
*Publicado originalmente en CTXT.
Por Alejandro Duchini
Para LA GACETA - BUENOS AIRES






