Las islas japonesas de Okinawa, las montañas de Cerdeña, la soleada Costa Rica y un pequeño pueblo de Grecia comparten una manera sencilla de vivir: comer de la tierra, moverse constantemente, cuidar los vínculos humanos y mantener viva la motivación de cada día.
Aunque parecen destinos lejanos, sus secretos pueden adaptarse a cualquier estilo de vida, incluso el de la ciudad. Adoptar algunos de estos hábitos es posible aquí y ahora, sin necesidad de mudarse.
Comer como los longevos
Dan Buettner, investigador y divulgador que estudió durante años estas comunidades, resume su alimentación de la siguiente forma: “Las personas más longevas del mundo llevan una dieta basada en plantas. Comen carne, pero solo como condimento o en celebraciones. Y nada de lo que consumen viene envuelto en plástico”.
En las zonas azules se privilegia lo orgánico y natural como las frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. Evitan los alimentos ultraprocesados y eligen lo que viene de la tierra, con la menor intervención posible. Pero no se trata solo de qué comen, sino también de cómo lo hacen. Ellos dedican tiempo a cocinar, sentarse a la mesa y disfrutar de los sabores sin apuro. La comida es un momento de goce social.
La nutricionista Noelia del Regno coincide en que “la base de una alimentación saludable está en priorizar frutas y verduras, y sumar legumbres como garbanzos, lentejas o porotos, que aportan fibra, vitaminas y minerales. Estos ingredientes brindan saciedad y contribuyen a un plato completo y balanceado”.
Además, recomienda incluir cereales integrales porque “son un pilar fundamental ya que aportan energía sostenida y fibra, y son adecuados incluso para personas con patologías crónicas como la hipertensión o la diabetes”. Pero, advierte que “nada que se lleva al exceso es bueno. No sirve comer frutos secos sin límite ni eliminar por completo otros aceites. La base es el balance”.
Como complemento, una buena idea es animarse a armar una huerta orgánica en casa o incluso un pequeño jardín con flores comestibles. Aportan alimentos frescos y naturales para la mesa, pero también este hábito nos conecta con el ciclo de la tierra y nos mantiene en movimiento. Es una buena manera de transformar la alimentación en una experiencia más integral.
Por último, el arte está en la moderación. En todas las zonas azules intentan comer porciones pequeñas, horarios regulares y existe una regla implícita de no comer hasta el exceso.
El propósito de cada día
La longevidad no se explica solo por la dieta. En todas las zonas azules aparece un elemento común: tener un motivo para levantarse cada mañana. En Japón a esto lo llaman ikigai, que podría traducirse como “la razón de ser” o “lo que hace que la vida valga la pena”. No se trata necesariamente de una gran misión, sino de encontrar un sentido en las pequeñas cosas de todos los días como cuidar un jardín, cocinar para la familia, aprender algo nuevo o compartir tiempo con los amigos.
Esa sensación de tener un propósito claro funciona como un motor que da dirección y energía a la vida diaria. De hecho, las investigaciones de Buettner muestran que las personas con un propósito definido viven más tiempo y atraviesan la vejez con mayor bienestar emocional.
La importancia del movimiento cotidiano
Y, además de mantenerse motivado, hay que mantenerse en movimiento. Hacer deporte o entrenar libera endorfinas y fortalece el cuerpo —en especial los ejercicios de fuerza, que nos ayudan a mantener la masa muscular con los años—. Pero más allá del gimnasio, lo que marca la diferencia es el movimiento cotidiano. En estas regiones la gente camina mucho, sube y baja pendientes, trabaja en la huerta o se desplaza a pie para sus actividades diarias.
Ese estilo de vida evita el sedentarismo, que es uno de los grandes enemigos de la salud moderna. Hoy en día, la mayoría de los trabajos obligan a pasar horas frente a la computadora, pero cambiar algunos pequeños hábitos puede ser la clave. Por ejemplo, levantarse, caminar un poco entre tarea y tarea, dar una vuelta a la manzana o simplemente estirarse. Estos pequeños gestos, repetidos cada día, son los que sostienen la vitalidad y contribuyen a una vida más larga y plena.
La sagrada siesta
En el estilo de vida occidental, dormir poco y vivir apurados es lo normal y está lejos de ser saludable. El buen descanso nocturno —alrededor de siete horas en adultos— es esencial para la recuperación física y mental, pero no siempre se logra. Por eso, un descanso breve después del almuerzo puede ser un gran aliado. Según estudios del University College de Londres (UCL), la siesta regular está asociada a una mejor salud cerebral y a un envejecimiento más lento.
Unos 20 o 30 minutos de pausa ayudan a recargar energías y reducir el estrés. En varias zonas azules es parte de la rutina diaria, y en Tucumán no nos quedamos atrás: acá la siesta es casi una institución, solo le falta un gremio propio. Citando nuevamente a Dan Buettner: “Las personas longevas saben cómo bajar las revoluciones de la vida diaria y darle al cuerpo un descanso real”.
La importancia de las relaciones humanas
Además de lo mencionado, hay un factor que atraviesa a todas las zonas azules, y son las relaciones sociales. La ciencia confirmó una y otra vez que mantener vínculos sólidos con la familia, los amigos y la comunidad es uno de los secretos más poderosos para vivir más y mejor.
Compartir almuerzos o cenas en familia, juntarse con amigos a tomar un café después del trabajo, organizar asados en grupo o incluso relacionarse con los propios compañeros de oficina ayuda a reducir el estrés, fortalece la sensación de pertenencia y, por lo tanto, genera felicidad.
Dan Buettner argumentó que, “formar parte de una comunidad puede añadir entre cuatro y 14 años a tu vida”. Pero, no se trata solo de sumar años a la vida, sino de sumar vida a los años, y en ese camino los lazos humanos son tan importantes como cualquier otro hábito saludable.
Para incorporar las costumbres de las zonas azules no se necesitan grandes sacrificios, pero si un poco de voluntad al comienzo. Con el tiempo, esas pequeñas decisiones —caminar más, consumir comida casera, compartir más tiempo con los demás— dejan de sentirse como un esfuerzo y se convierten en una forma de vivir.
Y si hablamos de hacerlo desde Tucumán, hay una ventaja: es una provincia rodeada de naturaleza, con paisajes que invitan a salir al aire libre, caminar por cerros y senderos o andar en bicicleta. Tenemos un entorno ideal para empezar a sumar bienestar, con la inspiración de las zonas más longevas del mundo.
La página de Lifestyle, en la edición papel.
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